Desde mediados del mes de
mayo, un grupo de economistas de élite, entre los que también hay sociólogos y
científicos, reclutados por la Moncloa, se reúne de forma habitual para
establecer los ejes básicos de cómo debería ser la España poscovid. De forma
deliberada se ha querido que sea un equipo lo más transversal posible. Por eso,
el perfil ideológico de la coalición de Gobierno no es el mayoritario dentro
del grupo, por lo que se ha recurrido a gente tan diversa como Toni Roldan ex
dirigente de Cs, Alda Caldera economista de la OCDE o Rafael Doménech director
de Análisis del BBVA entre otros muchos para que concurran el máximo de
sensibilidades. El objetivo era claro: elaborar un documento que sea el embrión
del que hay que presentar, en los próximos días en Bruselas para optar a los
fondos de reconstrucción y que, a la vez, sea el punto de partida de los
presupuestos generales del Estado (PGE) para 2021.
Iniciativas similares se están
llevando a cabo en la práctica totalidad de los países de la U E. Tras la
pandemia del coronavirus, aún no superada, hay que rediseñar la economía. En
consecuencia, todo el mundo trabaja en la misma dirección: salir cuanto antes
de la crisis y remontar la situación de la manera más rápida posible.
La idea matriz que ha
estructurado los trabajos de ese grupo de expertos de nuestro país ha sido
elaborar un plan que permita rescatar a España de la crisis y modernizar su
economía. Ese plan propone una inversión de 72.000 millones de euros para el
trienio 2021-2023 que tendrá dos ejes vertebradores: la transformación digital
y la transición ecológica.
La previsión es que, de todos
los fondos que lleguen de Europa el 33%, se destinen a la transformación
digital ya que se considera una herramienta clave para reimpulsar la economía y
lograr que en 2023 tengamos un nivel de actividad similar al previo a la
pandemia.
Por lo que respecta a hacer
efectiva la transición ecológica, el Gobierno tiene previsto canalizar los
fondos en inversiones verdes mediante el Plan Nacional Integrado de Energía y
Clima, un documento estratégico que ya se envió a Bruselas meses atrás. En el
mismo se establece una hoja de ruta para la descarbonización de la economía de
nuestro país antes de 2030.
El Gobierno que preside Pedro
Sánchez está dando muestras muy claras de que es necesario apoyar tanto como
sea posible al tejido productivo para evitar un descalabro aún mayor del que ya
estamos padeciendo. Por eso, se ha aprobado una subida histórica del límite del
gasto no financiero (conocido como techo de gasto), es decir, el tope máximo
que pueden alcanzar los Ministerios. De igual manera, el ejecutivo hará una
aportación extra a la Seguridad Social y otra a las comunidades autónomas que
rondará los 32.000 millones de euros; además de desbloquear el primer tramo de
ayudas europeas que estará sobre los 27.000 millones de euros. Todo ello
significa una subida del mencionado techo del gasto de más del 53%. Siempre y
cuando se levante el bloqueo presupuestario que, en estos momentos, si no se
arreglan las cosas, deja en el aire el multimillonario fono de recuperación.
Según la ministra de Hacienda
María Jesús Montero, “este límite de gasto es inédito y no admite
comparaciones”. El motivo es el vertiginoso incremento de la factura que está
dejando la crisis sanitaria y que obliga a exprimir como nunca los recursos
públicos.
El Gobierno de coalición ha
desarrollado un plan que va más allá de los PGE para 2021. De hecho, es un
ambicioso proyecto que pretende modernizar todo el sistema productivo de
nuestro país mediante un descomunal aumento del gasto público a llevar a cabo
en los próximos seis años, al amparo, como no puede ser de otra forma, de los
fondos de recuperación que han de llegar de Europa. Ante estas expectativas, los
dos partidos que conforman el Ejecutivo se han conjurado para dar larga vida a
este Gobierno, más allá de las diferencias que eventualmente puedan surgir.
En las circunstancias de
excepcionalidad que estamos viviendo la situación no es fácil para nadie, pero,
a mi modo de ver, debería de ser de una preocupación especial para Pablo
Casado. El líder de los populares se viene equivocando de forma reiterada dese
que llegó a la presidencia de su partido, pero en los últimos meses ha
aumentado de manera sustancial su porcentaje de errores frente al de aciertos y
ya son bastantes las voces que desde el propio partido piden un giro, al menos
en las políticas sociales y, sobre todo, en las económicas.
Desde luego, el papel lo
aguanta todo y ahora hay que ver cómo evolucionan los acontecimientos, si el
dinero empieza a fluir y las propuestas del presidente Sánchez se materializan.
En ese caso, a Casado le será muy difícil explicar su rechazo frontal a un menú
elaborado en “la cocina del poder” (como llaman algunos a los cenáculos
políticos de altos vuelos) por un centenar largo de eruditos de tendencias
ideológicas muy diversas y que está basado en la transversalidad y en dotar a
España del impulso necesario para salir del agujero generado por la pandemia
con las menos heridas posibles; mientras que los sectores, históricamente
afines como la patronal le dan la espalda y se alinean con el Ejecutivo o los
presidentes autonómicos del PP hacen oídos sordos a su líder y colaboran con el
Gobierno central.
Esa obstinación solo se
explica si se atiende a algunos cargos cercanos a Pablo Casado que dicen que su
verdadera vocación es ser portavoz de la derecha extrema. Si eso es así, todo
cuadra.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 13/09/20
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