A medida que vamos dejando
atrás la pandemia de la Covid-19, al menos la fase más nociva, se van alzando
voces que piden elecciones al Parlament, cuanto más pronto mejor.
Una mayoría de políticos,
periodistas, tertulianos, agentes sociales y personajes de la sociedad civil
consideran que la actual etapa política en Cataluña ha terminado y son
necesarios unos comicios que den el pistoletazo de salida a una nueva época en
nuestro país. Solo algunos hiperventilados, ni siquiera todos, y los que han
situado su modus vivendi a la sombra del poder niegan esa evidencia.
El pasado, 29 de enero, fue el
propio president Quim Torra quien anuncio en rueda de prensa que fijaría la
fecha de las elecciones tras la aprobación de los presupuestos, porque se había
perdido la confianza entre los socios de Govern. JxCat y ERC. Los independentistas no querían, entonces,
que fuera el Tribunal Supremo el que marcase la fecha electoral al inhabilitar
a Torra. Eso hizo pensar que en verano o, como muy tarde, en otoño, los
catalanes acudiríamos a las urnas. Sin embargo, la emergencia sanitaria, vino a
cambiarlo casi todo, incluso las previsiones electorales.
En Cataluña, llevamos unos
años en los que las cosas suelen ser diferentes al resto del mundo. Por
ejemplo: en una crisis como la que hemos padecido lo más razonable era unir
fuerzas, acentuar la colaboración y dejar para más adelante las diferencias. En
cambio, Torra y su equipo ha hecho todo lo contrario: han acentuado el perfil
político-ideológico al estilo de la derecha extrema y han buscado la
confrontación constante con el Gobierno central. La cuestión no era menor. De
esa forma también marcaban distancia con ERC de cara a lo que está por venir.
En declaraciones muy recientes
Quim Torra ha admitido que “se necesita un nuevo Govern que marque el rumbo
político” y que él “tiene muy claro cuando han de ser esas elecciones”. Pues
bien, ante la más que probable inhabilitación de Torra, por el Tribunal
Supremo, el próximo mes de septiembre, es muy lógico pensar que en otoño seremos
llamados para renovar el Parlament. La inestabilidad y fragmentación del
espacio nacional-independentista es un hecho muy poco cuestionable y eso puede
significar el fin de la hegemonía secesionista.
Con este nuevo paisaje
político es muy plausible que se abran unas expectativas inusitadas desde hace
muchos años en Cataluña. Por eso, no son pocas las plataformas, grupos y
grupúsculos que están barajando la posibilidad de dar el salto y presentarse a
las próximas elecciones autonómicas. Los ejemplos más claros son Lliures de
Antoni Fernández Teixidó o la Lliga Democrática que está en la órbita del ex
primer ministro francés Manel Valls.
El pasado fin de semana se
llevó a cabo, de manera virtual, el congreso constituyente del nuevo Partit
Nacionalista Català (PNC). La nueva formación está constituida de manera muy
mayoritaria por antiguos convergentes incómodos en las filas independentistas y
que tienen como referente al Partido Nacionalista Vasco (PNV).
Esta nueva organización estará
dirigida por Marta Pascal que había sido coordinadora general del PDECat y fue
fagocitada por Carles Puigdemont. De hecho, Pascal ya está en negociaciones con
Units per Avançar para concurrir juntos a las próximas elecciones. Es decir, la
versión posmoderna de CiU.
Las dos formaciones tienen
muchos puntos en común, pero también serias discrepancias. Mientras que el PNC
defiende la vía escocesa para lograr la independencia de Cataluña, o sea un
referéndum pactado con el Gobierno central, en Units son partidarios de una
negociación con el Estado para blindar competencias. Dicho de otro modo, los
demócratas cristianos de Units pretenden un sistema competencial y de
financiación muy similar al que tienen en Euskadi y Navarra, pero con otro
nombre.
Mientras, en el PDECat, entre
navajazos y puñaladas por la espalda van deshojando la margarita para decidir si
se integran en el proyecto de Carles Puigdemont o mantienen su identidad hasta
estrellarse en las rocas de la irrelevancia política.
Por su parte, el ex president
prófugo perfila su proyecto, quizás el último. Un proyecto que sería la suma de
la Crida per la República, PDECat más algún despistado con ansias de un buen
sueldo por un tiempo y, tal vez, alguna estrella de relumbrón como se dice
estos días por los cenáculos políticos de Barcelona. Hay quien apunta a Josep
Lluís Carod Rovira e incluso a Pep Guardiola en un sitio relevante de la lista,
aunque después el entrenador de fútbol renunciara.
La situación es apasionante y hay
que ver cómo evoluciona. Estas formaciones tienen un poso ideológico y unas
convicciones políticas muy diferenciadas entre sí. Por eso, será muy
interesante comprobar si alguna de ellas llega a ser fundamental para conformar
una mayoría, y si es así, en que cesta decide poner sus huevos. ¿O
sencillamente se venderán al mejor postor, al que más cargos les prometa?
Desde luego, el nuevo estadio
político promete.
Con el permiso de todos
ustedes seguiré comentando.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
01/07/20
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