Es poco habitual que en
columnas como esta se comenten noticias positivas. Pero lo es menos aún que se
traten de dos en dos. Por eso, no me extrañaría que algunos vean este artículo
como “algo exótico”. Es posible. Después de tantas semanas de confinamiento y de
circular por el túnel de la incertidumbre, me parece oportuno señalar las luces
que se empiezan a ver más allá de las tinieblas y que nos han envuelto desde
mediados del mes de marzo.
Resulta lamentable, pero la
bronca permanente en la que están instalados algunos de nuestros políticos, ha
puesto sordina a un par de buenas noticias que se han generado en estos últimos
días. Una es el plan de reestructuración de la UE, la otra la aprobación del
Ingreso Mínimo Vital (IMV).
El plan de recuperación
aprobado por la Comisión Europea para luchar contra la pandemia generada por la
covid 19 y sus consecuencias económicas. En esencia, consiste en poner sobre la
mesa 750.000 millones de euros, para que los Estados no dejen caer ni a sus
empresas ni a los ciudadanos que han perdido sus puestos de trabajo. Si las
cosas no se tuercen, España será el segundo país mayor receptor y podrá captar
unos 140.000 millones. Por primera vez en la historia de la UE la mayor parte
de ese dinero se dará en forma de subsidio y no de préstamo como fue la forma
utilizada en la crisis de 2008. En esta ocasión hasta un 60% de lo percibido
por un Estado podrá ser a fondo perdido.
Con esta iniciativa la
presidenta de la Comisión, Úrsula van der Leyen se reivindica ante un
Parlamento que la había acusado de falta de ambición. De todas formas, conviene
no dar las cosas por hechas porque, aunque la iniciativa tiene la bendición de
Ángela Merkel y Emmanuel Macron que ya se avanzaron días atrás anunciando su
disposición a los subsidios, está por ver, sin embargo, la reacción de los
llamados socios frugales que son Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca.
Estos países son muy refractarios a que las ayudas se canalicen mediante
subsidios y exigen que el dinero que se dé sea mediante préstamos y con
condiciones.
Nada está decidido todavía,
pero el proyecto de van der Leyen ha sido muy bien recibido en el Parlamento
Europeo y cuenta con un soporte muy mayoritario. Por eso, cabe pensar que
finalmente, aunque con algún retoque, acabará saliendo adelante.
Otra iniciativa que nos debería
llenar de satisfacción es la aprobación por parte del Consejo de Ministros, del
pasado 29 de mayo, del Ingreso Mínimo Vital (IMV). De esa forma, en nuestro
país se levanta un nuevo pilar del Estado del bienestar.
El IMV era una de las medidas
estrella que estaban en el programa de Gobierno y que se debía aprobar en esta
legislatura. Sin embargo, la situación de emergencia que estamos viviendo ha
hecho que esa decisión se adelante y ya sea una realidad.
La idea es llegar a unos
850.000 hogares vulnerables y sacar de la pobreza extrema a 1,6 millones de
personas. Tengamos en cuenta que la tasa de pobreza severa en nuestro país es
del 12,4%, es decir que casi dobla la media de la UE, que está en el 6,9%.
España era el único país de la
Unión Europea que carecía de un programa de garantía de ingresos mínimos de
ámbito nacional. Hasta ahora la red de protección social estaba formada por las
Rentas Mínimas de inserción autonómicas y su objetivo era combatir la pobreza,
o eso se decía, Sin embargo, y según un informe técnico de Joint Reserach
Centre de la Comisión Europea esa red padecía muchas carencias.
Por una parte, resulta
tremendamente desigual y con frecuencia su cobertura es insuficiente. La
diversidad de criterios utilizados por las comunidades autónomas hace que, en
lugares como Euskadi o Navarra toda persona que solicite la prestación la
cobre. En cambio, en comunidades como Extremadura o Andalucía prácticamente
nadie tiene acceso a ella. Así pues, distintas varas de medir para un mismo
problema. No es razonable.
Pero es que, además, las
ayudas que se dan desde las administraciones autonómicas son tan
cuantitativamente escasas por lo general que las personas que las perciben
siguen sumergidas en la pobreza.
La idea fuerza es que el IMV
venga a suplir esas carencias. De hecho, supone un rediseño de nuestro sistema
de protección social. Así, de paso, nos ponemos a la altura de nuestros socios
europeos en este ámbito, y es que atender a los más desfavorecidos nunca está
de más.
De todas maneras y puestos a
poner alguna pega, quizás el único inconveniente es que el gasto que va a
originar la prestación, unos 3.000 millones de euros anuales, va a ir a cargo
de la Seguridad Social, y las cuentas de ese organismo bastante saturadas están
ya. Por eso, quiero pensar que, una vez tengamos la situación normalizada y en
el Congreso de los Diputados se debatan los Presupuestos Generales del Estado
(PGE), ese gasto se incluya en esos presupuestos. Sería lo más lógico.
Y ya, puestos a pensar en
cosas positivas, sería fantástico que los dirigentes políticos se dedicaran a
hacer el trabajo por el que se les paga y no a montar broncas para demonizar al
adversario y escandalizar a la ciudadanía.
El desastre sanitario y
económico que nos está ocasionando el maldito coronavirus no nos lo quita
nadie, pero si los de arriba se comportasen con un talante un poco más
constructivo y conciliador la situación sería algo más llevadera.
Y, en los tiempos que corren,
eso sería de agradecer.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
02/06/20
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