29 d’abril 2020

REFORMAR EL ESTADO (una oportunidad única)


El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez lo tiene claro: para salir del atolladero en que nos ha metido el Covid-19, cuantos más arrimemos el hombro, mejor. Por eso, semanas atrás lanzó la idea de reeditar unos nuevos Pactos de la Moncloa. Después, otras voces se unieron al planteamiento del presidente.
Es evidente que, en la situación actual, la prioridad absoluta debe ser luchar contra el coronavirus y acabar con él, o como mínimo neutralizarlo hasta encontrar el antídoto y/o la vacuna que lo convierta en inocuo o casi. Pero, a la vez, los representantes políticos y agentes sociales tiene la obligación de ir hilvanando las estrategias necesarias para que cuando llegue la nueva normalidad nos resulte lo menos traumática y lesiva posible.
En ese nuevo futuro, cuantos más seamos los que rememos en una misma dirección, menos nos costará remontar la situación. Por eso, me parece un acierto la iniciativa de Sánchez. Otra cosa es la manera en que se están planteando las negociaciones. No tengo claro que se tengan que realizar encuentros a distintos niveles. Unos, en una comisión parlamentaria que se va a crear en el Congreso, otros, con las CCAA y otros, con los agentes sociales. A mi modo de ver sería bastante más operativa una sola mesa de negociación, aunque estuviera fragmentada por sectores u otros criterios.  Con este formato, exigido por el PP, puede ocurrir que lo que se acuerde con las CCAA o con los agentes sociales, se rechace más tarde cuando se tenga que aprobar en un pleno del Parlamento. Ya sabemos cuál es la mayoría que sustenta al Gobierno, quién la conforma y su volatilidad. Pero, en fin, bien está lo que bien acaba.
Es verdad que la fragmentación política actual no facilita las cosas y que, si los Pactos de la Moncloa vieron la luz, fue porque todos los participantes eran conscientes de que, sin una situación económica aceptable, la democracia no sería posible. También tuvieron un valor decisivo la inteligencia y a voluntad política de los líderes de entonces, quizás escarmentados, por lo menos los de izquierdas, en la noche de la dictadura. En cambio, en la actualidad, es muy probable que algunos acudan a la mesa de negociación con pocas ganas de acuerdo y mucha predisposición a que el Gobierno fracase, por aquello del “quítate tú que me pongo yo”
De todas maneras, entiendo que hay que darle una oportunidad a la esperanza y lo que procede ahora es otorgar un voto de confianza a nuestros políticos y líderes de la sociedad civil, a ver si pronto nos dicen que han llegado a un acuerdo para firmar un Pacto de Estado que nos permitirá salir de esta, todos a una y sin que nadie se quede atrás. Sería fantástico.
Es posible que muchos piensen que esto es un cuento de hadas. Tal vez. No obstante, si, aunque fuera por casualidad, llegara a materializarse algún acuerdo para remontar la situación actual, sería el momento de aprovechar la entente y seguir en la brecha para llevar a cabo la reforma constitucional que desde hace años vienen demandando representantes de todos los partidos políticos, intelectuales, creadores de opinión etcétera, es decir, poner al día nuestro sistema democrático mediante una actualización de la Constitución en aquellas cuestiones que se han quedado desfasadas con el paso del tiempo.
Esta idea, con todas las matizaciones que se quiera, es compartida en todos los ámbitos del organigrama del Estado. Los partidos políticos, tanto los clásicos como los emergentes no son una excepción. Sin embargo, no deja de ser curioso que cuando llegan a lo más alto de las estructuras de poder se olvidan del tema. Tan solo Rodríguez Zapatero, secundado por Mariano Rajoy siguió las indicaciones de Ángela Merkel y modificó nuestra Carta Magna al dictado de la líder alemana.
Resulta decepcionante la ausencia de un proyecto político que, más allá de aumentar el gasto social, luchar contra el paro y sanear el déficit, nos indique el camino a seguir como país. Y conste que valoro cono se merecen las iniciativas que buscan el aumento de la calidad de vida de los ciudadanos, es decir, la justicia social. Pero hace falta algo más si queremos recuperar la estima como nación.
Y ese algo más, empieza por la reforma Constitucional. Necesitamos instituciones sólidas, estables e independientes que queden protegidas del sectarismo coyuntural. Solo así tendremos un Estado democrático y moderno que se proyecte en el incierto escenario internacional y ponga en valor todo nuestro potencial que es mucho y muy potente.
No obstante, desde hace tiempo venimos sufriendo demasiados intentos de patrimonializar y utilizar de forma partidista nuestras estructuras fundamentales; si a eso le añadimos el interés de algunos por dinamitar el Estado y dejarlo hecho añicos, más pronto que tarde nos podemos encontrar con el país a los pies de los caballos.
Ya sé que no se le pueden pedir peras al olmo, y tenemos lo que tenemos, pero o nuestros representantes políticos toman conciencia de la magnitud del problema, y aprovechan la coyuntura que puede propiciar la situación actual y ponen manos a la obra o es muy posible que acabemos lamentándolo.

Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 27/04/20


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