El camino aún será largo y
difícil, pero estamos empezando a ver la luz al final del túnel. Poco a poco la
pandemia ocasionada por el Covid-19 va quedando atrás. No obstante, los números
son demoledores, solo en los catorce primeros días de marzo se perdieron
900.000 puestos de trabajo y, hasta el momento, casi 4.000.000 de trabajadores
se han visto afectados por un ERTE. Por otra parte, las personas contagiadas en
España se acercan a los 200.000 y la cifra oficial de fallecidos supera los
20.000, aunque, con toda probabilidad, los datos reales de portadores y
difuntos son superiores.
La situación que hemos sufrido
estas últimas semanas es más propia de una película de terror que de hechos
reales ocurridos en pleno siglo XXI. Ahora nos dicen los expertos que hemos
superado el pico de la crisis y relativamente pronto comenzaremos la
desescalada. Después, con prudencia y sin prisa, habrá que volver de forma
gradual a la normalidad. Una nueva normalidad que no será la misma que tuvimos
hasta el 16 marzo, día que empezó el estado de alarma.
El coronavirus cogió a los
gobiernos de todo el mundo con el paso cambiado. Por eso, tardaron en
reaccionar varias semanas. El desconocimiento inicial de las características
del virus, su rápida capacidad de contagio y la falta de medios para
controlarlo generó una crisis humanitaria sin precedentes.
Ahora, que la situación sanitaria
empieza a estar más o menos controlada hay que pensar en el día de después y
ver cómo afrontar la debacle económica. Hay opiniones para todos los gustos.
Algunos dudan de la supervivencia del sistema capitalista como lo hemos
conocido hasta ahora. Para otros, como
el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Pompeu i Fabra, José
García Montalvo, “esta crisis no tiene nada que ver con la de 2008. En aquella
ocasión fue un problema interno de la banca que había podrido la economía. En
cambio, esta vez, es una crisis económica causada por un shock endógeno
como es la pandemia.
Para Joaquín Almunia que fue
comisario europeo y vicepresidente de la Comisión Europea de 2004 a 2014, que
vivió en directo la “Gran Recesión” que empezó en 2008, “esta crisis es muy
diferente”. “Ahora”, explica, “hay un problema de salud y lo prioritario es
reforzar el sistema sanitario en una crisis que todavía no sabemos las
consecuencias que va a tener y cuánto va a durar” “En esta ocasión tenemos una
paralización de la oferta que no tuvimos en la crisis anterior. No sabemos cuándo
va a rebotar la economía. Además, hay sectores como el turismo que no pueden
rebotar, lo que se pierda este año ya no se podrá recuperar. Es probable que
esto acabe en una recesión que creo será muy fuerte”, concluye el exdirigente
europeo.
“Ya es demasiado tarde para
evitar la recesión: estamos ante un frenazo masivo y repentino con efectos
devastadores” (…) “debemos hacer el máximo para evitar una depresión…” sostiene
Mohamed El Erian, Jefe Asesor Económico de Allianz.
En opinión de Alan Blinder, ex
número dos de la Reserva Federal, “mientras dure el parón todos los esfuerzos
de los gobiernos y bancos centrales han de ir encaminados a un único objetivo:
hacer todo lo posible para que se pueda salir de esta”.
Comentarios como esos se
pueden reproducir casi hasta el infinito; y es que todos los analistas
coinciden, por unanimidad, en que hay que salvar a las empresas y el empleo a
cualquier precio.
Desde luego, las previsiones
son demoledoras. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya ha advertido de la
inmensa gravedad de la situación. La economía global se contraerá un 3% en 2020
y eso es el mayor descalabro dese la Gran Depresión,1929-1930. Las previsiones
sobre España aún son peores, para nosotros el pronóstico es que el PIB caiga un
8%, habría que remontarse a la primera mitad del siglo para encontrar un
batacazo parecido.
En un principio, el Banco
Central Europeo (BCE) tuvo una reacción tibia, con muchos titubeos. Sin
embargo, pronto rectificó y puso en marcha un programa de compra de activos de
750.000 millones de euros.
Ante las dimensiones bíblicas
de la tragedia, la Comisión Europea, que preside Úrsula van de Leyen, ha
planteado una ampliación sin precedentes del presupuesto comunitario y destinar
los nuevos recursos a un histórico plan de reconstrucción de la economía de Europa.
De igual manera, la activación
preventiva de préstamos por 240.000 millones de euros que saldrán del fondo de
rescate permanente, conocido como Mecanismo de Estabilidad (MEDE), decidido por
el Eurogrupo, es un buen balón de oxígeno para las economías porque no se
imponen condiciones específicas para su obtención.
Las circunstancias son
excepcionales y, en consecuencia, las soluciones también han de ser
excepcionales. La solidaridad entre europeos está recogida en los Tratados de
constitución de la Unión y ha de ser un principio básico entre los pueblos.
Europa no puede ser tan solo un espacio de intereses ha de ser, sobre todo, un
espacio de corresponsabilidad y, por consiguiente, de solidaridad. Es el
momento de aunar esfuerzos y poner en marcha una economía de guerra, promover
la resistencia para reconstruir desde lo local hasta lo global.
Sería un gran avance, además
de una gran muestra de solidaridad, mutualizar la deuda que al final deje la
pandemia. De esa forma se evitaría hacer más grande la brecha norte sur. Asimismo,
se podrían establecer estrategias coordinadas entre los diferentes gobiernos
para elaborar un gran plan de choque que permitiera llevar a cabo la
recuperación en toda la UE.
Esa sería la mejor manera para
salir todos a una de este maldito atolladero, sin dejar nadie atrás.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
20/04/20
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