Pensaba que durante el tiempo
que dure la pandemia del Covid-19 no escribiría sobre las trapacerías del
independentismo catalán. Sin embargo, por decencia política y dignidad moral he
sentido la obligación de escribir esta columna.
Me equivoqué y di por hecho
que la unidad de acción de todas las administraciones estaría muy por encima de
las luchas partidistas y de los intereses espurios que en ocasiones se pueden
agazapar en determinados recovecos de la acción política. Santa inocencia la
mía. La miseria moral de algunos secesionistas es tan grande que no
desaprovechan la más mínima ocasión para señalar un enemigo exterior a quien
cargar todas las responsabilidades de los males que asolan Cataluña. Poco les
importa que el enemigo solo exista en su imaginación y los problemas que le
achacan, con frecuencia, sean fruto de su propia ineptitud política.
Justo es reconocer que, en esa
extraña habilidad de cargar a otros competencias propias, por aquí tenemos
grandes entendidos en la materia. El gran maestro fue, sin dudad alguna, Jordi
Pujol, que logró crear escuela. No obstante, de un tiempo para acá ha florecido
una interesante cantera, entre ellos destaca, Quim Torra, president del Govern
de la Generalitat que está mostrando maneras y, de seguir así, muy pronto se
convertirá en líder indiscutible de la falsedad y la maldad.
Cuando Pedro Sánchez decretó
el estado de alarma a Torra y su cohorte de acólitos les faltó tiempo para
hablar de un nuevo 155 encubierto; pero la ciudadanía no compró el argumento. Y
es que el president está obsesionado en convertir el problema de convivencia
que padecemos en Cataluña en un conflicto político internacional y para
lograrlo no se para en barras. Por eso, el pasado 19 de marzo, en una
entrevista en la BBC, demostró que su único interés era poner de manifiesto la
situación que vivimos los catalanes como la disputa entre dos entidades en pie
de igualdad soberana, es decir, dos estados.
Desde que se declaró la
pandemia, los mensajes responsabilizando a España de lo que pasaba y que al
“Estado español no el importaban los muertos catalanes” no han dejado de
circular en las redes sociales y en los medios de comunicación públicos y
subvencionados por el Govern que, en Cataluña son legión. En esa línea, la ANC
envío una carta a todos los cónsules acreditados en Barcelona en la que, entre
otras lindezas, les venía a decir que “con la independencia hubiera habido menos
muertos.” Además de responsabilizar a Madrid de la propagación del coronavirus.
Sencillamente demencial.
La crack, Laura Borrás, que es
la portavoz en el Congreso de JxCat, ha llegado a decir que “los uniformes que
necesitamos son los blancos, no los verdes, ni los de camuflaje,” y según ella
la receta mágica para todo que utiliza el Gobierno central es la “unidad de España.”
Pero lo más vergonzante de
todo son los palos a las ruedas que han puesto para que la Unidad Militar de
Emergencias (UME) no viniera a cooperar en Cataluña para salvar vidas.
Han intentado evitar por todos
los medios que se instalasen hospitales de campaña. Quizás el caso más
flagrante fue el de Sabadell. Allí cuestionaron el levantamiento de uno de esos
hospitales porque eran tiendas de campaña militares y exigieron que se
cambiaran las separaciones verdes “porque eran muy militares” por plafones blancos.
Sin comentarios. En Castelldefels paralizaron otro y han entorpecido la
desinfección de las residencias de la tercera edad, pero el Govern es incapaz
de hacerlo.
Siendo todo esto muy grave que
lo es, podríamos hacer un poco (solo un poco) la vista gorda, si el Govern de
la Generalitat hubiera mostrado una capacidad de acción, de eficacia y
eficiencia extraordinarias, pero lamentablemente los números de contagiados y
fallecidos en Cataluña hablan por sí solos.
Por esta vez es suficiente, en
otra ocasión comentaremos la gestión.
Bernardo Fernández
Publicado en El catalán
06/04/20
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