Nadie sabe con certeza como
afectara el Brexit a los europeos. No obstante, parece evidente que se va a
producir una regla de tres inversa, es decir, si al Reino Unido le va mal es
muy posible que los países de la UE cierren filas y Europa gane en cohesión, ya
se sabe aquello de que la unión hace la fuerza. En cambio, si a los británicos el
divorcio les va bien, más de un Gobierno de los componentes de la Unión querrá
aprovechar el rebufo y seguir el camino marcado desde Londres, y eso podría
suponer el principio del fin de la UE, tal y como la hemos conocido hasta
ahora.
De todas maneras, antes de que
algo de eso suceda, hay que jugar otro partido que puede hacer que lo del
Brexit resulte poco menos que intranscendente. Me estoy refiriendo a la
respuesta que desde Bruselas den a la pandemia del Covid-19.
Llueve sobre mojado. Cada día
que pasa resulta más obvio que la Unión está, cada vez, menos unida. Según el
artículo 168 del Tratado sobre el Funcionamiento de la Unión, “la Unión
garantizará un alto nivel de salud humana” y establece que “los Estados
miembros en colaboración con la Comisión coordinarán entre si sus políticas” y
que “el Parlamento Europeo y el Consejo podrán adoptar medidas destinadas a
proteger y mejorar la salud humana y, en particular, a luchar contra las
pandemias transfronterizas. También bajo el título “Clausulas de solidaridad”,
en el artículo 222 del mismo Tratado se afirma que “la Unión y los Estados
miembros actuarán conjuntamente y con espíritu de solidaridad cuando un Estado
miembro sea víctima de una catástrofe natural”.
Pues bien, no parece que los
mandatarios europeos estén teniendo en cuenta el citado Tratado sobre el
funcionamiento de la Unión, porque España, está en el epicentro de la pandemia,
lo mismo que e Italia y Francia ya nos sigue a corta distancia. Sin embargo,
los países europeos del norte miran hacia otro lado. La solidaridad hasta el
momento está siendo más bien escasa.
El impacto por contagio y
muertes por el Covid-19 es brutal y todas las acciones deben ir encaminadas a
proteger la salud de los ciudadanos. No obstante, hay hechos incontestables y
desde que se decretó el confinamiento, en nuestro país se destruyen 100.000
empleos cada día. Los expertos han empezado a hacer números y, aunque de manera
provisional, ya se apunta para este trimestre una caída del PIB del 12%. Pero
es que además España, depende de forma muy directa de la industria del
automóvil y del turismo y en esos sectores el desplome puede ser de lo nunca
visto, ni siquiera imaginado.
Es posible que casi todos los
gobiernos europeos, en un principio, reaccionaran de manera tibia. Quizás
pensaron que China estaba muy lejos y lo que allí sucedía nunca llegaría a
Europa. Pocos podían imaginar que la
globalización también tiene que ver con la salud en el concepto más amplio.
Sin embargo, hay que admitir que
finalmente la mayoría de los gobiernos de la UE se han puesto las pilas. El
Ejecutivo español reaccionó con un plan de choque de 200.000 millones de euros
y en la misma línea se han movido Francia y Alemania, Italia ya lo había hecho
con anterioridad porque fue el primer país de Europa en recibir el gran mazazo
de la pandemia.
En un principio Christine
Lagarde se mostró esquiva a que el Banco central europeo se movilizara para
acudir al recate de los más afectados. Sin embargo, en un Consejo de Gobierno
de urgencia se dio luz verde para que el BCE vuelva a la senda que marcó Mario
Draghi inyectando 750.000 millones de euros en activos públicos y privados,
dando así un poco de aire a las primas de riesgo de los países del sur que
estaban subiendo de manera alarmante.
Las críticas por la inacción
europea frente a la pandemia son prácticamente unánimes. Para el economista,
Antón Costas, expresidente del Círculo de Economía, “España no puede esperar a
que la UE rompa su irresponsable inacción” y añade “o Europa reacciona o hasta
los más convencidos europeístas veremos este proyecto con una mezcla de
decepción y amargura”. Tampoco se ha mordido la lengua el gobernador del Banco
de España, Pablo Hernández de Cos, para quien “hay que mutualizar la deuda”. En
la misma línea se ha expresado Unai Sordo actual líder de CCOO para quien
“Europa ha de demostrar que sirve para algo o su crisis de legitimidad será
brutal”.
Esta crisis es muy distinta a
la financiera de 2008. Entonces se puso de manifiesto que algunos gobiernos
habían permitido un relajamiento en los controles económico-financieros
excesivo y la burbuja inmobiliaria causó estragos; ahora no. La situación que
estamos viviendo es sobrevenida y ajena, en sus orígenes, a los manejos
especulativos de cualquier clase. Por eso es irritante la actitud de los países
del norte, en especial Alemania y Holanda.
La cuestión no es menor. Los
países del sur aspiran a mutualizar la deuda que está generando la pandemia y
esperan una respuesta ambiciosa de la UE. Pedro Sánchez ha hablado de un nuevo
Plan Marshall. En cambio, alemanes y holandeses, desde su teórica superioridad,
son partidarios de que cada cual afronte el envite por su cuenta.
Las espadas quedaron en alto tras
la reunión por videoconferencia que mantuvieron los líderes europeos el pasado
26 de marzo, Dentro de un par de semanas se han de volver a reunir, la solución
no se puede demorar mucho más. Quizás, para entonces, todos cederán algo y el
acuerdo se encuentre en una reinterpretación del Mecanismo Europeo de
Estabilidad (MEDE).
Me gustaría equivocarme,
aunque mucho me temo que, pacten lo que pacten, será, a todas luces,
insuficiente. Y si eso acaba siendo así, el jaque a Europa estará servido.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 31/03/20
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