Durante el tardofranquismo
fueron muchos los ciudadanos españoles que viajaron a Perpiñán para ver
películas y comprar libros que en nuestro país estaban prohibidos.
“El último tango en París”
dirigida por Bernardo Bertolucci y protagonizada en los principales papeles por
Marlon Brando y María Schneider fue, con toda probabilidad el filme que más
éxito cosechó.
La escena de la violación anal
de la mujer por el personaje masculino, utilizando un poco de mantequilla como
lubricante, y los desnudos femeninos enfocados frontalmente causaron un fuerte
impacto en la sociedad de la época. Quizás por eso, la película pasó a la
historia del cine como un hito de la ruptura de los moldes preestablecidos.
El pasado fin de semana, más
de cuarenta años después, Perpiñán ha vuelto a ser noticia, sobre todo en
Cataluña, pero en esta ocasión el motivo no ha tenido que ver ni con el arte ni
con nada que se le parezca. Al contrario, la razón del interés que ha suscitado
la bonita ciudad francesa ha sido el acto político organizado por el Consell de
la República; ese órgano amorfo creado por Carles Puigdemont que aspira a
convertir en el partido que aglutine a la mayoría independentista para arrinconar
a ERC, sus auténticos adversarios, pero mientras eso no ocurre a él le sirve
para dirigir a distancia la política catalana.
Lo bueno y mejor del
independentismo más radical acudió a la cita. Allí todos juntos vivieron otro
día histórico, retransmitido, naturalmente por TV3, “la nsotra”, la de todos
(la de todos los que piensan como ellos).
El acto fue el pistoletazo que
marcó el inicio de la precampaña electoral en Cataluña. Ciertamente, fue un
baño de masas para Puigdemont porque asistieron más de cien mil personas. Sin
embargo, se puso de manifiesto el cisma que existe entre el secesionismo
catalán puesto que la representación de ERC fue escasa y de segundo nivel.
Además del expresident fugado
hablaron personajes como Toni Comín y Clara Ponsatí. No voy a hacerles el favor
de comentar aquí sus discursos, porque sencillamente fueron además de
insultantes vomitivos, pero si quiero apuntar algún detalle. Por ejemplo, Puigdemont
llamó a “la lucha definitiva” y Ponsatí felicitó a los descerebrados que en
octubre ocuparon el aeropuerto y les invitó a proseguir en sus desmanes. Es
fácil incitar a la bulla y al alboroto cuando se está a miles de quilómetros y
se cobran nóminas de escándalo; total, si zurran la badana los que recibirán
serán los que están aquí. El problema es que algunos se lo creen y pasa lo que
pasa.
También se visionaron unos videos
de Marta Rovira y Oriol Junqueras muchos más pragmáticos y posibilistas pero
que tuvieron poco éxito entre la exaltada parroquia que, por cierto, no tuvo
reparos a la hora de comer churros españoles que unos avispados comerciantes
vendían en la concentración.
Al día siguiente Puigdemont encabezó una
comitiva que fue al cementerio de Colliure y allí, sobre la tumba de Antonio
Machado depositaron una estelada. Pero poco después llegaron al lugar miembros
el colectivo Juan de Mairena que al ver el símbolo independentista sobre el
poeta lo quitaron y afearon al expresident fugado y a su sequito su intento de
patrimonializarlo todo. Por fortuna el incidente no pasó a mayores, pero pone
de manifiesto la bajeza y falta de respeto de Carles Puigdemont y algunos de
sus seguidores.
Me ha comentado un conocido,
habitualmente muy bien informado, que mientras la película El último tango en
París estuvo en la cartelera la venta de mantequilla aumentó de manera
considerable. En política como en la vida, las cosas nunca ocurren porque sí. Por
eso, es muy probable que las intereses que han traído Carles Puigdemont nada
tengan que ver ni con el tango ni con los productos lácteos, pero sí con las
elecciones en Cataluña y ahí él marca la agenda, porque será Puigdemont quien
decida la fecha electoral y Quim Torra quien firmará la convocatoria y, como es
lógico, intentará que sea cuando peor la vaya a Junqueras.
La batalla por conseguir la
hegemonía independentista no ha hecho más que empezar.
Bernardo Fernández
Publicado en el Catalán
03/03/20
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