05 de març 2020

PERPIÑAN, LA MANTEQUILLA Y PUIGDEMONT


Durante el tardofranquismo fueron muchos los ciudadanos españoles que viajaron a Perpiñán para ver películas y comprar libros que en nuestro país estaban prohibidos.
“El último tango en París” dirigida por Bernardo Bertolucci y protagonizada en los principales papeles por Marlon Brando y María Schneider fue, con toda probabilidad el filme que más éxito cosechó.
La escena de la violación anal de la mujer por el personaje masculino, utilizando un poco de mantequilla como lubricante, y los desnudos femeninos enfocados frontalmente causaron un fuerte impacto en la sociedad de la época. Quizás por eso, la película pasó a la historia del cine como un hito de la ruptura de los moldes preestablecidos.
El pasado fin de semana, más de cuarenta años después, Perpiñán ha vuelto a ser noticia, sobre todo en Cataluña, pero en esta ocasión el motivo no ha tenido que ver ni con el arte ni con nada que se le parezca. Al contrario, la razón del interés que ha suscitado la bonita ciudad francesa ha sido el acto político organizado por el Consell de la República; ese órgano amorfo creado por Carles Puigdemont que aspira a convertir en el partido que aglutine a la mayoría independentista para arrinconar a ERC, sus auténticos adversarios, pero mientras eso no ocurre a él le sirve para dirigir a distancia la política catalana.
Lo bueno y mejor del independentismo más radical acudió a la cita. Allí todos juntos vivieron otro día histórico, retransmitido, naturalmente por TV3, “la nsotra”, la de todos (la de todos los que piensan como ellos).
El acto fue el pistoletazo que marcó el inicio de la precampaña electoral en Cataluña. Ciertamente, fue un baño de masas para Puigdemont porque asistieron más de cien mil personas. Sin embargo, se puso de manifiesto el cisma que existe entre el secesionismo catalán puesto que la representación de ERC fue escasa y de segundo nivel.
Además del expresident fugado hablaron personajes como Toni Comín y Clara Ponsatí. No voy a hacerles el favor de comentar aquí sus discursos, porque sencillamente fueron además de insultantes vomitivos, pero si quiero apuntar algún detalle. Por ejemplo, Puigdemont llamó a “la lucha definitiva” y Ponsatí felicitó a los descerebrados que en octubre ocuparon el aeropuerto y les invitó a proseguir en sus desmanes. Es fácil incitar a la bulla y al alboroto cuando se está a miles de quilómetros y se cobran nóminas de escándalo; total, si zurran la badana los que recibirán serán los que están aquí. El problema es que algunos se lo creen y pasa lo que pasa.
También se visionaron unos videos de Marta Rovira y Oriol Junqueras muchos más pragmáticos y posibilistas pero que tuvieron poco éxito entre la exaltada parroquia que, por cierto, no tuvo reparos a la hora de comer churros españoles que unos avispados comerciantes vendían en la concentración.
 Al día siguiente Puigdemont encabezó una comitiva que fue al cementerio de Colliure y allí, sobre la tumba de Antonio Machado depositaron una estelada. Pero poco después llegaron al lugar miembros el colectivo Juan de Mairena que al ver el símbolo independentista sobre el poeta lo quitaron y afearon al expresident fugado y a su sequito su intento de patrimonializarlo todo. Por fortuna el incidente no pasó a mayores, pero pone de manifiesto la bajeza y falta de respeto de Carles Puigdemont y algunos de sus seguidores.
Me ha comentado un conocido, habitualmente muy bien informado, que mientras la película El último tango en París estuvo en la cartelera la venta de mantequilla aumentó de manera considerable. En política como en la vida, las cosas nunca ocurren porque sí. Por eso, es muy probable que las intereses que han traído Carles Puigdemont nada tengan que ver ni con el tango ni con los productos lácteos, pero sí con las elecciones en Cataluña y ahí él marca la agenda, porque será Puigdemont quien decida la fecha electoral y Quim Torra quien firmará la convocatoria y, como es lógico, intentará que sea cuando peor la vaya a Junqueras.
La batalla por conseguir la hegemonía independentista no ha hecho más que empezar.

Bernardo Fernández
Publicado en el Catalán 03/03/20

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