18 de març 2020

DEBATES NOMINALES


Se ha convertido en un clásico: el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) lanza una idea sobre la articulación territorial del Estado y, en la España más jacobina, en la que se auto incluyen algunos líderes socialistas, eso suena a debacle ideológica, abren la caja de los truenos y se monta la Marimorena. Sin embargo, propuestas en ese ámbito, es algo que los socialistas catalanes vienen haciendo casi desde el minuto uno de su fundación, un ya muy lejano mes de julio de 1978
Eso es lo que sucedió a mediados del pasado mes de diciembre cuando el PSC hizo su XIV Congreso. En la ponencia política, al final del primer párrafo dice: “…reconocer Cataluña como nación y España como un estado plurinacional es nuestra manera de entender la unidad y la igualdad en la diversidad…” Yo no sé si este texto es tan perverso como para rasgarse las vestiduras, pero, en fin, cada cual es muy libre para hacer de su capa un sayo.
Sin embargo, para una buena parte de los expertos constitucionalistas la tesis de que España es una nación de naciones es perfectamente compatible con el artículo 2 de la Constitución que proclama “la indisoluble unidad de la Nación española…”
Obsérvese que, en nuestra Carta Magna, España tiene sentido tanto jurídico-político como cultural, mientras que a las naciones (solo) culturales que forman parte de la nación española se las denomina “nacionalidades”. Por lo tanto, España es una nación de nacionalidades (y regiones) o, si lo prefieren, una nación jurídico-político-cultural formada por naciones culturales. Dicho de otro modo, nación de naciones. (Disculpen este pequeño galimatías lingüístico).
Me parece importante resaltar aquí que ningún secesionista utiliza la expresión “España, nación de naciones”. Son los defensores de la unidad de nuestro país los que utilizan esa fórmula. No obstante, no debe confundirse la unidad política con la identidad nacional, porque la unidad política del Estado es de todo punto compatible con la pluralidad de identidades nacionales. Y eso es igual de válido, tanto para el conjunto de la nación jurídico-política como en el seno de las naciones culturales que la conforman.
Ahora bien, no todo el mundo es de la misma opinión. El catedrático en Derecho Constitucional y articulista, Francesc de Carreras, una de las cabezas mejor amuebladas de los comentaristas políticos de Cataluña, en un áspero artículo publicado en El País (17/1219) bajo el título “Las cuentas (y los cuentos) de Iceta”, sostiene que, “el argumentario de Iceta”, es decir del PSC, “además de equivocado es una frivolidad imprudente y sin fundamento”, para Carreras “nación y nacionalidad tienen significados distintos y tienen consecuencias distintas”. Y finaliza su columna con una tremenda diatriba: “Las cuentas de Iceta, además de equivocadas, son una frivolidad imprudente y sin fundamento. Siempre, pero más en esta materia y en estos tiempos, ello es una perturbación inoportuna. En términos constitucionales España es, pues, una nación integrada por nacionalidades y regiones no es una nación de naciones ni un Estado plurinacional, tal como aprobó el congreso del PSC …” Considero que aquí los comentarios están de más
Me ha parecido oportuno sacar ahora este tema a colación porque el frenazo que nos ha impuesto la pandemia del Covid-19 puede ser un buen momento para ver cómo, con demasiada frecuencia, se utilizan los medios de comunicación para desatar tormentas en un vaso de agua que, a los pocos días, quedan en nada. Pero ya se ha generado crispación y después cuesta mucho volver a la normalidad.
De todas formas, sería conveniente que hiciéramos un uso muy medido de las palabras, porque no acaba de quedar claro que se quiere decir cuando se dice que Cataluña es una nación y no se añade nada más. Con toda seguridad no es lo mismo para un independentista, para un militante socialista o para una persona que vota a Vox -pongamos por caso-. Por eso, sería bueno que antes de lanzarnos al debate, dibujáramos con absoluta nitidez las líneas del terreno de juego. O sea, dejar claro si lo que queremos es hablar de nación política, cultural, de patria o preferimos apelar a conceptos étnicos. Porque si no definimos, previamente, sobre que queremos discutir nos perderemos en una jungla de conceptos y vaguedades.
Para muchos teóricos de la política la verdad de un concepto no está en él mismo sino es sus consecuencias. A mi juicio, en vez de perdernos en debates nominales, es mucho más interesante saber a priori que pude suponer aplicar un nombre a algo. ¿En qué nos beneficia o perjudica decir que Cataluña es una nación? Definamos primero con claridad el concepto y la trascendencia que pueda tener; es decir, ¿vamos a tener más derechos, más competencias o mejor financiación si somos nación? Porque si no somos capaces de especificar cuáles son las ventajas o inconvenientes de nuestra propuesta nos quedaremos en la ambigüedad y la indefinición y, para eso, no vale la pena meterse en ese jardín.

Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 17/03/20

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