Se ha convertido en un
clásico: el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) lanza una idea sobre
la articulación territorial del Estado y, en la España más jacobina, en la que
se auto incluyen algunos líderes socialistas, eso suena a debacle ideológica, abren
la caja de los truenos y se monta la Marimorena. Sin embargo, propuestas en ese
ámbito, es algo que los socialistas catalanes vienen haciendo casi desde el
minuto uno de su fundación, un ya muy lejano mes de julio de 1978
Eso es lo que sucedió a
mediados del pasado mes de diciembre cuando el PSC hizo su XIV Congreso. En la
ponencia política, al final del primer párrafo dice: “…reconocer Cataluña como
nación y España como un estado plurinacional es nuestra manera de entender la
unidad y la igualdad en la diversidad…” Yo no sé si este texto es tan perverso como
para rasgarse las vestiduras, pero, en fin, cada cual es muy libre para hacer
de su capa un sayo.
Sin embargo, para una buena
parte de los expertos constitucionalistas la tesis de que España es una nación
de naciones es perfectamente compatible con el artículo 2 de la Constitución
que proclama “la indisoluble unidad de la Nación española…”
Obsérvese que, en nuestra
Carta Magna, España tiene sentido tanto jurídico-político como cultural,
mientras que a las naciones (solo) culturales que forman parte de la nación
española se las denomina “nacionalidades”. Por lo tanto, España es una nación
de nacionalidades (y regiones) o, si lo prefieren, una nación jurídico-político-cultural
formada por naciones culturales. Dicho de otro modo, nación de naciones.
(Disculpen este pequeño galimatías lingüístico).
Me parece importante resaltar
aquí que ningún secesionista utiliza la expresión “España, nación de naciones”.
Son los defensores de la unidad de nuestro país los que utilizan esa fórmula.
No obstante, no debe confundirse la unidad política con la identidad nacional,
porque la unidad política del Estado es de todo punto compatible con la
pluralidad de identidades nacionales. Y eso es igual de válido, tanto para el
conjunto de la nación jurídico-política como en el seno de las naciones
culturales que la conforman.
Ahora bien, no todo el mundo
es de la misma opinión. El catedrático en Derecho Constitucional y articulista,
Francesc de Carreras, una de las cabezas mejor amuebladas de los comentaristas
políticos de Cataluña, en un áspero artículo publicado en El País (17/1219)
bajo el título “Las cuentas (y los cuentos) de Iceta”, sostiene que, “el
argumentario de Iceta”, es decir del PSC, “además de equivocado es una
frivolidad imprudente y sin fundamento”, para Carreras “nación y nacionalidad
tienen significados distintos y tienen consecuencias distintas”. Y finaliza su
columna con una tremenda diatriba: “Las cuentas de Iceta, además de
equivocadas, son una frivolidad imprudente y sin fundamento. Siempre, pero más
en esta materia y en estos tiempos, ello es una perturbación inoportuna. En
términos constitucionales España es, pues, una nación integrada por
nacionalidades y regiones no es una nación de naciones ni un Estado
plurinacional, tal como aprobó el congreso del PSC …” Considero que aquí los
comentarios están de más
Me ha parecido oportuno sacar
ahora este tema a colación porque el frenazo que nos ha impuesto la pandemia
del Covid-19 puede ser un buen momento para ver cómo, con demasiada frecuencia,
se utilizan los medios de comunicación para desatar tormentas en un vaso de
agua que, a los pocos días, quedan en nada. Pero ya se ha generado crispación y
después cuesta mucho volver a la normalidad.
De todas formas, sería conveniente
que hiciéramos un uso muy medido de las palabras, porque no acaba de quedar claro
que se quiere decir cuando se dice que Cataluña es una nación y no se añade
nada más. Con toda seguridad no es lo mismo para un independentista, para un
militante socialista o para una persona que vota a Vox -pongamos por caso-. Por
eso, sería bueno que antes de lanzarnos al debate, dibujáramos con absoluta
nitidez las líneas del terreno de juego. O sea, dejar claro si lo que queremos es
hablar de nación política, cultural, de patria o preferimos apelar a conceptos
étnicos. Porque si no definimos, previamente, sobre que queremos discutir nos
perderemos en una jungla de conceptos y vaguedades.
Para muchos teóricos de la
política la verdad de un concepto no está en él mismo sino es sus
consecuencias. A mi juicio, en vez de perdernos en debates nominales, es mucho
más interesante saber a priori que pude suponer aplicar un nombre a algo. ¿En
qué nos beneficia o perjudica decir que Cataluña es una nación? Definamos
primero con claridad el concepto y la trascendencia que pueda tener; es decir,
¿vamos a tener más derechos, más competencias o mejor financiación si somos
nación? Porque si no somos capaces de especificar cuáles son las ventajas o
inconvenientes de nuestra propuesta nos quedaremos en la ambigüedad y la indefinición
y, para eso, no vale la pena meterse en ese jardín.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
17/03/20
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