29 de gener 2020

LUCES LARGAS PARA NEGOCIAR


A Pedro Sánchez se le podrán criticar muchas cosas, pero nadie puede negar que, para arreglar el conflicto catalán, le está poniendo ganas.
Dice el adagio popular que hay que “hacer de la necesidad virtud” y es posible que el presidente del Gobierno, vista la aritmética parlamentaria surgida de las elecciones del 10 N, tome iniciativas que en otras circunstancias no tomaría, pero es que “la política es el arte de lo posible”, apunta otro conocido refrán.
En ese estado de cosas hay que enmarcar la reunión que tendrán en breve Sánchez y Torra, ahora en el aire por la decisión del Tribunal Supremo de inhabilitar como diputado al segundo hasta que haya una sentencia firme sobre su posible inhabilitación.
Con el mismo objetivo, el Gobierno está preparando una amplia reforma el Código Penal en la que se piensa incluir una revisión de los delitos de rebelión y sedición que podría comportar una rebaja en las penas de esos delitos. A nadie se le escapa que ese eventual cambio en la legislación podría beneficiar a los condenados por el procés. Comprendo que sea una iniciativa que levante rechazo, pero nadie debería rasgarse las vestiduras porque cuando hay un problema hay que darle solución, y cuando se negocia todas las partes deben ceder.
Ante esta situación, a los que no lo tienen claro les pregunto: la solución para solventar el problema entre Cataluña y el resto de España, ¿Cuál es? ¿mano dura? ¿meter más gente en la cárcel? Sinceramente, yo creo que no. En mi opinión sólo con diálogo, negociación y pacto se podrá llegar a una solución válida para un par de generaciones.
Y mucho me parece que esa es la idea que han interiorizado algunas de las cabezas pensantes de La Moncloa, no sé si todas.
Desde luego no será fácil. Habrá que sentarse a dialogar con los mismos que se negaron a hacerlo en septiembre de 2017 en el Parlament de Cataluña y con los que de forma chulesca han dicho “ho tornarem a fer” (“lo volveremos a hacer”).
Por eso, los negociadores harán bien en poner las luces largas y no atender a los cantos de sirena que reclamarán inmediatez y contundencia. Entre la España no democrática de Vox, sus palmeros y el Estado desintegrado que quieren los hiperventilados del independentismo, hay una zona intermedia, más templada y nada radical en la que se ubica una mayoría de la sociedad de aquí y de allí, que lo que quiere, en definitiva, es un proyecto de vida con expectativas francas de mejora para ellos y los que nos han de suceder. Y para eso es necesario un entorno sociopolítico fiable que sólo es posible desde unas instituciones sólidas con unos gobernantes volcados en lograr mejoras en la calidad de vida de la ciudadanía y no entretenidos con bagatelas tan quiméricas como absurdas.
Con este panorama de fondo, sería deseable que todo el mundo, incluidos los secesionistas, optase por la moderación. Declaraciones como las del vicepresidente Pere Aragonés diciendo que en la reunión de Sánchez y Torra se hablará de independencia no ayudan en nada y son una provocación. Los máximos mandatarios hablarán de lo que consideren oportuno, pero Aragonés no es quién para hacer el orden del día,
Sobre la base de reforzar el gobierno autonómico dentro de la Constitución, suavizar las condenas de los presos, mediante un indulto o reformado el código penal, y, finalmente, redactando y votando un nuevo Estatuto, hay un gran camino a recorrer que nos puede devolver a los mejores estadios de convivencia, fraternidad y solidaridad por los que ya habíamos transitado antes de que unos visionarios patéticos y unos políticos ciegos y sordos lo echaran todo a rodar.
Por principio, me niego a aceptar como válida la sentencia que lanzó José Ortega y Gasset desde la tribuna del Congreso en el debate sobre el Estatuto de Cataluña el 13 de mayo de 1932, cuando dijo:” … el problema catalán es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar …”
Con todo el respeto y aunque contradiciendo al gran pensador Ortega y Gasset, creo, firmemente, que el acuerdo es posible.
Ahora, si quieren, llámenme ingenuo.


Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 27/01/20


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