Por fin, el Congreso de los
Diputados ha investido a Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. Ahora, el
flamante nuevo presidente nombrará su Ejecutivo. Un Gabinete que, por primera
vez, desde que se recuperó la democracia en España, será de coalición. Estará
formado por socialdemócratas y fuerzas políticas teóricamente más a la
izquierda. Algo nada habitual en el entorno político más cercano. Para
encontrar alianzas similares nos tenemos que remontar a la época de Françoise Mitterrand;
el líder socialista francés constituyó un Gobierno de socialistas y comunistas.
Más recientemente, en Grecia, Alexis Tsipras presidió un Ejecutivo de coalición
constituido por diversas formaciones de izquierda radical.
Es verdad que a buena parte de
la ciudadanía no le ha gustado el acuerdo entre PSOE y ERC para investir a
Pedro Sánchez. Y, para ser sinceros, a mí tampoco. No obstante, hay que
reconocer que una de las esencias de la política es el pacto entre diferentes,
y eso es lo que ha sucedido en esta ocasión. Es cierto que había otras
alternativas, pero ésta era la única viable. Desde la misma noche electoral del
10 N, el PP lo dejó muy claro, y después lo han repetido de forma machacona: ni
por activa ni por pasiva se podía contar con ellos para la investidura del
líder socialista.
Parece que los diversos pactos
a que han tenido que llegar los socialistas, incluido el de ERC, para lograr la
investidura de Pedro Sánchez, llevan implícito un principio de acuerdo para
aprobar los presupuestos de 2020. Si eso es así, habrá sido un gran avance,
porque tener unos presupuestos vigentes que no sean prorrogados va a dar como
mínimo un año de estabilidad política, que buena falta hace. De todos modos, el
nuevo Gobierno deberá hilar muy fino y practicar mucha diplomacia política para
lograr acuerdos transversales que permitan lograr un mínimo de tranquilidad y sacar
al país del atolladero en que se encuentra
Será muy difícil, pero la
oportunidad es histórica y vale la pena intentarlo. El nuevo Ejecutivo va a
encontrar una montaña de cuestiones, todas ellas igual de urgentes e
importantes, pendientes de solución.
Ante la previsible fragilidad
del nuevo Gobierno, debida a la falta de una mayoría sólida que le de soporte
en el Congreso, en mi opinión, Pedro Sánchez debería poner sobre la mesa media
docena de asuntos de Estado y convocar a los agentes sociales y a las fuerzas
vivas de la sociedad civil. Eso haría que los partidos de la oposición, como
mínimo, se sentasen a dialogar. Estamos en tiempos difíciles y es necesario
acometer reformas en profundidad que deberían ser respaldadas por el mayor
número posible de actores políticos. Esa sería la mejor forma de darles la
máxima legitimidad.
Como ocurrió en la Transición,
en España necesitamos un gran proyecto político que nos dé un nuevo impulso.
Sólo así dejaremos el terreno desbrozado para hacer las cosas más llevaderas a
las dos o tres generaciones siguientes.
Digan lo que digan los
profetas del derrotismo y el apocalipsis España es un gran país y gozamos de
una de las democracias plenamente consolidada. Tenemos un Estado social y de derecho
sólido, unas infraestructuras bien dotadas y unos servicios sociales que en
algún caso son referencia mundial, además, de una economía abierta reconocida
internacionalmente. No obstante, hace falta un nuevo relato porque en eso el
independentismo catalán nos ha ganado de calle.
Ha llegado el momento de
superar el círculo de empobrecimiento intelectual a que hemos estado sometidos
en los últimos años y dejar de lado las pequeñas miserias a la que nos han
llevado el maniqueísmo de algunos políticos. Vivimos en una sociedad madura que
lo ha demostrado siempre que ha sido necesario. Hay que poner en valor nuestro
modelo de convivencia, abierto, plural y diverso, integrador con los que vienen
de fuera, tolerante, europeo y cosmopolita.
Este Gobierno de coalición, el
primero de estas características desde la Segunda República, es una oportunidad
histórica para poner en valor las grandes virtudes que atesora la ciudadanía,
pero es necesario que alguien las dignifique y las ponga en el frontispicio de
nuestro edificio social, para que seamos conscientes de nuestras capacidades y
posibilidades. Por eso, malbaratar esta ocasión sería imperdonable.
Bernardo Fernández
Publicado en e noticies
08/01/20
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