04 de febrer 2020

AQUELARRE "INDEPE"


Siento indignación y vergüenza cuando veo lo que sucede en el Parlament de Cataluña. Los parlamentos son, por definición, templos de la palabra. Sin embargo, el catalán desde que cayó en manos de la mayoría independentista, se ha convertido en una caja de resonancia de sus caprichos, un lugar donde con frecuencia se desprecian los derechos de las minorías y en el escenario preferido de los secesionistas para llevar a cabo sus performances. En aquel respetable hemiciclo JxCat y ERC igual se hacen arrumacos como dos tortolitos, que se baten en duelo para conservar el poder unos y para lograrlo los otros, como si la Cámara catalana fuera el OK Salón.
No hace falta tirar de hemerotecas para comprobar que no exagero. El pasado lunes, día 27, después de que el secretario del Parlament Xavier Muro le retirara el acta de diputado a Quim Torra, en cumplimiento de un fallo del Tribunal Supremo, los independentistas volvieron a ofrecer un espectáculo repulsivo.
Los enfrentamientos entre las familias secesionistas pusieron de manifiesto la división existente entre ellos. La crispación vivida durante la sesión plenaria, no sólo afecta a la ya maltrecha imagen del Parlament, también afecta al conjunto de instituciones catalanas, porque se proyecta una imagen de país tercermundista incapaz de autogobernarse. Y, como consecuencia, se pone en tela de juicio la capacidad política de los actuales gobernantes que se muestran incapaces de gestionar de forma adecuada una situación, ciertamente, delicada, pero a la que se ha llegado por la chulería infantilista del máximo responsable de la Generalitat, Quim Torra, jaleado por sus acólitos.
Hasta tal punto llegó el desencuentro que ni fueron capaces de aprobar los presupuestos del propio Parlament que ya habían pactado días antes. Tampoco los diputados de ERC aplaudieron y jalearon al president como viendo siendo habitual cuando éste finaliza una intervención.
El cruce de reproches fue tal y el desbarajuste de tanta dimensión que el president de la Cámara, Roger Torrent aplazó el pleno hasta la semana siguiente para intentar salvar los muebles y poder, aunque sea de manera precaria, recomponer la unidad, al menos de forma aparente.
Por si los sufridos ciudadanos no habíamos tenido bastante, para el martes siguiente tenían preparado otro show, pero con otro guion. Esta vez tocaba la comparecencia de seis de los políticos encarcelados por la sentencia del procés, en la comisión creada en el Parlament para investigar los efectos que tuvo la aplicación del 155.
En mi opinión, y con los avances tecnológicos de hoy en día, hubiera sido muy razonable que hicieran sus intervenciones por video conferencia. Sin embargo, no fue así. Tuvieron que asistir en persona y, como no podía ser de otra forma montaron otro aquelarre “indepe” en otro día histórico -uno más-.
Para empezar, cambiaron la reunión del Consell Executiu, que se reúne los martes al miércoles, para que el Govern en pleno asistiera al espectáculo. Una vez llegados los condenados al Parlament, y tras un recibimiento popular más que discreto, por poco más de un centenar de palmeros, fueron recibidos por los que comparten con ellos ideología y pesebre con alfombra roja, abrazos, aplausos, vítores y toda la parafernalia que imaginarse pueda. Sólo les faltó, a la salida, de regreso a la cárcel, dar la vuelta al ruedo y salir a hombros. Eso sí, a falta de tradición taurina entonaros “els segadors”.
Las declaraciones de los comparecientes no aportaron nada nuevo: el “ho tornarem a fer” fue una constante en todas las declaraciones y están convencidos que no hicieron nada mal hecho y que persistirán en la autodeterminación y en otro referéndum. El más lucido fue Oriol Junqueras, para quien estar en prisión es una inversión, y entre otras cosas dijo que “no condicionarían nunca le diálogo por estar en la cárcel”. También, en otro momento de su intervención, aunque se mostró escéptico consideró que “la mesa de diálogo (con el Gobierno) es un paso adelante, porque es la primera vez que se reconoce la existencia de un conflicto político…”
Al menos, en esta ocasión la trifulca independentista se ha resuelto con rapidez. El pasado miércoles a mediodía, Quim Torra entonó el canto del cisne. En una declaración institucional trufada de insultos y amenazas a todos los que no son suyos, suyos; anunció que la legislatura está agotada. En consecuencia, una vez aprobados los presupuestos (algo que ocurrirá, previsiblemente, entre finales de marzo y primeros de abril), convocará elecciones.
Ante esta sucesión de acontecimientos, hay quien opina que el procés ha muerto. Es posible. De todos modos, estemos preparados porque los últimos estertores pueden ser peligrosos.

Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán 02/02/20
 

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