“La política es el arte de lo posible”, dice
un conocido proverbio popular. En efecto, y parece que, por fin, lo han
entendido los líderes de la izquierda de este país. Si tras las elecciones del
28 A estuvieron casi cinco meses negociando y no fue posible ni un pacto a la
portuguesa ni formar Gobierno; ahora, tras los comicios del 10 N, en 48 horas
han llegado a un principio de acuerdo para desbloquear la situación. Quizás es
que le han visto las orejas al lobo que, en esta ocasión, venía disfrazado de
extrema derecha.
Ya, en la misma noche de las
elecciones, los gurús de La Moncloa entendieron que con 120 diputados no se
puede gobernar. Por eso, cuando pedro Sánchez salió al balcón de la sede del
PSOE en la calle Ferraz de Madrid, para saludar a los militantes y
simpatizantes allí concentrados dijo: “esta vez sí o sí formaremos Gobierno”,
toda una declaración de intenciones. Y, casi de inmediato, se iniciaron los
contactos con Unidas Podemos.
Admito que no me gusta Pablo
Iglesias como político, ni por su trayectoria al frente de Podemos, ni por la
radicalidad simplista de muchos de sus planteamientos. No obstante, hay que
reconocer que, tanto en la campaña del 28 A, como ahora en la del 10 N,
Iglesias ha hecho propuestas sensatas y razonables; entonces, ¿por qué no darle
un voto de confianza? Al fin y al cabo, no hay mucho más donde escoger en el
tablero político nacional.
De todas formas, el pacto
PSOE-Unidas Podemos es insuficiente para lograr la investidura de Pedro Sánchez.
En consecuencia, se necesitará la colaboración de hasta una quincena de grupos o
grupúsculos políticos para que diputado por diputado den su voto, pero es que,
aún y así, hará falta algo más. Y ese algo más, descartada la colaboración del
PP por razones bastante obvias, hace que tenga que ser ERC quien con su
abstención permita que Sánchez sea investido en segunda vuelta.
Ante esta situación se han
levantado voces en el PSOE, especialmente entre los barones, mostrando su
inquietud por un posible pacto con los de Junqueras. Razón no les falta. Los
pseudorepublicanos catalanes no son de fiar. Basta echar un vistazo a su
historia más reciente para certificar esa dura afirmación. Ellos votaron no,
igual que el PP al Estatuto de Cataluña del 2006, dinamitaron el primer tripartito
presidido por Pasqual Maragall y ningunearon a José Montilla como president de
la Generalitat. Después, no han tenido ningún empacho en pactar con la derecha
rancia, primero de CiU y luego del PDCAT, a principios de este año negaron con
su voto la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Ahora, y
eso que dicen ser de izquierdas, están preparando la tramitación, en el
Parlament de Cataluña, de un Proyecto de Ley de contratos y servicios a
personas, conocido con la “Ley Aragonés” -porque el vicepresidente del Govern
que es de Esquerra e impulsor de esa medida se llama Pere Aragonés-, mediante
la cual se podrán externalizar hasta 250 servicios públicos de la órbita de la sanidad
o de la educación. Por lo tanto, son unos personajes políticos que cuanto más
lejos mejor.
Sin embargo, como dice un adagio,
también muy conocido hay que “hacer de la necesidad, virtud” y, o se pacta con
ERC para que Pedro Sánchez siga en La Moncloa, o vamos a unas nuevas
elecciones. Y, si eso llegara a suceder, existen muchas probabilidades de que
la derecha vuelva al poder y, esta vez, con la colaboración inestimable de la
derecha extrema, es decir, Vox.
La ciudadanía se pronunció con
rotundidad el pasado 28 A. sin embargo, todo indica que entonces los políticos
no entendieron el mensaje. El 10 N los electores se volvieron a pronunciar,
prácticamente con la misma claridad y contundencia. Desoírlos de nuevo sería,
además de una tremenda falta de respeto, una gravísima irresponsabilidad
política y si alguien lo hiciera sería indigno de representar a nadie.
Por lo tanto, si se llegase a
ese extremo, lo más razonable sería que si algún político no se siente con
fuerzas para dialogar acordar y pactar que dé un paso atrás para que otro ocupe
su lugar y llegue a los acuerdos y pactos que su antecesor no haya sabido o podido
alcanzar. El país lleva demasiado tiempo bloqueado, así no podemos seguir y,
desde luego, la ciudadanía no se lo merece.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
21/11/19
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