06 de juliol 2019

INVESTIDURA INCIERTA


Según anunció días atrás la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, el debate de investidura se iniciará el próximo día 22. Habrán pasado, pues, casi tres meses desde la fecha de las elecciones. En ese tiempo hemos tenido que afrontar elecciones municipales, europeas y autonómicas en doce comunidades.

Los ciudadanos ya cumplimos con nuestra obligación: ir a votar. Ahora corresponde a los políticos leer correctamente los resultados y actuar en consecuencia.

A la vista de los resultados electorales del pasado 28-A, las consecuencias no deberían ser otras que investir a un presidente de Gobierno que tenga el suficiente respaldo parlamentario para formar un Ejecutivo capaza de sacar al país del atolladero en que llevamos empantanados desde hace años.

No lo tiene fácil Pedro Sánchez para lograr los apoyos necesarios para su investidura, las posiciones de los diversos grupos políticos parecen muy enrocadas. Ahora bien, ha sido poner fecha al debate y las cosas han empezado a moverse.

Además, al líder socialista le ha venido como agua de mayo la publicación del último Barómetros del CIS. Según ese estudio, de los cuatro partidos de ámbito estatal, de llevarse a cabo unas nuevas elecciones, el más beneficiado sería el PSOE, Ciudadanos quedaría igual y PP y Unidas Podemos bajarían entre dos y tres puntos respectivamente.

En los comicios de abril derecha e izquierda empataron en votos. En cambio, si ahora hubiera nuevas elecciones, las encuestas apuntan que PSOE y Unidas Podemos quedarían unos cuatro puntos por delante del PP, Ciudadanos y Vox y Sánchez tendría más fácil formar Gobierno.

Como es lógico estos números refuerzan la posición de Pedro Sánchez, pero hasta un cierto punto. Unidas Podemos acusa un desgaste, pero no está en caída libre. Por consiguiente, arriesgarlo todo a otras elecciones sería como jugar a la ruleta rusa: el PSOE es el que tiene mejores perspectivas, pero a la vez el que más arriesgaría.

Disculpen mi atrevimiento, pero con este trabajo demoscópico sobre la mesa, me atrevo a vaticinar que este mes de julio habrá Gobierno.

En este contexto, los desafíos que deberá afrontar el próximo Ejecutivo serán muchos y muy importantes. Por eso, será necesaria una mayoría parlamentaria muy sólida que pueda tirar adelante una serie de reformas en las que está en juego nuestro futuro. Y una cosa es una mayoría para una cuestión puntual y otra, muy diferente, aglutinar esa mayoría entrono a un proyecto durante cuatro años.

Urge afrontar un paquete de medidas en el que se incluyan la cuestión territorial, el mercado de trabajo, la educación, las pensiones, la transición energética, la financiación autonómica y una reforma fiscal que sea justa y equitativa. La convivencia está en juego y eso es algo que sólo se podrá afrontar desde la justicia social y la defensa de la igualdad desde la diversidad.

En este contexto, el PNV, que fue determinante en la moción de censuras, ya ha mostrado su disponibilidad para llegar a acuerdos con los socialistas. Tanto si se constituye un Gobierno de coalición como si no. Como políticos de largo recorrido que son, lo que quieren es negociar a partir de unos ejes programáticos.

Justo lo que el resto de las formaciones no han planteado todavía. La cuestión, en estos momentos, no debería ser que se va a votar, sino que programa se va a proponer. Ese debería ser el punto de arranque de cualquier negociación. Tiempo habrá para decidir el sentido del voto en función de los acuerdos a que se haya llegado.

Es evidente que cuatro años no se podrán culminar remodelaciones de tanta envergadura. Por eso, es necesario elaborar una hoja de ruta sensata, veraz y creíble. Por suerte, vivimos en una sociedad madura, harta de los falsos flautistas de Hamelin y cansada de los cantos de sirena. Si las cosas se hacen con rigor y, sobre todo, con honestidad siempre se podrán comprender, incluso disculpar los errores. Si por el contrario se va de frívolo las cosas se complicarán.

La fecha de la investidura se ha propuesto teniendo en cuenta que de resultar fallida habría que ir a nuevas elecciones y que, llegado el caso, serían el diez de noviembre. Eso significaría tener que esperar al mes de enero del año próximo para formar un Gobierno efectivo. En mi opinión, es un lujo que no nos podemos permitir.

En consecuencia, crucemos los dedos, y si alguno de ustedes es creyente, y lo considera oportuno, rece una novena al santo que más fe tenga.



Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 05/07/19

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