Según anunció días atrás la
presidenta del Congreso, Meritxell Batet, el debate de investidura se iniciará
el próximo día 22. Habrán pasado, pues, casi tres meses desde la fecha de las
elecciones. En ese tiempo hemos tenido que afrontar elecciones municipales,
europeas y autonómicas en doce comunidades.
Los ciudadanos ya cumplimos
con nuestra obligación: ir a votar. Ahora corresponde a los políticos leer
correctamente los resultados y actuar en consecuencia.
A la vista de los resultados
electorales del pasado 28-A, las consecuencias no deberían ser otras que
investir a un presidente de Gobierno que tenga el suficiente respaldo
parlamentario para formar un Ejecutivo capaza de sacar al país del atolladero
en que llevamos empantanados desde hace años.
No lo tiene fácil Pedro
Sánchez para lograr los apoyos necesarios para su investidura, las posiciones
de los diversos grupos políticos parecen muy enrocadas. Ahora bien, ha sido
poner fecha al debate y las cosas han empezado a moverse.
Además, al líder socialista le
ha venido como agua de mayo la publicación del último Barómetros del CIS. Según
ese estudio, de los cuatro partidos de ámbito estatal, de llevarse a cabo unas
nuevas elecciones, el más beneficiado sería el PSOE, Ciudadanos quedaría igual
y PP y Unidas Podemos bajarían entre dos y tres puntos respectivamente.
En los comicios de abril
derecha e izquierda empataron en votos. En cambio, si ahora hubiera nuevas
elecciones, las encuestas apuntan que PSOE y Unidas Podemos quedarían unos
cuatro puntos por delante del PP, Ciudadanos y Vox y Sánchez tendría más fácil
formar Gobierno.
Como es lógico estos números
refuerzan la posición de Pedro Sánchez, pero hasta un cierto punto. Unidas
Podemos acusa un desgaste, pero no está en caída libre. Por consiguiente,
arriesgarlo todo a otras elecciones sería como jugar a la ruleta rusa: el PSOE
es el que tiene mejores perspectivas, pero a la vez el que más arriesgaría.
Disculpen mi atrevimiento,
pero con este trabajo demoscópico sobre la mesa, me atrevo a vaticinar que este
mes de julio habrá Gobierno.
En este contexto, los desafíos
que deberá afrontar el próximo Ejecutivo serán muchos y muy importantes. Por
eso, será necesaria una mayoría parlamentaria muy sólida que pueda tirar
adelante una serie de reformas en las que está en juego nuestro futuro. Y una
cosa es una mayoría para una cuestión puntual y otra, muy diferente, aglutinar
esa mayoría entrono a un proyecto durante cuatro años.
Urge afrontar un paquete de medidas
en el que se incluyan la cuestión territorial, el mercado de trabajo, la
educación, las pensiones, la transición energética, la financiación autonómica
y una reforma fiscal que sea justa y equitativa. La convivencia está en juego y
eso es algo que sólo se podrá afrontar desde la justicia social y la defensa de
la igualdad desde la diversidad.
En este contexto, el PNV, que
fue determinante en la moción de censuras, ya ha mostrado su disponibilidad
para llegar a acuerdos con los socialistas. Tanto si se constituye un Gobierno
de coalición como si no. Como políticos de largo recorrido que son, lo que
quieren es negociar a partir de unos ejes programáticos.
Justo lo que el resto de las
formaciones no han planteado todavía. La cuestión, en estos momentos, no
debería ser que se va a votar, sino que programa se va a proponer. Ese debería
ser el punto de arranque de cualquier negociación. Tiempo habrá para decidir el
sentido del voto en función de los acuerdos a que se haya llegado.
Es evidente que cuatro años no
se podrán culminar remodelaciones de tanta envergadura. Por eso, es necesario
elaborar una hoja de ruta sensata, veraz y creíble. Por suerte, vivimos en una
sociedad madura, harta de los falsos flautistas de Hamelin y cansada de los
cantos de sirena. Si las cosas se hacen con rigor y, sobre todo, con honestidad
siempre se podrán comprender, incluso disculpar los errores. Si por el
contrario se va de frívolo las cosas se complicarán.
La fecha de la investidura se
ha propuesto teniendo en cuenta que de resultar fallida habría que ir a nuevas
elecciones y que, llegado el caso, serían el diez de noviembre. Eso
significaría tener que esperar al mes de enero del año próximo para formar un
Gobierno efectivo. En mi opinión, es un lujo que no nos podemos permitir.
En consecuencia, crucemos los
dedos, y si alguno de ustedes es creyente, y lo considera oportuno, rece una
novena al santo que más fe tenga.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
05/07/19
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada