30 de juliol 2019

BUENA GENTE


El Sea Watch 3 es un barco propiedad de una organización humanitaria capitaneado por Carola Rakete, una joven de treinta y un años, que llevaba diecisiete días a la deriva en el Mediterráneo con 40 inmigrantes rescatados en el mar con pocos víveres, poca agua y menos medicamentos. Por si fuera poco, algunos de los rescatados presentaban serios problemas de salud. La situación a bordo empezaba a ser dramática. En esas circunstancias, la capitana tomó una decisión: dirigirse a la isla italiana de Lampedusa y atracar en su puerto.

La pregunta es obvia: ¿por qué no lo hizo antes? La respuesta también: porque el ministro del interior italiano y líder de La Liga, el filofascista Matteo Salvini, había amenazado con una “posible condena de 10 años de cárcel y una multa de 50.000 euros a los que se atrevan a llegar a las costas de su país con inmigrantes”.

No habían pasado ni veinticuatro horas cuando otro navío de otra ONG desembarcaba 41 personas en condiciones casi idénticas a las que llevó Carola Rackete. A Salvini le ha salido el tiro por la culata porque el valiente gesto de Rackete ha servido para que otros barcos siguieran el camino del Sea Watch 3. Pero es que además la jueza de vigilancia desestimó lo cargos contra la capitana y la dejó en libertad.

Por si fuera poco, a las pocas horas, otra nave, esta con 65 inmigrantes pidió también atracar en un puerto italiano, pero fue desviada a Malta que en principio se negó a acogerla. Tras algunas negociaciones las autoridades maltesas aceptaron que atracara a cambio de que los inmigrantes fueran acogidos en otros países de la UE.

Actos como estos impresionan por lo que tienen de valentía y determinación personal y, a la vez, rechazo a unas leyes arbitrarias e injustas. Y el mero hecho de que unas personas hayan salvado la vida ya merece la pena. No hay duda.

No obstante, si los europeos no somos capaces de integrar como seres humanos a los que huyen a la desesperada y que tienen todo el derecho del mundo a labrase un futuro, habremos fracasado como sociedad.

Esa gente, en su gran mayoría, son personas que han de dejar países gobernados por clanes corruptos, lugares donde el hambre, la represión, el desprecio a la vida, la miseria, la guerra y el miedo son el pan nuestro de cada día. Por eso, han de abandonar el sitio en que nacieron, sus familias, sus amigos y buscar en el Viejo Continente un lugar al sol.

La alta esperanza de vida y la baja natalidad están convirtiendo a Europa en un inmenso geriátrico. En consecuencia, necesitemos mano de obra inmigrada que con sus aportaciones haga sostenible nuestro modelo social. Y eso, es diametralmente opuesto al discurso xenófobo y racista que están haciendo los movimientos populistas liderados por personajes como Matteo Savini, Marine Le Pen, Víctor Orban o Donald Trump, entre otros, y fíjense que todos ellos llevan inoculado en su ADN político, fuertes dosis de nacionalismo.

Si no sucede ningún imprevisto, a principios del próximo otoño Josep Borrell, actual ministro en funciones de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, será nombrado alto representante para la Política Exterior de la UE, cargo conocido coloquialmente como Míster PESC, responsabilidad que ya desempeñó años atrás Javier Solana, pero que con el paso del tiempo ha ido asumiendo nuevas competencias.

El socialista catalán deberá, homogeneizar tanto como sea posible las políticas migratorias de los diversos Estados de la UE, para poder desarrollar un plan estratégico que favorezca el crecimiento en África, con especial atención a los países del Magreb y del Sahel. El objetivo es tratar de evitar que miles de personas que intentan la travesía hacia Europa arriesguen sus vidas en el Mediterráneo y sean acogidas en centros de países como Libia. De forma simultánea, se quiere luchar contra el negocio de las mafias que trafican con seres humanos en esa parte del mundo.

Ante esta situación, todos tenemos la obligación de asumir un compromiso activo en la defensa de los valores que caracterizan nuestra historia, nuestra cultura y nuestra forma de ser: la igualdad, la fraternidad y la justicia social. Resulta lamentable que algunos Gobiernos consideren a los cooperantes casi como delincuentes y no como buena gente que se juegan la vida por salvar la de otros. Iniciativas como las de Carola Rakete, Oscar Camps, fundador de Open Arms y tantos y tantos otros son merecedoras de toda la admiración y todo el respeto por lo que tienen de audaces, valientes y solidarias. Sin embargo, son insuficientes si no están implementadas por todo un acompañamiento de medidas que hagan posible una inclusión plena de esos seres humanos en nuestras sociedades. Y eso, en primera instancia, es potestad de las instituciones. Ahora bien, no vale eludir responsabilidades y, en ese contexto, nosotros tenemos mucho que decir y hacer.



Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 15/07/19

 

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