Aunque a algunos les parezca
imposible, hay vida más allá del procés. Fuera de la insoportable burbuja
política que vivimos los ciudadanos catalanes, hay gente que vive trabaja y
sueña. Incluso los hay que hacen estudios que desmontan la falacia de que hemos
salido de la crisis y vivimos en el mejor de los mundos.
Al menos, eso es lo que pretende
demostrar un informe elaborado por la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE). Según ese informe, las clases medias de los 36
países más ricos del mundo se han debilitado. Y advierte que ese grupo social
está menguando porque su nivel de vida se estanca o va en declive. Uno de los
lugares en los que más se agudiza esa tendencia es en España. Los motivos son
diversos, pero se puede señalar que el aumento del coste de la vida es superior
al de las rentas. El precio de las viviendas es, quizás, es el ejemplo más
elocuente: en los años noventa la adquisición de un piso o una casa venía a
suponer el 25% de los ingresos disponibles. Sin embargo, a día de hoy ese
porcentaje ha aumentado hasta el 35%, y sigue subiendo. En contra partida, las
rentas altas en nuestro país han mejorado sustancialmente más que la media de
las rentas altas de los otros países desarrollados.
Los expertos consideran clase
media a aquellos cuyos ingresos están entre el 75 y el 200% de la renta media
nacional. Esos mismos expertos coinciden en que un país es más próspero cuanto
más amplia y estable es esa clase media. En España, para ser considerado clase
media, una persona que viva sola ha de ingresar entre 11.440 y 30.530
euros/año.
El estudio de la OCDE señala
que el ingreso medio creció de manera mucho más lenta en la última década que
en las anteriores. Mientras en los últimos años los ingresos han aumentado a un
ritmo del 0,3%, entre mediados de los ochenta y de los noventa crecieron un 1% de
media anual y entre mitad de los noventa hasta principios de los dos mil se
llegó al 1,6% año.
El informe indica que la
reciente crisis financiera ha desarticulado buena parte de ese colectivo y su
influencia ha caído de manera alarmante. El estancamiento salarial ha hecho que
ese grupo social tenga dificultades para mantener su poder adquisitivo. Las
consecuencias son evidentes: no se puede mantener el nivel de vida porque no se
pueden asumir los gastos que genera la vivienda, la educación la formación de
los hijos y otros asuntos por el estilo.
Para la OCDE una de cada tres
personas es económicamente vulnerable y entre los hogares considerados de clase
media, uno de cada siete corre el riesgo de salir del grupo al menor
contratiempo. Las consecuencias que se extraen de este estudio es que el
sistema económico es tremendamente injusto y las clases media aportan mucho más
de lo que reciben.
La crisis de 2007 ha hecho
mella en este segmento social. Una de las secuelas de esa crisis es el
empeoramiento de las perspectivas para amplísimos sectores de la población que
de golpe se vieron abandonados a su suerte, cuando muchos habían imaginado que
si venían mal dadas el Estado extendería un manto protector para salvaguardar
su nivel vida.
Por eso, la crisis económica
fue un terreno abonado para dar rienda suelta a un sinfín de frustraciones,
fracasos (colectivos y personales) y desengaños de todo tipo. En esas circunstancias,
que surgieran determinados movimientos políticos como el populismo, el
ultranacionalismo o que el movimiento secesionista catalán encontrase respuesta
en segmentos sociales que históricamente les habían dado la espalda, es lo más
normal que podía ocurrir.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán
08/07/19
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