Estos días se cumplen 140 años
de la constitución del PSOE. Quizás por eso, once años después de su última
victoria, los socialistas volvieron a ganar unas elecciones generales el pasado
domingo, 28 de abril. De esa manera su cabeza de cartel y secretario general,
Pedro Sánchez, podrá seguir en la Moncloa. Pocas veces alguien que ha empezado desde
tan abajo ha llegado tan arriba.
Por el contrario, Pablo Casado
ha dilapidado en nueve meses lo que otros construyeron en muchos años. Ni
Manuel Fraga con AP cosechó unos resultados tan desastrosos como los de ahora.
Con Mariano Rajoy el PP fue hegemónico en cuarenta y dos provincias, con Casado
lo son en cuatro.
Es verdad que la herencia
recibida ha sido un partido minado por la corrupción, lastrado por los recortes
en políticas sociales y con fuertes tensiones internas. Pero la purga que se ha
llevado a cabo y, sobre todo, la deriva a la derecha, han hecho que se
consumara la debacle. El PP ha quedado a los pies de los caballos y con un
Ciudadanos crecido, sumado a la pesada mochila que han de arrastrar, el futuro inmediato
no parece nada esperanzador para los populares.
En ese contexto, sería bueno
saber que opina José María Aznar de este fracaso. Decir que se debe a la
fragmentación del voto es, por lo menos, una frivolidad. Esta hecatombe es la
consecuencia de la radicalidad predicada por Aznar desde que ganó las
elecciones con mayoría absoluta en el año 2.000.
Los populares han equivocado
su estrategia al olvidar que el 75% del electorado huye de los extremos. En
cambio, los socialistas han sabido desterrar de su campaña la crispación, las
descalificaciones y los insultos. Las consecuencias son evidentes: PSOE gana,
PP se desmorona. Los populares han perdido más escaños que diputados conservan.
Y en el Senado, más de lo mismo.
Por su parte, Ciudadanos ha
logrado un muy buen resultado, aunque se han estancado en Cataluña y el efecto
Arrimadas se ha difuminado. Los del partido naranja han hecho la apuesta de
borrar el liberalismo con leves pinceladas de socialdemocracia de la base de su
ideario. Están obsesionados en ocupar el espacio político que ha dejado
huérfano el PP. Albert Rivera ya sueña con ser el líder de la oposición y
aspira a una legislatura corta para dar el salto definitivo a la Moncloa.
En mi opinión, se equivocan
porque de ese modo renuncian a ser un partido centrado, con vocación europea
que podría tener una muy buena proyección como partido bisagra en un tablero
político tan complejo como el nuestro.
Ciertamente, la derecha
extrema representada por VOX ha logrado unos resultados excelentes. No
obstante, ha quedado lejos de las expectativas que ellos mismos habían generado
y de las extremas derechas europeas que o están en los gobiernos o marcan el
paso a los ejecutivos nacionales, como sucede en Polonia, Hungría o Italia.
Los que han sufrido un batacazo
considerable ha sido Unidas Podemos. Aquellos muchachos que llegaron dando
lecciones y con la voluntad de asaltar los cielos se han dejado veintinueve
escaños en el camino. Los problemas internos y la pésima gestión de las
discrepancias han pasado factura en las urnas.
En Cataluña, ERC, con el
discurso de la antigua Convergencia, ha ganado de manera brillante. El PSC se
ha vuelto a imponer en y el primer Cinturón y alcanza un empate técnico con los
republicanos en Barcelona. Mientras que los Comunes bajan a una discreta
tercera posición y JxCat mejora lo que apuntaban todas las encuestas y pierde
un solo escaño, pero se mantiene en una bajada continua.
Con este universo político
Pedro Sánchez tiene diversas posibilidades ante sí. Ninguna fácil. Parece que
optará por la geometría variable. Es decir, pedir la colaboración según sea la
iniciativa que se tenga que sacar adelante.
De todas formas, hasta después
de las elecciones del 26-M no se concretará nada. En cualquier caso, se va a
encontrar sobre la mesa cuestiones tan ineludibles el encaje de Cataluña, la
precarización del mercado de trabajo, la altísima tasa de paro juvenil, la
lucha contra el cambio climático o el futuro de las pensiones. Todo esto, sin
perder de vista otras reformas imprescindibles para seguir avanzando por el
camino de la justicia social y la igualdad.
Desde luego, trabajo no les va
a faltar a los representantes `políticos recién escogidos.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
30/04/19
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