06 de maig 2019

EL CÁNCER DE LA DEMOCRACIA


Una vez más unas declaraciones o mensajes, nada afortunados, difundidos por las redes han encendido la polémica en Cataluña.

En efecto, cuarenta y ocho horas después de recibir la Creu de Sant Jordi (uno de los más altos galardones que concede el Govern la Generalitat) la expresidenta del Parlament, Núria de Gispert, retuiteó un montaje en el que aparecía una información, presuntamente de la Asociación de Catalana de Productores de Porcino titulada, “Cataluña aumenta sus exportaciones” que se acompañaba por la imagen de un cerdo a la que se añadían político catalanes del PP y Ciudadanos tales como Juan Carlos Girauta, Inés Arrimadas, Enric Millo o Dolors Montserrat que tras las elecciones generales del 28 A han cambiado sus destinos políticos y ahora ejercerán lejos de Cataluña.

En estas circunstancias, tanto PSC, como PP, como Ciudadanos ya han pedido que se revoque la distinción. Por su parte ERC, ha lanzado un tímido comunicado condenando el mensaje. La nueva estrategia, de agradar a todo el mundo ya se deja sentir.

De todas maneras, el Govern por boca de su president, Torra, ha advertido que no retirará la Creu de Sant Jordi a De Gispert. Ella, a su vez, se ha disculpado de manera confusa diciendo que, al retuitear los nombres, no se fijó que estaba, también, la imagen del animal. Sobran los comentarios.

Affaires de este tipo, lamentablemente, no son nuevos por aquí. La expresidenta tiene un largo historial de declaraciones y mensajes de muy baja catadura moral.  Por eso, fue reprobada en 2018 por el Parlament por comentarios en los que, entre otras cosas, invitaba a la líder de la oposición, Inés Arrimadas, a marchar de Cataluña y volver a su tierra nata de Cádiz.

Por desgracia, el supremacismo ha sido una constante en el nacionalismo catalán Jordi Pujol definió al andaluz como un “hombre anárquico que vive en un estado de ignorancia y miseria cultural y espiritual”.

Para Artur Mas el independentismo estaba justificado porque el ADN de los catalanes es más germánico y menos romano que el del resto de españoles. Y Carles Puigdemont alimentó la falsedad del “España nos roba”, con la argumentación de que, si cada familia de catalanes dejara de pagar 10.000 euros al año al fisco de español, en Cataluña se solucionarían todos los problemas.

Pero el supremacista por excelencia, a mi modo de ver, es el president, Quim Torra. Para él, los castellanohablantes son “bestias con forma humana, carroñeros, víboras y hienas”.  Mientras que España solo ha exportado,” miseria, materialmente hablando”.

Una vez más el nacionalismo se muestra como lo que realmente es: xenófobo y excluyente. En Europa lo conocen bien. Aquí ya empezamos a tener experiencia sobre el particular, por mucho que lo quieran edulcorar con frases almibaradas. Su eje vertebrador es siempre el mismo: culpar a los otros de sus desgracias o de sus propias incapacidades. Con gente como Salvini de Italia, Orbán de Hungría o Kaczynski de Polonia ya tenemos bastantes descerebrados en nómina. No haría falta añadir a los que tenemos aquí, pero ahí están y no los podemos ignorar.

Como suele decir Juan Luís Cebrián: “el nacionalismo es el cáncer de la democracia” y, en mi opinión el independentismo es la metástasis de ese cáncer.



Bernardo Fernández

Publicado en el Catalán 04/05/19

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