Pasqual Maragall i Mira ha
sido, por encima de cualquier consideración, el gran alcalde de Barcelona y un
personaje irrepetible. Hoy, por una de esas crueldades con las que a veces nos sorprende
la vida, es una persona gravemente enferma apartada de toda actividad pública.
Pasqual Maragall hizo posible
la transformación de Barcelona. Aquella ciudad gris y sucia, cerrada en si
misma que vivía de espaldas al mar, se convirtió en unos años en una urbe
abierta, luminosa, confiada y orgullosa de sí. La excusa para lograr aquel
cambio la conocemos todos: los Juegos Olímpicos del ’92. Por cierto, aún no
superados ni en la organización, ni en la implicación de la ciudadanía en el
evento. Las consecuencias: poner Barcelona en el mundo.
Como es lógico, un proyecto de
esa envergadura necesita de un gran equipo detrás y ese equipo Pasqual lo tuvo
en el PSC. El partido se volcó con el alcalde. Un plantel inigualable de
concejales y concejalas flanquearon su trayectoria. Lluís Armet, Jordi Parpal,
María Aurelia Capmany, Marta Mata, Enric Truñò, Joan Torra, Antonio
Santiburcio…, la lista sería casi interminable. Que me perdonen los que me he
dejado en el tintero.
Después Maragall buscó las
necesarias complicidades en lo que ahora llamamos la sociedad civil. Desde
Ferrer Salat, Luís Bassat, hasta Antoni Abad; sin olvidar, claro está, a Juan
Antonio Samaranch, sin él, más allá de cualquier juicio de valor, aquello de
los juegos no hubiera sido posible. También fue imprescindible la cooperación
sincera y franca del Gobierno central, de aire socialista, evidentemente.
En cambio, el poder
establecido en el otro lado de la plaza Santa Jaume siempre desconfió de
Pasqual Maragall. Y, por consiguiente, hizo todo lo posible para ahogar las
iniciativas del alcalde.
Ya en 1987, Jordi Pujol
cercenó la incipiente Área Metropolitana por miedo a que se convirtiera en un
contra poder. Pero el nacionalismo sectario y provinciano no tuvo suficiente, y
desde que se concedieron los Juegos Olímpicos a Barcelona hicieron cuanto
estuvo en su mano para que todo saliera mal.
Aún recuerdo al hijo del
president, un niñato entonces, y otros acólitos repartiendo pitos y panfletos
en la plaza de España para hacer el gran boicot el día de la inauguración de los
juegos. Un personaje, el hijo del president, que ha estado en la cárcel por delincuente.
Ninguna otra expresión le define mejor. Y si ha salido con el tercer grado ha
sido en contra del criterio de la fiscalía y gracias a los contactos que aún mantiene
la familia de mafiosos Pujol-Ferrusola con el poder en Cataluña.
El proyecto de Pasqual
Maragall jamás fue populista. Sus propuestas siempre fueron en beneficio de las
clases populares. Es digna de mención su inclinación institucional y su sentido
de Estado. Algo que ha desaparecido en la Cataluña oficial de hoy.
Maragall no fue nunca una baza
del nacionalismo. Al contario, fue su adversario, por eso le temían. El eje
vertebrador de sus políticas se basaba en la libertad de las ciudades frente a
las banderas y las fronteras. Su proyecto siempre fue metropolitano y de
cooperación entre instituciones, algo inconcebible en el imaginario
nacionalista, primero y secesionista después.
Por todo eso, es indignante
que algunos intenten apropiarse de su legado. Justamente lo que ha intentado
hacer ERC desde el primer día que se puso de moda eso que llaman el “procés”, y
el mayor de los Maragall, Ernest, se enroló en sus filas.
Un tipo curioso ese Ernest.
Treinta y dos años cobrando del erario gracias a ser hermano de quien es y a
llevar el carné del PSC en el bolsillo y cuando se quedó sin cargo público se dio
cuenta que era independentista, se dio de baja del partido socialista y se
afilió a ERC. Justo el partido que puso a los pies de los caballos el primer tripartito
de izquierdas en la Generalitat de Cataluña, obra de Pasqual. ¡Sorpresas te da
la vida! Que dice la canción.
En esta campaña de las
elecciones municipales del próximo 26 de mayo, casi todos los candidatos a la
alcaldía de Barcelona, en algún momento, han manifestado su Maragallismo y su
intención de seguir la senda que trazó Pasqual. Nada que objetar. De todos
modos, deberían tener en cuenta que Pasqual Maragall como alcalde y como
persona ha sido único. Además, desarrolló su labor al frente del ayuntamiento
de Barcelona en una época excepcional. Veníamos de la negra noche de la
dictadura y había ilusión, ganas y esperanza de cambio en la gente. Los más de
130.000 voluntarios que participaron en los JJOO del ’92 dan una idea de esta
afirmación.
Sintetizando mucho, se puede
afirmar que el proyecto de Pasqual Maragall para Barcelona siempre fue
transversal, y sus objetivos eran: hacer una ciudad para las personas y que
tuviera un lugar en el mapa del mundo.
Por eso, a mi modo de ver, es
una contradicción que Ernest Maragall se proclame Maragallista porque su
propuesta de hacer Barcelona capital del independentismo es excluyente,
sectaria y casi todo lo contario a lo que proponía y llevó a término Pasqual.
Quizás la explicación a todo
esto es que Ernest es el menos Maragallista de todos los Maragall, incluidos
los maragallistas que no se apellidan Maragall.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
13/05/19
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