La
política española no es un dechado de virtudes ni, quizás, un ejemplo a seguir,
porque desde hace demasiado tiempo está contaminada por elementos nocivos que
es necesario extirpar cuanto antes para evitar males mayores. A mi juicio,
estamos en uno de los momentos más delicados de nuestra historia democrática y
conviene decirlo con claridad para que nadie se llame a engaño.
Como
no puede ser de otra forma, la política catalana es una pieza más de ese gran
puzle que es la política del conjunto del Estado. En ese contexto, aquí no nos
escapamos de padecer la toxicidad que desprenden las instituciones en su
conjunto, pero es que, además, en Cataluña se transmite una imagen de la
política esperpéntica y de desbarajuste total.
Para
corroborar esta severa afirmación, basta con fijarse en los acontecimientos de
los últimos días. Es decir, los actos conmemorativos del 1 O y sus derivados,
el registro en la Diputación de Lleida, llevado a cabo por los Mossos, y las
detenciones que se realizaron a posteriori y, como no, el lamentable pleno del
Parlament de los días 2, 3 y 4 de este mes de octubre.
Quien
siembra vientos recoge tempestades, dice le refrán. Pues justo es eso lo que ha
sucedido con las conmemoraciones de marras. El pasado 1 de octubre, el
president de la Generalitat, Quim Torra, desde Sant Julià de Ramis exhortaba a
los autodenominados comités de defensa de la república (CDR) a apretar.
“Apretad amigos, apretad”, dijo el máximo representante del Estado. El mismo
día al anochecer ponían cerco al Parlament e intentaron asaltarlo; sólo la
acción decidida de lo Mossos impidió lo que hubiera sido una ignominia a la
democracia.
De
igual manera, los discursos incendiarios del president y sus acólitos, las
soflamas, frases como “ni un paso atrás”, “las calles serán siempre nuestras”,
“implementar la república” y otras bagatelas por el estilo, han ido calentando
el ambiente y enardeciendo los ánimos de los más descerebrados hasta llegar a
los tristes sucesos que se llevaron a cabo, como cortes de tráfico, cortes de
las vías férreas, quema de alguna bandera española, entre otros, para celebrar
el aniversario del referéndum ilegal.
Por si
el ambiente no estaba bastante caldeado, los Mossos d’Esquadra entraban en la
Diputación de Lleida en busca de pruebas contra la corrupción. La operación se saldó
con la detención de 26 personas de los ámbitos político y empresarial. Entre ellos,
Joan
Reñé, presidente de la Diputación de Lleida (PDeCAT),
Marlen Minguell, jefa de
Organización y Gestión de la institución --número dos del presidente--, y Enrique Regaño, jefe de servicio de vías y obras del
ente. Sin duda, la sombra de Covergencia sigue siendo muy alargada.
A mi
modo de ver, la cuestión de fondo de todo este embrollo que estamos viviendo y
padeciendo en Cataluña, es que los líderes del procés son conscientes de que
esta fiesta que ellos han montado ya no da más de sí, pero necesitan seguir con
la jarana para que no se les acabe el momio. Lo sucedido en los últimos días es
un claro ejemplo. La situación se les está yendo de las manos. Muchos de los
que creen honestamente en la independencia (que haberlos hay los), está
empezando a vislumbrar que tras las palabras no hay nada. Que van de farol,
como dijo la exconsellera Clara Ponsatí. El president perdió el control en el
affaire del Parlament y tuvo que echar mano de los Mossos y por eso no pocos
sectores secesionistas le han cuestionado e incluso, algunos, han pedido su
dimisión.
Ante
este estado de cosas, lo lógico sería reconducir la situación hacia
planteamientos pragmáticos y posibilistas. Sin embargo, Quim Torra se descolgó
en el pleno de la Cámara catalana lanzando un ultimátum a Pedro Sánchez para
que en un mes se llegue a un acuerdo para celebrar un referéndum sobre la
autodeterminación de Cataluña, pactado y con reconocimiento internacional. De
lo contrario dijo: “el independentismo no podrá garantizar ningún tipo de
estabilidad en el Congreso”. Según comentan los que están en el epicentro de la
cuestión, esa declaración cogió por sorpresa a su propio grupo parlamentario, a
los diputados del PDeCAT en Madrid y a sus socios de ERC.
Por su
parte, Sergi Sebrià, portavoz del grupo de ERC, aprovechó su intervención en el
pleno, para pedir “menos gesticulación y más estrategia” y a “los que tienen
prisa” les advirtió que “quien promete atajos o es un ingenio o engaña” y desde
luego ERC no va a “vender humo. A buen entendedor pocas palabras bastan.
De
todos modos, una de las resoluciones presentada de forma conjunta por Junts per
Catalunya y ERC propone acordar un referéndum con el Estado pero sin concretar
fechas ni imponer calendarios. O sea, de la amenaza lanzada por Torra, ni
rastro.
Pero
la traca final de este pleno estalló cuando la Mesa del Parlament aprobó un
texto presentado por JxCat para delegar el voto de los diputados suspendidos
(los que están en prisión o huidos). Pese a la advertencia de los letrados de
que era fraude de ley, lo que generó caos y confusión en la Cámara, Ante tanto
desconcierto el presidente Roger Torrent optó por suspender el pleno de Debate
de Política General, en principio, hasta el martes 9 de octubre. Conviene no
olvidar que el hemiciclo se cerró en junio porque los partidos independentistas
no se ponían de acuerdo sobre la cuestión. Han pasado casi cuatro meses y
siguen igual.
Después
de todo esto, estoy convencido que los lectores entienden a la perfección porque
hablo de política esperpéntica y de desbarajuste total.
Bernardo
Fernández
Publicado
en e-notícies 05/10/18
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