Desde luego, debemos admitir
que si alguna virtud tienen los independentistas es la capacidad de
movilización y su buena mano para el márquetin. En eso, nos ganan por goleada.
Este año, para el 11 de setiembre -otra jornada histórica-, han vuelo a
congregar a decenas de miles de personas y llevan ya siete convocatorias
consecutivas sacando la gente a la calle.
Ahora bien, esas
movilizaciones ciudadanas no impiden que el movimiento secesionista catalán
cada día que pasa se fracture un poco más. Es una evidencia que sólo los muy
radicales se atreven a negar.
En efecto, basta echar un
vistazo a las hemerotecas para darse cuenta de que cada vez, los discursos de
los principales líderes son más divergentes.
Hace pocos días, el periodista
nacionalista Marc Álvaro, una de las cabezas secesionistas mejor amuebladas y estómago
agradecido, hablaba de “Pinchar el globo” en un artículo publicado en La
Vanguardia con ese título. Ávaro reconoce en su escrito las dificultades
prácticamente insalvables para que Cataluña logre la independencia.
También el diputado de ERC
Joan Tardà ha ido remodelando su discurso en los últimos tiempos y de advertir
“que nos vamos” haciendo butifarra en el Congreso, ha pasado a decir algo tan
sensato como que “sería absurdo pretender la independencia cuando no se tiene
la mayoría social”.
Algo similar se podría decir
de Oriol Junqueras que en una reciente entrevista descartaba la unilateralidad
y no veía atajos para llegar a la independencia si no era mediante un
referéndum acordado.
Del mismo palo va Gabriel
Rufián que el último fin de semana pedía pinchar la burbuja del independentismo
mágico. Ver para creer.
En el otro lado del ring
(porque esto a veces parece un catch a cuatro, por lo que tiene de tongo) están
Carles Puigdemont y su club de fans. El monaguillo Quim Torra llamando a la
resistencia y haciendo comparaciones históricas que son auténticas aberraciones
e insultos a la inteligencia y al rigor.
Tampoco la presidenta de la
ANC Elisenda Paluzie, se quedó corta en los parlamentos del 11 de septiembre “exigiendo
al Govern un nuevo ataque democrático y que no dejaran sola a la ciudadanía”.
De todos modos, quien se lleva
la palma del sectarismo y merece la más enérgica repulsa es ese siniestro
personaje llamado Eduard Pujol, portavoz del PDeCat, que exhortaba a los niños
a ir a la manifestación diciéndoles: “imagínate que eres hijo de un preso
político”. En mi opinión, imperdonable.
En cualquier caso, lo peor no
son las diferencias en la dialéctica. Lo más grave es la diferencia estratégica
entre los diversos grupos separatistas e incluso dentro de las mismas
formaciones.
Eso es lo que sucedió en el
Congreso cuando PSOE y PDeCat habían llegado a un acuerdo para aprobar una
moción que sirviera para emprender un diálogo “sin impedimentos” pero “dentro
del ordenamiento jurídico vigente”.
Cuando todo parecía listo para
que el pleno diera luz verde a la iniciativa, Joan Tardà se descolgó diciendo
que esa propuesta no era suficiente y pidió que se incluyera en el texto, “sin
cortapisas ni límites, desde cero”. Buena parte de los diputados nacionalistas
entendieron que era una maniobra de Esquerra debido a las discrepancias
internas, para marcar perfil y no quedar descolgada.
Sin embargo, poco tiempo
después la presidenta del grupo parlamentario del PDeCat, Miriam Noguera,
dirigida desde Waterloo, por el expresidente huido, exigía al diputado Carles
Campuzano que retirara la moción. Éste siguió las indicaciones de la dirección,
pero no ocultó su malestar y en declaraciones hechas en el pasillo del
hemiciclo dijo que “se había perdido una oportunidad”. Acto seguido puso su
cargo a disposición de la dirección
En cualquier caso, no se deberían
echar las campanas al vuelo y pensar que el independentismo está agotado. Ni
mucho menos. Tienen cuerda para rato. Sobre todo, mientras a todas aquellas
empresas e individuos que han hecho del procés su modus vivendi les sigan
llegando ayudas, subvenciones y les ingresen la nómina cada fin de mes. El
sistema de financiación es muy generoso con sus parroquianos.
Llegados a este punto, lo
deseable sería que surgiera alguien, entre las filas secesionistas, con la
suficiente carga de honestidad política que reconociera los errores cometidos y
que sin renunciar a nada planteara un nuevo camino con otra estrategia basada
en el pragmatismo. Quizás, en primera instancia, fuera tratado por muchos de
traidor y vendido al enemigo. Pero más pronto que tarde se vería de forma
palpable que quien había dado ese paso al frente era un auténtico hombre de
Estado, preocupado por los suyos y no un encantador de serpientes de los que
tanto abundan, en la política en general y en la catalana en particular
En estas circunstancias, y a
la espera de esa más que improbable aparición, es más necesaria que nunca la
inteligencia política para ir reconduciendo la situación. Sin olvidar la
paciencia para sortear las embestidas del que se sabe perdedor, y todo ello sin
que falte determinación, respeto a la ley, largueza de miras y generosidad.
Bernardo Fernández.
Publicado en e notícies
14/09/18
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