Durante más de 35 años el
mapa político español ha sido monolítico e inamovible Sin embargo, de un tiempo
para acá dos cuestiones han sacudido unos cimientos que parecían inalterables.
Por un lado, la corrupción institucionalizada. Por otro, las políticas
austericidas, basadas en los intereses
económicos alemanes y de otros países afines,
auspiciadas por Bruselas y seguidas a pies juntillas por los gobiernos
de turno y que nos han hecho cada día un poco más pobres.
Fue en la segunda
legislatura de Rodríguez Zapatero, como presidente del gobierno, cuando empezó
a percibirse un creciente descrédito de las instituciones. Si bien es verdad
que, aquella insatisfacción creciente, a
muchos nos pareció que tenía su razón de ser en la crisis económica que
estábamos padeciendo.
Con la victoria del PP en
diciembre de 2011 y sus acciones posteriores, a la crisis económica se sumó la
falta de confianza y credibilidad hacia las instituciones y, sobre todo, hacia sus representantes. La ciudadanía constató muy
pronto que el gobierno de Rajoy no solo era incapaz de plantear políticas alternativas y aceptaba
sin pestañear lo que le ordenaban desde fuera, sino que incumplía
descaradamente aquello por lo que se les había votado.
Dijeron que no subirían los
impuestos y les faltó tiempo para hacerlo poco después de ganar las elecciones.
En contra de lo que habían dicho cuando
eran oposición y en campaña electoral, recortaron en sanidad, educación y
servicios sociales. Recortaron los derechos laborales, haciendo una reforma
laboral a la medida de la patronal. Prometieron no recortar las pensiones y,
sin embargo, hicieron una reforma del sistema sin consultar con nadie y
diseñada por las grandes corporaciones que tienen intereses en el sector
privado de las pensiones y los planes de jubilación.
Con este
panorama de fondo, ha bastado un año escaso, para que Podemos, el partido
que lidera Pablo Iglesias, haya capitalizado el enfado y la indignación de
cientos de miles de ciudadanos. Estos reniegan del PP y del PSOE y no
encuentran ni en Izquierda Unida ni UPyD el bálsamo para su malestar, a pesar
de que éstos han hecho lo indecible para convertirse en punto de atracción
electoral.
La formación que lidera Pablo Iglesias ha renunciado a
presentarse a las elecciones municipales del próximo mes de mayo con su enseña,
aunque si lo harán coaligados a otras organizaciones. En cambio, sí parece que
quieran optar a la presidencia en alguna
comunidad autónoma, como por ejemplo Andalucía que celebrará sus elecciones en
marzo, aunque saben de las dificultades que eso conlleva. De todos modos, la
hora de la verdad les llegará con las elecciones generales del próximo invierno.
Entonces sabremos a ciencia cierta la magnitud del tsunami que significa
Podemos.
Según el
informe del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) realizado en la
primera quincena del mes de enero, Podemos rebasaría por primera vez al
PSOE. El PP conservaría la primera posición, aunque con un margen muy estrecho
y con 17 puntos menos que en las elecciones de 2011. En efecto, todo indica que
el bipartidismo existente en España, con la democracia recuperada, pasará, en
breve, a ser un tripartidismo, formado por PP, PSOE y Podemos, más una pléyade
de partidos comparsa.
Sin embargo,
otras encuestas como la de Metrocospia publicada por EL PAÏS el pasado domingo,
8 de febrero, dan como ganador en voto estimado a Podemos, seguido del PP, y el
PSOE en tercer lugar, a cierta distancia. Según parece el pinchazo de los
socialistas se debe a las disputas internas. De todos modos la lucha hasta las
elecciones generales será encarnizada.
En este
contexto, todo dependerá, en gran medida, de si el PP logra tapar su mala gestión
y sus falsedades y hace propia la incipiente y débil mejora de la macroeconomía.
Por su
parte, si el PSOE quiere tener opciones reales a la alternancia deberá orillar
sus diferencias internas, dar imagen de unidad
y hacer llegar a la sociedad un relato que le otorgue credibilidad,
genere confianza y vuelva a ilusionar a la ciudadanía. El primer asalto de este
combate, se dará en las autonómicas y municipales de mayo. Si los socialistas
salen airosos de ese envite Pedro Sánchez podrá optar a ser el candidato a la
presidencia del gobierno con relativa tranquilidad. Si por el contrario el
varapalo electoral en los comicios de primavera es serio, el hoy primer
secretario de Ferraz, puede tener los días contados y la trifulca interna
estará servida.
Y ¿Podemos?
¡Ah! Podemos. Esa es la pregunta del millón. La pregunta que todo el mundo se
hace en los mentideros políticos, pero para la que nadie tiene respuesta. En mi
opinión, si son capaces de canalizar, lo que dicen las encuestas, y la fuerza
que demuestran en la calle (recordemos la manifestación de 31 de enero en
Madrid), hacia las urnas, el vuelco llegará.
No obstante,
hay unas cuestiones previas que no se deben obviar. Para empezar, deberían
moldear su discurso y suavizar la radicalidad de muchos de sus mensajes,
presentar un proyecto creíble y válido para la sociedad, democratizar y dar
transparencia a la gestión interna y clarificar de inmediato las sospechas que
han suscitado las cuentas pendientes con el fisco de alguno de sus líderes. Cada
día que pase sin aclarar la situación, la sombra será más grande.
Además de
todos estos asuntos domésticos, en el electorado potencial de Podemos influirá
mucho la evolución de la situación griega. Influirán, también, los acuerdos o
desacuerdos del nuevo gobierno griego, la troika y los acreedores
internacionales. Y todo eso, guste o no, ha de influir en la trayectoria a
corto y medio plazo de Podemos, y es que la interdependencia es un hecho.
Para
algunos, el tiempo que falta para que se celebren elecciones generales va a ser
un auténtico calvario, pero en cualquier caso, es evidente que soplan aires de
cambio, y el próximo invierno, cualquier cosa puede ocurrir.
Bernardo
Fernández
Publicado en
Crónica Global 12/02/15
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