19 de març 2012
LA LLAVE DE LA CAJA
La geometría variable en política es complicada. Por eso, Artur Mas ha de alternar las escenas de sofá con Alicia Sánchez Camacho y los apoyos indiscriminados al PP, con el discurso soberanista y el concierto económico para Cataluña, a la manera de Navarra y Euskadi. De hecho, el pretendido concierto económico es la nueva zanahoria tras la que los nacionalistas pretenden que corramos los catalanes.
La calle en Cataluña está caliente y la contestación social va en aumento. Recortes en hospitales, ambulatorios, centros de atención social, educación, problemas de tesorería y un largo etcétera son el pan nuestro de cada día. En consecuencia, las protestas están cantadas y van en aumento. La argumentación del Gobierno autonómico es simple: los recortes son inevitables porque los recursos disponibles son insuficientes.
Ante esta situación Convergencia i Unió cree haber encontrado la panacea: la solución es el concierto económico. Poco importa que, según revela un estudio de Nuria Bosch, catedrática e investigadora del Instituto de Economía de Barcelona (IEB) que se publicará próximamente en el Informe sobre Federalismos Fiscal, el nuevo modelo de financiación autonómica ha aportado 1.986 millones de euros más a las arcas de la Generalitat. Por primera vez Cataluña se ha situado por encima de la media de las comunidades con más recursos tributarios por habitante, después de realizar su aportación a la solidaridad regional.
Para Francesc Homs, miembro de el pinyol, (núcleo duro de Convergencia), además de impulsor destacado del concierto económico y portavoz del Govern: “La voluntad de autogobernarse pasa por ser responsable de los propios impuestos. Si queremos ser responsables de nuestras prisiones ¿cómo no vamos a querer ser responsables e la gestión de nuestros tributos?”, pregunta el líder nacionalista. En una palabra, lo que pretende Homs es la llave de la caja. Pero la argumentación del portavoz del Gobierno autonómico se acaban ahí, para remachar el clavo sostiene que: “es evidente que si se redujera el déficit fiscal los ajustes a acometer ni serían tantos ni tan drásticos”.
De aplicarse los criterios del portavoz gubernamental la Generalitat sería la única responsable de recaudar, gestionar, liquidar, inspeccionar y revisar todos los gravámenes que se generan en Cataluña, después, se entregaría al Estado la cuota preestablecida para sufragar los servicios que éste presta a los catalanes. Así es como se procede en Euskadi y Navarra. De todos modos, Homs afirma, para suavizar la propuesta que “no se trata de copiar el modelo del País Vasco” e insiste en que la voluntad de CiU es no eliminar las aportaciones en solidaridad, pero si reducirlas en un 50% aproximadamente. De esa forma Cataluña aportaría un 4% de su PIB en concepto de solidaridad interterritorial.
Según sostiene el catedrático de Hacienda de la Universidad del País Vasco, Ignacio Zubiri, el concierto económico sólo es admisible si se entiende como “una singularidad”. Es decir, si sólo se otorgara a Cataluña, pero no sería sostenible si se tuviera que dar a otras CCAA, en especial a las que más aportan con relación al PIB, que además de Cataluña son Madrid, Baleares y la Comunidad Valenciana.
Artur Mas sabe que su proyecto de concierto económico es inviable y que ningún Gobierno de España, sea del color que sea, admitirá la salida Cataluña de la LOFCA. Por eso, de un tiempo para acá, Mas ha empezado a hablar de pacto fiscal, adaptándose así a las circunstancias.
De todos modos, la prueba del algodón la tendremos en 2013, que es cuando toca revisar, por ley, el sistema de financiación. Entonces, en función de los resultados se pueden abrir diversos escenarios.
Uno posible sería que CiU considerara que Cataluña ha sido menospreciada y se dedicara a agitar a la ciudadanía con soflamas soberanistas y las cantinelas de siempre. Eso daría pie a realizar una consulta popular sobre la financiación, (por algo está en trámite la ley autonómica de consultas), convocar elecciones anticipadas y echarse al monte dinamitando los puentes institucionales.
Pero conociendo el pragmatismo de los nacionalistas catalanes y su dependencia del capital, lo más plausible es que Mariano Rajoy diga no al pacto fiscal, para después de grandes alharacas y lamentaciones de CiU se acabe firmando un acuerdo que recorte mínimamente el cacareado déficit fiscal. Con España pintada de azul al PP le va bien entretener a los nacionalistas catalanes con paños calientes para ir posponiendo así la cuestión de fondo. Eso, sería más rentable que un enfrentamiento abierto de consecuencias imprevisibles. Y sino, al tiempo.
Bernardo Fernández
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Publicado en La Voz de Barcelona 13/03/12
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