15 de febrer 2012

REFORMA AGRESIVA


A juzgar por las declaraciones del ministro de Economía Y Competitividad, Luís de Guindos, al Wall Street Journal parecía que el nuevo Gobierno venía con la reforma laboral bajo el brazo y daba la sensación que tan sólo faltaba la foto con los agentes sociales para que el asunto empezara a funcionar. Pues no. Queda claro que no es lo mismo saber lo que hay que hacer que saber cómo hacerlo.
Finalmente, el Gobierno decidió poner manos a la obra, a pesar de las fuertes discrepancias que sobre la cuestión había en el seno del Ejecutivo. Por una parte, Luís de Guindos, ministro de Economía, presionado por la situación económica europea quería una reforma ambiciosa que pudiera recibir el “placet” de Europa, los mercados y sobre todo de Alemania. Por otra, Fátima Báñez, (PP) responsable de Empleo y Seguridad Social y Cristóbal Montoro de Hacienda y Administraciones Públicas querían una reforma suave para evitar a toda costa una huelga general, sobre todo antes de las elecciones andaluzas que se han de celebrar el próximo 25 de marzo.
Es evidente que la línea dura se impuesto y la reforma será “extremadamente agresiva”, según dijo el propio De Guindos en Bruselas. Poco importa que en junio de 2010 Soraya Sáenz de Santamaría (PP) criticando la reforma laboral de José Luís Rodríguez Zapatero (PSOE) dijera que: “lo que necesita España no es facilitar el despido”, o que el twiter oficial del PP el 14 de septiembre se hiciera eco de unas declaraciones de Rajoy (PP) en las que manifestaba que:” El PP no pensaba abaratar el despido”.
Pues menos mal, porque esta reforma refuerza el poder de los empresarios en las relaciones laborales. Cuando las nuevas medidas entren en vigor, la clase empresarial podrá modificar las condiciones laborales e incluso bajar el sueldo sin necesidad de pactarlo con la otra parte. Bastará que argumente que se hace el ajuste por motivos de productividad o competitividad. Así, tal cual. De igual manera, será suficiente que el empresario justifique nueve meses de caída de ventas para poder aplicar el despido colectivo, sin autorización previa. Como dicen algunos, “se han inventado la ERE exprés”.
Sea como fuere el mantenimiento de los puestos de trabajo y la creación de empleo han de ser los objetivos. El paro es el gran problema que atenaza a España. No nos podemos permitir una tasa de desempleo del 22%, que sigue subiendo y que podría superar, en breve, el 25%. La reforma laboral, la enésima en democracia, debería servir para salir de este atolladero y para que nunca más nos volvamos a encontrar en una situación similar.
Pues bien, se mire como se mire no parece que esa sea la intención de esta reforma. Es verdad que cometemos un error si achacamos a la crisis y a la legislación laboral todos los males que en la materia nos afectan. El problema fundamental es la globalización, las nuevas reglas de la economía han hecho que nuestras empresas no puedan competir en costes laborales. Además, nuestra producción, en su conjunto, es de poco valor añadido. En consecuencia, la normativa del mercado laboral debe ser un instrumento útil para la recuperación y la competitividad y no una rémora, pero no parece que los nuevos cambios vayan en esa dirección.
De todos modos, cualquier reforma laboral que se precie necesita de la ayuda y el empuje de la vuelta al crédito y de la recuperación económica para que sea efectiva. Pero es que además el acuerdo con los agentes sociales es consustancial si se aspira al éxito y, obviamente, no es el caso Según José Ignacio Pérez Infante, economista laboral y director general de empleo en los años ochenta: “Casi todas las reformas laborales que se han aprobado hasta ahora han sido muy parciales”. Y opina que realizar una reforma en profundidad en plena recesión puede agravar el problema y sostiene que: “No es momento de hacer reformas porque las medidas para la contratación no funcionan, mientras que las de despido si. No le falta razón a Pérez Infante.
Para los sindicatos esta reforma es: “radical, inútil y desequilibrada”. Y va a servir para despedir a los padres de manara barata y fácil, para luego poder contratar a los hijos con menos dineros y menos derechos. Ahora falta el trámite parlamentario, pero no cabe imaginar que se vayan a producir muchos acercamientos a los planteamientos sindicales. Los populares tienen una holgada mayoría absoluta y Artur Mas (CiU) ya ha dicho que la música de la reforma le suena bien y para Durán y Lleida la reforma está bien orientada, por tanto que CiU vote con el PP está cantado. Y es que al final la derecha siempre acaba entendiéndose.

Bernardo Fernández
Publicado en La Voz de Barcelona 14/02/12

1 comentari:

Anònim ha dit...

Bon article, molt interessant

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