EL SOCIALISMO CATALÁN EN LA ENCRUCIJADA.
Es posible que las últimas decisiones que hemos tomado los socialistas en Cataluña vistas desde la distancia puedan producir cierta perplejidad.
Analicemos los hechos:
Es verdad que en menos de tres meses se han cambiado los dos primeros cabezas de cartel. Pasqual Maragall, actual presidente y candidato a repetir como tal en la Generalitat, y Joan Clos, alcalde de Barcelona nombrado Ministro, han dejado sus plazas. Para empezar no olvidemos que la única persona con potestad para poner y destituir ministros es el presidente del gobierno. Y eso es lo que ha hecho. Decidir y actuar en función de las competencias que la legalidad le otorga.
Ante esta situación el partido ha optado, en perfecta sintonía con el hasta ahora alcalde, colocar a Jordi Hereu al frente del Gobierno Municipal. Jordi Hereu, que posee una buena formación académica, es un joven concejal de 41 años que ha desempeñado diversas responsabilidades políticas con notable éxito desde el año 1999 en que fue elegido concejal. Ha sido, entre otras cosas, regidor en diversos distritos como Las Corts o Sant Andreu y responsable de seguridad y vía pública. Parece, pues, una opción acertada para proseguir la obra de hacer de Barcelona la capital socialdemócrata del sur de Europa que un día inició Narcís Serra, continuó con notable éxito Pasqual Maragall y siguió desarrollando ya en el siglo XXI Joan Clos. De todos modos, que nadie se asuste. Éste es un tránsito necesario y obligado hasta las próximas elecciones municipales del mes de mayo de 2007. Para entonces el partido ya habrá puesto en marcha los mecanismos que el régimen interno prevé y los militantes se pronunciarán sobre quien debe ser el alcaldable de la organización por Barcelona.
En cualquier caso lo que ha hecho correr ríos de tinta y ha tenido, y temo tendrá, más resonancia mediática es la renuncia de Pasqual Maragall a presentarse a otro mandato en la presidencia de la Generalitat de Cataluña.
Es evidente que Maragall ha sido un líder heterodoxo, no adscrito a los cánones clásicos de la izquierda tradicional. De hecho, siendo alcalde ya intentó la creación de una plataforma política que suplantara en todo o en parte el espacio del partido. Sabido es que nunca sus relaciones fueron fluidas con el mal llamado aparato. Tal vez por eso, y quizás porqué quería emular al partido demócrata americano crea Ciutadans pel Canvi, organización que hace tiempo ya perdió su razón de ser, si es que la llegó a tener. Por otra parte, hay que reconocer su capacidad de trabajo. Y lo que no se le podrá negar nunca es su perseverancia, su tenacidad y su obstinación, a veces rayando en la terquedad, para lograr un objetivo.
A estas alturas nadie puede negar que él ha sabido aglutinar a la gente de progreso de Cataluña para sacar adelante el Estatuto. Es verdad que este proceso, por largo y difícil, ha eclipsado la acción de gobierno. Una acción de gobierno que ha sido importante y cuantiosa, más allá de la discusión y la anécdota, y que a menudo ha superado su propia categoría para convertirse en prueba de cargo. Políticas territoriales y ambientales, acuerdos estratégicos por la competitividad, pero sobre todo acciones dirigidas a las personas como la ley de barrios, el pacto por la educación o la ley de servicios sociales. Éstas han sido, entre otras, las enseñas de un gobierno de izquierdas, del Gobierno Maragall.
Con este telón de fondo en Cataluña el 18 de junio, con la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía, se abría un nuevo ciclo político. Quedarán para el recuerdo las anécdotas, las disputas, las pequeñas peleas y los pactos de pasillo. Pero lo importante es lo que ha quedado escrito y después ha sido votado y aprobado por los ciudadanos.
Un nuevo estatuto que es el mejor marco jurídico que jamás hemos tenido como pueblo. Pero solo será así si ahora hacemos que todo eso que se consiguió sirve para que los ciudadanos vivan mejor, para que la sanidad sea mejor, para que la educación sea un herramienta de integración y liberación para todos, para que los jóvenes puedan acceder a una vivienda si tenerse que empeñar de por vida…
Y aquí, que nadie se escandalice, no se trata de renunciar a nada. El concepto de nación cada uno lo entiende de una manera y todas son respetables. Nuestra singularidad nacional y nuestra trayectoria como pueblo es la que es y no vamos a renunciar a nada, Pero ahora es el momento de hacer políticas para la gente, políticas de cohesión social y de integración. Políticas mediante las cuales los ciudadanos alcancen mayores cuotas de calidad de vida. Si no es así, ese nuevo texto que tanto nos ha costado no habrá servido para casi nada.
Así las cosas, al PSC (PSC-PSOE) se le planteó un reto de extraordinaria importancia: primero, escoger un candidato que sea el nuevo Presidente de la Generalitat. Y, después, que éste sea la persona que encabece el gobierno que tiene que poner en marcha el nuevo estatuto. El estatuto de las personas. Pues bien, en ese contexto, el partido ha decidido que sea José Montilla quien lidere ese proyecto. Es verdad que de alguna manera se rompe el hilo conductor de los candidatos del PSC a la presidencia de la Generalitat. El lugar de nacimiento es distinto y la extracción social y, por tanto, la formación también. Ahora bien, hay algo que para mí es muchos más importante: todos han mamado socialismo desde pequeños y todos se han forjado en mil batallas y, lo que más importa, todos comparten el deseo de una sociedad más justa, más libre y más solidaria. Por todo eso desde el socialismo catalán hay que poner de manifiesto, ahora más que nunca, que el catalanismo es transversal y que proponer a un andaluz de origen a la más alta magistratura de país es un símbolo de normalidad democrática
Ya lo hemos dicho. Con este estatuto se abre una etapa nueva en Cataluña, pero también en España. En los próximos años habrá que desarrollarlo y aplicarlo. Ciertamente esa será una tarea compleja y para ello se necesita un gobierno con una mayoría parlamentaria sólida y que a la vez tenga la fortaleza que otorgan, primero las urnas, y luego el rigor en la acción. Y eso, sin duda, está en el caché de Montilla.
Nos jugamos mucho, es verdad. Todo cambio significa un riesgo y lo asumimos Esta en juego aquello por lo que hemos luchado años y años. Podemos pasar de tocar el cielo con las manos a hundirnos en nuestro propio detritus Vale la pena intentarlo. En las próximas elecciones al Parlament del 1N hay que obtener una mayoría suficiente para poder gobernar con sosiego y tranquilidad. Ésta sería la mejor manera de culminar este proceso de renovación que los socialistas de Cataluña hemos puesto en marcha. Al fin y al cabo se trata de evolucionar al ritmo que lo hace la sociedad de la que formamos parte y a la cual aspiramos a representar y a servir.
Publicado en EL SIGLO nº 768 18 a 24 de septiembre de 2006
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