29 de març 2006

Más allá del Estatut


No cabe duda de que el gran eje vertebrador de la séptima legislatura del parlamento catalán –primera del postpujolismo- ha sido la elaboración de un nuevo Estatuto de autonomía. Tal vez el proceso haya sido demasiado largo y eso ha podido producir un cierto hartazgo en la ciudadanía. Es verdad, pero el proceso era muy delicado. Se han tenido que conjugar sensibilidades políticas muy alejadas y cualquier desliz hubiera podido significar el fin, por mucho tiempo, de todo tipo de mejora en materia de autogobierno.

Es cierto que el texto que se aprobó en nuestro parlamento el 30 de septiembre ha sido modificado en el Congreso de los Diputados. Es lógico, no podía ser de otra manera. Ahí se tenían que armonizar intereses o, como diría un castizo, templar gaitas. Nadie con entendederas políticas podía esperar otra cosa. El resultado final, y eso es lo que importa, es un buen estatuto, mucho mejor y más completo que el que tenemos en vigor desde 1979.

En este contexto ya solo falta el trámite en el Senado y después, entorno al verano, el referéndum. Un referéndum en el que, tanto el gobierno como las fuerzas políticas que dan soporte al nuevo texto, deberán echar el resto. Este estatuto tiene que ser aprobado con un muy amplio soporte popular. Cualquier otra cosa daría alas a aquellos que sistemáticamente se han opuesto a la tramitación.

Pero es que no solo es eso, que no es poco. Un final brillante, corroborado con una alta y positiva participación en el referéndum, dejaría al gobierno en una buena posición para explicar cual y porqué ha sido su acción, más allá del estatuto, a lo largo de la legislatura.

Este gobierno ha basado su acción política en la libertad personal y nacional, en el progreso económico, la seguridad y la justicia social. Pero no solo eso, también a partir de un programa económico muy ambicioso, ha adquirido un compromiso cívico y social.

Desde un punto de vista, no ya de izquierda sino progresista, no se puede permitir un crecimiento social basado en las desigualdades. Esto nos lleva, ineludiblemente, a fenómenos de exclusión social profundos. La coexistencia de esta realidad dual termina afectando no tan solo la cohesión, también la convivencia misma.

Por eso, entre otras cosas, se ha puesto claro, con nitidez meridiana, que en este mandato existe una sensibilidad especial en cuestiones de civismo, en temas como la convivencia, el patriotismo social o la capacidad de acogida. Estos son asuntos por las que este gobierno tiene una sensibilidad especial, muy a flor de piel.

Nos deberíamos remontar a los años treinta, con la Segunda República, para encontrar en Cataluña un gobierno de izquierdas. Este dato, elocuente por si solo, debería hacer reflexionar a aquellos que consideran poco afortunada la acción gubernamental. Se olvida con demasiada facilidad que al llegar al Palacio de la Generalitat se encontraron desde los armarios vacíos hasta antiguos consejeros que no se presentaron al traspaso de poderes, o sencillamente un agujero contable superior a los mil millones de euros. Por no citar otros asuntos que han constituido toda una rémora a la hora de tomar decisiones

Así las cosas, está claro que lo mejor está por llegar. Ahora hay que tomar iniciativas para que se visualice que el cambio es algo más que la alternancia. Pero no es menos cierto que la elaboración del nuevo estatuto en buena parte ha tapado esa acción. Por eso, ahora que el tema estatutario está prácticamente resuelto es el momento de demostrar que cuando se habla del cambio desde la izquierda, éste no solo es posible, sino que además es verdad.

LA NUEVA NORMALIDAD

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