02 de desembre 2022

EL CUPO VASCO Y LA SOLIDADRIDAD INTERTERRITORIAL


 

A mediados de este mes de noviembre, los representantes de los Gobiernos central y vasco acordaron renovar por cinco años el Cupo vasco sin modificaciones políticas sustancialmente sustanciales; en contrapartida, el PNV renunció a presentar una enmienda a la totalidad a los Presupuestos para 2023 y el pasado jueves los votaba a favor.

Aunque el tema del Concierto y el Cupo Económico de las comunidades forales no está en la cresta de la ola mediática, me ha parecido oportuno traerlo a colación porque en momento algún habrá que ponerlo sobre la mesa y hacer una reflexión en profundidad, ya que es una cuestión que nos afecta a todos. 

Para no perdernos en las galimatías normativas, nos conviene saber que el Concierto Económico surgió tras la abolición foral, como un sistema de contribución de las provincias vascas a las finanzas del Reino de España, después de la finalización de la última Guerra Carlista a finales del siglo XIX. De esa forma, se reconocía a las Diputaciones Forales la facultad de recaudar sus propios impuestos a fin de hacer frente a los gastos propios ya los comunes del Estado. Mientras que el Cupo es la cantidad que el País Vasco o Navarra tienen que pagar cada año a la Administración central por los servicios que este presta en su territorio por las competencias no transferidas en virtud del Concierto Económico. Es decir, por las embajadas en el exterior, por los museos nacionales, la política de defensa o los intereses de la deuda, entre otros gastos.

Se da la circunstancia de que el sistema de financiación foral es una excepción en el panorama internacional. Ni en los países federales más desarrollados los gobiernos centrales renuncian a su poder fiscal en beneficio de alguna de sus regiones, provincias, estados o Landers, como ocurre en España con el País Vasco y Navarra.

Si hoy se tuviera que redactar la Constitución, con toda seguridad, no se haría igual. Sin embargo, en 1978 se le dio carácter legal a esa asimetría. En aquel tiempo existieron muchas urgencias, presiones y conflictos que resolver. Además era casi imposible anticipar como iba a ser el desarrollo del sistema fiscal español en las décadas siguientes y las consecuencias posteriores de esa asimetría. La cuestión es que hoy es una normativa que genera una importante distorsión y graves agravios comparativos.

El modo en que se computa el cupo vasco y la aportación navarra genera recelos en el resto de comunidades autónomas que acaban provocando o agravando conflictos en el espacio político. Porque legitima las tienen de otras autonomías a favor de recortar sus flujos de nivelación interterritorial.

En esencia, el problema es que las haciendas forales someten a una presión fiscal algo inferior a sus contribuyentes, ya sean personas físicas o empresas (he ahí las polémicas "vacaciones fiscales" de las que tanto se ha hablado y las denuncias de competencia fiscal de los territorios limítrofes). Con ese sistema, acaban disponiendo de muchos más recursos para financiar sus servicios públicos. Eso sucede básicamente por dos motivos. Por un lado, son territorios con renta y capacidad tributaria por habitante superior a la media. Por otro, las cuantías del cupo vasco (podríamos decir lo mismo de la aportación navarra) que mejorarán temporalmente a la administración central son muy bajas. Los flujos fiscales netos per cápita que todos los ejercicios salen de los territorios forales hacia el resto de España son muy inferiores a los que proceden de Cataluña, Madrid o Valencia, por ejemplo. Por un principio de equidad poco discutible, tanto Euskadi como Navarra contribuirán a contribuir mucho más a la nivelación y la solidaridad interterritorial, como lo demostrarán diversos estudios realizados por expertos a lo largo del tiempo.

Más pronto que tarde se tendrá que hacer la revisión de la financiación autonómica. entonces cuando se vuelva a abrir el debate sobre la equidad en el sistema Será de financiación para las autonomías y el grado deseable de nivelación interterritorial. Sería muy positivo que, llegada la ocasión, no se vuelva a orillar la cuestión de las grandes ventajas financieras que proporciona la metodología con la que se computan los flujos fiscales de las haciendas forales a la hacienda central. Una metodología que, por cierto, no se concreta en la Constitución cuya reforma no exigiría, de entrada, cambios constitucionales.

No es ni lógico ni razonable que se nos tache a los catalanes de insolidarios y, en cambio, se mire para otro lado cuando se trate de la financiación de Euskadi y Navarra. Sin duda, es un asunto de una gestión política compleja, que sobra de una finísima cirugía política, pero como decía un viejo líder de izquierdas, “cuando las cosas son justas hay que hacerlas, cueste lo que cueste”.

Es evidente que la cuestión es complicada y no parce que estemos en el momento óptimo para abordarla. En mi opinión, el problema está en el Cupo y no en el Concierto. Por eso, con toda la modestia que soy capaz, quiero dejar sobre el tapete unas ideas básicas por si en algún momento, pueden ser de utilidad: Para empezar las negociaciones con buen pie se precisa de una amplia mayoría de partidos que, sin tacticismos equivocados , están por la labor. El diálogo ha de ser tranquilo y la discusión técnica rigurosa; la búsqueda del pacto político debe dirigir la estrategia del Gobierno central (sea del color que sea). No hay que olvidar que el ruido y las amenazas no son nunca lo más inteligente cuando uno tiene los argumentos más sólidos a su favor. Se trata de llevar a cabo un cambio de gran calado y estructural, no de asuntos coyunturales.

Es muy delicado retirar derechos cuando se han otorgado con una orla de históricos. No obstante, la igualdad entre todos los ciudadanos del Estado debe primar sobre cualquier otra consideración.

 

 

Bernardo Fernandez

Publicado en e-noticias 28/11/2022

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