Después de una década larga cayendo
por la pendiente, camino de la irrelevancia, parecía que la socialdemocracia
iba a quedar como una pieza de museo. Sin embargo, la victoria del Partido
Socialdemócrata Alemán (SPD) en las elecciones alemanas de septiembre de 2021, supuso
una inyección de moral para la izquierda en general, pero, de manera específica,
para los socialdemócratas europeos. El regreso del SPD al puente de mando de la
principal potencia del continente abría unas expectativas diferentes. A rebufo
del éxito alemán el socialismo
templado volvía al poder en Noruega, se lograba un brillante
resultado en las municipales italianas, Antonio Costas ganaba con solvencia en
Portugal y se registraba una tendencia positiva en los sondeos a escala
europea. En paralelo, los conservadores moderados sufrían en buena parte del
continente, debilitados por una ultraderecha rampante.
Pero pronto empezaron a aparecer
serios nubarrones en el horizonte progresista. Los ciudadanos europeos llamados
a las urnas a lo largo de este 2022 han ido depositando en ellas mensajes
preocupantes para la familia socialdemócrata. Las victorias cosechadas desde
septiembre de 2021 hasta enero de este año, se han visto ensombrecidas por resultados
como los de Francia, en las elecciones presidenciales, del pasado mes de abril,
donde el partido socialista quedó prácticamente borrado del mapa. En
septiembre, la ultraderecha ganó las elecciones en Italia. Y pocas semanas
después en Suecia el electorado daba la espalda a los socialdemócratas.
El año 2022 no está siendo provechoso
para los intereses electorales del socialismo europeo. Si ponemos el foco en
nuestro país, las derrotas en Castilla y León y Andalucía levantaron ampollas.
En Bulgaria el socialismo está en la UCI y en Dinamarca, el Ejecutivo
socialista tuvo que convocar elecciones anticipadas al resquebrajarse
la mayoría que lo sostenía.
Con este paisaje de fondo, el último
fin de semana del pasado mes de noviembre se celebró el 26 Congreso del
Internacional Socialista (IS). Allí Pedro Sánchez fue elegido, por aclamación, al
no haber otro candidato para dirigir la IS, presidente de ese movimiento
político, para los próximos cuatro años. No será tarea fácil.
La IS fue fundada en 1951, la forman
132 paridos del ámbito del socialismo democrático. Entre sus presidentes se
encuentran políticos tan prestigiosos como Willy Brandt y Antonio Guterres. Su
época dorada hay que situarla entre mediados de los cincuenta hasta finales de
los setenta; luego, se fue difuminando, con esporádicos rebrotes, pero sin
llegar a cuajar un movimiento cohesionado en la gran familia socialista ni
sostenido en el tiempo. Esa situación de inconsistencia la pone de manifiesto
el hecho de que el secretario general, el chileno Luís Ayala, haya ocupado el
cargo desde 1989 y el presidente, el griego Yorkos Papandreu, lo haya sido desde
2006. Con esa actitud de pasotismo, no es de extrañar que el siempre mordaz
Alfonso Guerra dijera hace unas semanas: “ya dije hace 30 años que la IS se
estaba convirtiendo en una agencia de viajes”.
Pedro Sánchez necesita reverdecer los
laureles de la vetusta institución que se ha quedado anquilosada. Para eso,
como dijo en el discurso de aceptación de la presidencia, “hay que renovarla y
darle una dimensión global” (…) “será una gran plataforma ideológica del
movimiento socialista internacional”.
No le falta razón ni ambición a Pedro
Sánchez, pero tendrá que arremangarse. Para empezar, deberá conseguir que el
potente SPD vuelva al seno de la familia socialista y que todos los miembros de
la organización cumplan con sus obligaciones, algunas tan prosaicas como estar
al corriente de pago o transmitir una imagen de unidad; son cuestiones
imprescindibles para que se tenga en cuenta a IS en el concierto político
internacional.
En este contexto, atención especial
merecen figuras emergentes del progresismo político de América latina. como
Lula da Silva, de Brasil, el chileno Gabriel Boric o Gustavo Pietro de
Colombia. Pero el proyecto socialdemócrata para ser viable ha de ser remozado y debe mantener como eje vertebrador la redistribución de la renta y la
riqueza; pero, además, ha de incorporar, como cuestiones irrenunciables
propias, la transición energética hacia energías renovables, sin condenar al
hambre a los trabajadores de las empresas contaminantes. La defensa de los
derechos de las minorías y las mujeres, el fortalecimiento del Estado del bienestar
y entender el movimiento migratorio no comunitario como parte de la solución y
no como un problema.
El modelo
socialdemócrata no puede ignorar el impacto de la revolución
digital sobre el empleo. Por eso, se hace imprescindible que en el mercado de
trabajo la IS marque parámetros. Hay que redefinir los derechos laborales en un
marco productivo configurado por las nuevas tecnologías. El credo de la
socialdemocracia no puede ser ajeno a la desregularización en un terreno
emergente que puede ser ─con toda probabilidad─ caldo de cultivo para el
empresariado sin escrúpulos.
Donde, sin duda, los responsables de
la IS tendrán que batir el cobre, será en la reforma y homogeneización del sistema fiscal europeo que, además de ser progresivo, deberá generar
suficientes recursos y equidad para el conjunto de ciudadanos de la UE. Este es, probablemente,
el mayor reto que se le plantea, no solo a la socialdemocracia, sino a
cualquier partido, grupo o movimiento que aspire a representar algo en el
ámbito europeo porque sin unos medios económicos adecuados es imposible
afrontar políticas de calado y transformadoras.
Sintetizando, el proyecto socialdemócrata precisa de una renovación y una puesta a punto
adecuada para ser una alternativa realista, justa
y socialmente integradora. La IS, antes
que convertirse en una agencia de viajes, debería asemejarse a una orquesta, en
la que cada instrumentista toca su partitura (hay que respetar la idiosincrasia
de cada país, de cada región), pero todo el conjunto debe sonar de forma
armónica, equilibrada y al “tempo” que marca la batuta del director. Es una
condición sine qua non para que la tengan en cuenta en el concierto
político mundial.
Bernardo
Fernández
Publicado en e notícies 12/12/2022
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