08 de desembre 2022

TRIFULCAS PARLAMENTARIAS


 

La política española nunca ha sido una balsa de aceite. Las broncas y trifulcas que se generan por la incontinencia verbal de algunos dirigentes politicos o por estrategias calculadas, han sido frecuentes. En los últimos tiempos, sin embargo, estamos soportando situaciones de violencia dialéctica que van bastante más allá de lo razonablemente permisible. Quizás deberíamos irnos hasta la etapa del “váyase señor González”, a mitad de los noventa, para encontrar una época de agresividad dialéctica similar a la actual. 

La historia de nuestra democracia está llena de descalificaciones gratuitas del contrario, expresadas con más o menos salero. En plena Transición provocando un fuerte impacto en la opinión pública el reproche de que Alfonso Guerra le hizo a Adolfo Suárez cunado le dijo que “era un truhan del Misisipi”, entonces, algún santurrón de la derecha a punto estuvo de rasgarse las vestiduras. Hoy, aquella frase, en comparación con los impropios que se lanzan en la actualidad sería, no diré, una alabanza, pero casi.  

Frente a estas escandaleras, nos conviene no olvidar que, ni el ruido ni las amenazas ni las descalificaciones personales son lo más inteligente, cuando se tienen argumentos sólidos para defender unos planteamientos. Sin embargo, algunos políticos piensan que, con el exabrupto y la ofensa consiguen atraer seguidores a su proyecto. Craso error. Tal vez puedan, temporalmente, llamar la atención de algunos hooligans, pero la inmensa mayoría de ciudadanos lo que espera de la clase política son soluciones a los problemas y no que crean más conflictos.

Lo estamos viendo con mucha frecuencia, parte de la derecha y alguna que otra señoría de la izquierda confunden el Congreso de los Diputados, que debería ser el templo de la palabra, con una tasca.

La semana pasada, desde ese teórico templo de la palabra, nos ofrecieron un espectáculo dantesco. La bronca entre el Gobierno y la oposición, con Vox como líderes destacados del insulto, es ya un cásico. La escalada verbal entre la clase política es preocupante porque no augura nada bueno. Estamos a seis meses de unas elecciones municipales y autonómicas, ya menos de un año de las generales, y todo indica que la polarización del debate público irá a más. 

El primer rifirrafe, en esta ocasión, se produjo cuando  la diputada de Vox, Carla Toscano, llamó "libertadora de violadores"  a la ministra de Igualdad, Irene Montero, y le dijo que: “Su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”. La algarabía que se desató en la Cámara fue monumental y la ministra, que apenas pudo contener las lágrimas, quiso que se mantuviera en el diario de sesiones esta intervención para dejar constancia de la “violencia política”. 

Por si el espectáculo no había sido lo suficientemente penoso, al día siguiente, en la sesión de control al Gobierno, Santiago Abascal puso a prueba la tolerancia de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Dirigiéndose al presidente Pedro Sánchez, le dijo: “Tiene como aliados a partidos que defienden a condenados por terrorismo. Es decir, unos filoterroristas”. “¿Qué más va a hacer para defender a filoterroristas? ¿Cómo se llama a los filoterroristas?”. También le reprochó que hubiera traspasado las competencias de Tráfico a Navarra. En su réplica Sánchez le recordó que fue un acuerdo al que se llegó en el año 2000 con el PP en el Gobierno, y en la dirección del PP de entonces estaba Abascal.“Usted entonces se calló, así que menos lobos, caperucita”, le dijo Sánchez.

Pero el momento tristemente estelar, de este deplorable Pleno, llegó cuando la ministra Irene Montero respondió al portavoz del PP, Cuca Gamarra, diciendo que "ustedes promueven la cultura de la violación, que pone en cuestión la credibilidad de las víctimas", una obtuvo que levantó la airada protesta de la bancada popular. Ante esa situación, la presidenta del Congreso intervino para censurar las palabras de la ministra, y dirigió un ruego a todo el hemiciclo. “Les pido, por favor, respeto en las expresiones que se utilizan y contención en el lenguaje”, reclamó.

Todos los diputados y diputadas tienen su cuota parte de responsabilidad en estos desaguisados, pero no hay duda de que es mayor la de aquel que ostenta mayor grado. En consecuencia, los miembros del Gobierno deben ser más precavidos y no caer en el fango con tanta facilidad; por muy dificil que resulte, aunque se tenga que contar hasta diez, tantas veces como sea necesario, para no caer en la provocacion. 

Al hilo de estos episodios me han venido a la cabeza las etapas de desconcierto dentro de la Segunda República. Fueron, también aquellos, tiempos convulsos por la agresividad, no solo verbal, de la derecha y la extrema derecha, en ocasiones mimetizada por una parte de la izquierda. Gracias a ese contexto, un movimiento como Falange pudo asentar su base doctrinal. Después, durante la Guerra Civil y la inmediata posguerra llegó el punto álgido de aquel proyecto totalitario. Así como su homologación con la doctrina y la trayectoria de los movimientos fascista y nacionalsocialista, y su plasmación en la dictadura franquista.

Escribo esto porque nos conviene no olvidar que las cosas no caen del cielo, y la democracia es uno de esos valores que hay proteger y guardar cada día ya que siempre hay alguien dispuesto a llevársela por delante.

No nos despistemos.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e noticies 05/12/2022

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