Si alguien piensa que, con la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP, el partido iba a dar un giro al centro que lo convirtiera en una formación de corte europea, puede ir desechando la idea. Feijóo, aún no ha sido elegido presidente de los populares, pero ya nos ha dado unas cuantas pistas de cómo va a ser su mandato.
La ambigua actitud de Feijóo frente a los pactos con Vox no es nueva. Siendo presidente de la Xunta de Galicia, en 2019, en Ourense, tuvo que decir un acuerdo que le desagradaba sobremanera: el que hizo alcalde de la ciudad a un extravagante candidato independiente, Gonzalo Pérez Jácome .
Feijóo, que en campaña había tachado de “letal” esa posibilidad, terminó justificando el pacto porque garantizaba “la estabilidad”, el mismo argumento esgrimido ahora para Castilla y León. Entonces, como ahora, descargó la última responsabilidad en los dirigentes locales.
Feijóo es un experto equilibrista. Por eso nos debemos ir acostumbrados a su permanente contorsionismo político. En la Palma, donde se celebró la cumbre de presidentes autonómicos, se mostró dispuesto a dar soporte al Gobierno para llevar a cabo rebajas fiscales. Sin embargo, al día siguiente hacía unas declaraciones en las que acusaba a Pedro Sánchez de forrarse con los impuestos a los carburantes.
Alberto Núñez Feijóo arrancó su carrera política, para llegar a la cúspide, en una campaña al comienzo de la crisis de en 2009. Ahora la casualidad le ha puesto de nuevo ante una situación similar. El Feijóo que estos días se está paseando por España para amarrar su candidatura recuerda mucho al que hace 13 años conquistó la Xunta de Galicia, con el discurso a favor de la gestión rigurosa . Entonces se apropió de una frase que, aunque no era suya, le identificaba frente a sus adversarios: “No se puede gastar lo que no se tiene”, solía decir. Incluso, en al gunos momentos, recuerda al personaje que en 2009 se descollaba por su agresividad. En aquel tiempo acusó a sus contrincantes de despilfarrar el dinero público. Ahora de “forrarse” con la subida de los carburantes. Trece años y sigue igual
Tampoco es nueva la doble actitud del futuro líder del PP ante el Gobierno. Durante toda la pandemia fue la constante. Prodigaba declaraciones conciliadoras con el Ejecutivo al tiempo que lanzaba ataques como el del 26 de octubre de 2020, cuando afirmó que la prórroga del estado de alarma asestaba “un palo sin precedentes al sector hotelero y de servicios” . Sin embargo, en los meses siguientes, la Xunta siguió aplicando cierres y confinamientos . Antes de la pasada Navidad, Feijóo fue de los primeros en pedir la obligatoriedad del uso de la mascarilla en la calle . Semanas después, arremetió contra el Gobierno por no retirar la medida. Puro equilibrio marca Feijóo.
Ahora llega a Madrid con aureola de buen gestor, aunque su capacidad para gestionar es más que cuestionable y si no que se lo pregunten a los ciudadanos que conocen bien los tejemanejes de la Xunta. Pero hay que admitir que ha sabido sortear escándalos que a cualquier otro le habrían costado de inmediato su carrera.
Quizás el más sonado fue el de su reconocida amistad con el narcotraficante Marcial Dorado con quien apareció en unas fotos a bordo del yate del primero tomadas en 1995, cuando él era secretario general de la consellería de Sanidad de José Manuel Romay, su mentor político . Se supo de la existencia de esas fotos en 2004, durante una redada policial en el chalé de Dorado, en el marco de una operación antidroga que terminaría con su dueño condenado a catorce años de cárcel por tráfico de cocaína. Pero no se hicieron públicos hasta el 2013. Feijóo ha reconocido que sabía que habían aparecido, aunque nunca se ha revelado quién le detectó de que obraban en poder de la policía.
Aunque llegará a la presidencia de su partido por aclamación, Feijóo no lo tendrá fácil entre los suyos. De hecho, será una “coronación” a cobro revertido: esos barones que le han animado a representar, lo han hecho a cambio de tener más poder en sus respectivas regiones y listas electorales. Es posible que asistamos a un cierto cambio del modelo organizativo del PP, y para ello remplazarán la tradicional centralización presidencial por un estilo más federal. Está por ver a cuánto poder está dispuesto a renunciar y cómo será su relación con Isabel Díaz Ayuso. Esa relación marcará, en gran medida, la evolución del partido popular.
De todas formas, la patata caliente que espera a Feijóo es la de la corrupción. Ahí es donde el nuevo presidente del PP tendrá que poner a prueba toda su capacidad política. Varias sentencias considerando suficientemente probado que el PP se financió ilegalmente, pero todavía ningún responsable político de los populares ha pedido perdón. Y eso, manchará por muchos años la imagen de un partido con vocación de gobierno. A todo lo más que llegó Pablo Casado fue a anunciar que vendería la sede central para intentar borrar así uno de los símbolos de la corrupción de su partido. Pero la realidad es que Génova 13 sigue siendo la sede de los populares. Veremos cuál es la actitud de Feijóo en ese asunto, pero le convendría no olvidar que todavía se han de celebrar un puñado de juicios por corrupción que salpican a la organización.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 28/03/2022
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