No quiero ser repetitivo. Estos días todos los medios de comunicación han dedicado portadas, editoriales, artículos o tertulias, para todos los gustos, sore el fiasco de la remodelación del aeropuerto de El Prat. Por lo tanto, no insistiré.
Si voy a señalar, no obstante,
algunas de las muchas oportunidades que como sociedad y país hemos perdido por
tener gobiernos ineficaces que, enfrascados en el monotema de la independencia,
no se han ocupado de la política de las cosas. Es decir, de aquello que de
verdad interesa a la ciudadanía.
Veamos pues, unos cuantos
ejemplos:
Hasta mediados de 2017
Barcelona era la ciudad preferida por la mayoría de los estados de la UE para acoger
la Agencia Europea del Medicamento, EMA (las siglas en inglés). La agencia
tenía que dejar Londres como consecuencia del Brexit y nuestra ciudad era la
más atractiva, tanto en el nivel técnico como por la calidad de vida, además
contaba con un edificio formidable ─la Torre Agbar─ donde recalar. La EMA da
cobijo a 900 altos cargos y es un negocio redondo, de altísimo valor añadido, a
su alrededor. Sin embargo, la inestabilidad social y la inseguridad política
que había generado el independentismo con el 1-O, y que entonces estaba en
pleno apogeo, desaconsejaron su traslado a Barcelona y finalmente fue Ámsterdam
la ciudad que acabó acogiendo la sede de la Agencia.
De forma casi simultánea, más
de 5.000 empresas, entre ellas algunas tan emblemáticas como La Caixa o el
Banco de Sabadell empezaron a marchar de Cataluña, para instalar sus sedes
centrales en lugares más tranquilos y evitar verse perjudicadas por la
inestabilidad política y jurídica que aquí había generado el “procés”. A día de
hoy, no ha vuelto prácticamente ninguna. Pero tampoco nadie se ha preocupado de
tender la mano y hacer una oferta lo suficientemente atractiva a esas empresas
para que, al menos, se planteen la posibilidad de volver.
El pasado mes de marzo el
president, Pere Aragonés, con el argumento nihilista de no coincidir con el
jefe del Estado, Felipe VI, no acudió a la celebración del 70 aniversario de
Seat, desairando, de esa forma, a la cúpula de Volkswagen y dejando a
trabajadores y ciudadanos de Cataluña sin quien debía ser su representante
natural: el president del Govern.
Ahora, el infantilismo naif
del Govern secesionista ha hecho que el Gobierno central suspenda la inversión
de 1.700 millones de euros que el
pasado, 2 de agosto, el vicepresidente de la Generalitat Jordi Puigneró y
la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez,
pactaron para la ampliación del aeropuerto del Prat.
En
este contexto, cuando es más necesario que nunca destensionar la situación, no
ayuda nada, sino todo lo contrario, que personajes como Laura Borras (segunda
autoridad del país) digan que “el dinero que el Estado no ha querido invertir
en el aeropuerto de El Prat lo invertirá en Madrid”; eso es mezquindad política,
impropia de un cargo de tan altísimo nivel
Estas
son algunas de las oportunidades de crear riqueza que hemos perdido en los
últimos nueve años, no las únicas, pero sí las más sonadas. Y explican en gran
medida porque Madrid aporta más al PIB que Cataluña y pronto de seguir así las
cosas lo hará Valencia, entonces nos sorprenderemos.
Seamos
realistas: (aunque el independentismo nos quiso embaucar con el eslogan “el
mon ens mira”) el mundo ni nos mira ni nos espera. Así que o nos subimos al
tren del desarrollo o el tren seguirá por las vías del progreso sin nosotros.
Pero
volvamos al hilo conductor de esta columna: la cuestión fundamental que ha
hecho descarrilar el proyecto de El Prat, ha sido el frikismo indepe. Hay que
decir, también, para no pecar de sectarios que, la necesidad de que el Gobierno
debe aprobar el plan de inversiones de Aena antes de que finalice este mes de
septiembre, ha jugado su papel. Es evidente que sí. La entidad que preside
Maurici Lucena no puede esperar a que en la Generalitat desojen la margarita.
Gobernar es tomar decisiones, a veces impopulares y eso parece que Pere
Aragonés no lo tiene claro.
De
todas formas, observando detenidamente el paisaje político, algo me dice, que
no todo está perdido, que es posible que se retomen las negociaciones y aún se
esté a tiempo de recuperar la inversión. Quizás esta vez nos salve la campana. Por si
acaso crucemos los dedos.
Bernardo
Fernández
Publicado
en e notícies 13/09/2021
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