Durante los últimos meses, Vicenç Villatoro ha realizado una larguísima entrevista a Jordi Pujol que ahora ha visto la luz en forma de libro con el título “Entre el dolor i l’Esperança (Proa-Enciclopedia). Pues bien, para entrar en materia, considero importante conocer la trayectoria política del autor de la interviú, Villatoro.
Vicenç Villatoro tiene una extensa
hoja de servicios prestados a la Generalitat de Cataluña durante la larga etapa
del pujolismo: director del diario Avui, director general de Promoción Cultural
de la Generalitat, también fue director de la Fundación Enciclopedia Catalana y
de la Corporación Catalana de Radio y Televisión y, como no, diputado en el
Parlament de Cataluña. O sea, un auténtico “pata negra” del nacionalismo.
Quizás por eso, no puedo
imaginar a periodistas del nivel de Josep Cuní, Soledad Gallego Díaz o Iñaki
Gabilondo, solo por poner unos ejemplos, haciendo una entrevista con el sesgo
de la que vamos a comentar. Algo así solo lo puede hacer alguien de “la casa”.
Con la publicación de la
entrevista el expresident intenta justificar y hacerse perdonar la supuesta
ocultación de la herencia de su padre, Florenci. Pero Jordi Pujol nunca fue un hombre que dio
puntadas sin hilo y a estas alturas no va a perder sus costumbres. Por eso,
aprovecha el intento de blanqueo que es el libro para asegurar que el
independentismo está abocado al fracaso. Opinión totalmente contraria a la que sostenía
en 2011, pero rectificar es de sabios. Ahora el expresident se muestra abierto
a “fórmulas no independentistas que -con seriedad y garantías- aseguren la
identidad, la capacidad de construir una sociedad justa y de facilitar la
convivencia”. Más vale tarde que nunca.
Pero vayamos al núcleo duro
del libro. A lo largo de la entrevista Pujol no se sale del guion previsto que
ya ha repetido en reiteradas ocasiones e insiste en que no es un corrupto. Ahí
Villatoro le hace un quite y comenta que “le sale de dentro”. El expresident
argumenta que mantuvo el dinero en Andorra por desidia y que nunca encontró el
momento para regularizar su situación. Curioso porque podía haber pedido a
algún colaborador que le hiciese las gestiones oportunas para normalizar su
situación fiscal. En cambio, si encontró tiempo y ganas para pronunciar aquella
famosa frase “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna” (refiriéndose al
caso Banca Catalana). “En adelante de ética y moral hablaremos nosotros” y,
también, para reclamar la Estado, un día sí y el otro también, lo que según él
se debía a Cataluña.
Pujol afirma que se considera
preparado para ir a la cárcel, para arruinarse e, incluso para morir, pero no
para el deshonor o la vergüenza pública. Sin embargo, no ha aportado ninguna
prueba que certifique su argumentación. Por eso, ni la Fiscalía Anticorrupción
ni el juez José de la Mata que ha instruido el caso ven como verosímil que sea la
herencia paterna el origen de la fortuna de los Pujol Ferrusola.
Ante esa situación, de tan
poca transparencia y nula voluntad de colaborar con la justicia, el ministerio
público en sus conclusiones asesta un duro golpe a la familia. Anticorrupción
señala que Jordi Pujol tejió una red de clientelismo aprovechando su posición
política. El expresident se valió presuntamente de un grupo de empresarios, con
los que tenía afinidad ideológica, para “repartirse cuantiosos beneficios”
fruto de los concursos públicos que dependían de las Administraciones que Pujol
y sus correligionarios controlaban. Después ese dinero se blanqueaba de
diversas maneras para evitar tener que rendir cuentas ante la Hacienda pública.
En el escrito de acusación la
Fiscalía describe el papel que jugó cada miembro de la familia. En su opinión
el matrimonio Pujol Ferrusola dirigía las operaciones, mientras que los hijos,
Jordi y Josep, apoyados por Mercè Gironés, exesposa del primero, gestionaban
los beneficios de las iniciativas de los patriarcas y el resto de vástagos eran
beneficiarios más o menos pasivos de los trapicheos de los mayores; claro está
que guardando un cauteloso silencio. A su vez, estos pronto empezaron los
vuelos delictivos por su cuenta. Es el caso de Oleguer y Oriol.
Por todo ello, la Fiscalía
Anticorrupción acusa a la familia de constituir una asociación criminal,
falsedad documental y blanqueo de capitales. En consecuencia, solicita nueve
años de cárcel para Jordi Pujol y 29 para el del delfín Pujol Ferrusola.
Asimismo, exonera de cualquier responsabilidad a Marta Ferrusola por entender
que tiene una demencia grave.
Con toda seguridad, más pronto
o más tarde conoceremos la sentencia que vendrá a ser, algo así, como la verdad
oficial de lo sucedido en Cataluña desde 1980 hasta 2003. Pero, mucho me temo,
que la verdad real de lo que se llegó a cocinar en el lado montaña de la plaza de
Sant Jaume, tardaremos muchos años en saberlo, incluso es posible que no lo
sepamos nunca.
Por eso, me parece que es muy
razonable exigir menos arrepentimiento, menos milongas y más decir la verdad,
porque, cuando se trata de rendir cuentas a un pueblo, con pedir perdón no es
suficiente. Y es que estamos ante una situación de tantísima gravedad que
lamentarse no basta para obtener la indulgencia de la sociedad.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
07/06/2021
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