09 de juny 2021

PEDIR PERDON NO ES SUFICIENTE


 Durante los últimos meses, Vicenç Villatoro ha realizado una larguísima entrevista a Jordi Pujol que ahora ha visto la luz en forma de libro con el título “Entre el dolor i l’Esperança (Proa-Enciclopedia). Pues bien, para entrar en materia, considero importante conocer la trayectoria política del autor de la interviú, Villatoro.

Vicenç Villatoro tiene una extensa hoja de servicios prestados a la Generalitat de Cataluña durante la larga etapa del pujolismo: director del diario Avui, director general de Promoción Cultural de la Generalitat, también fue director de la Fundación Enciclopedia Catalana y de la Corporación Catalana de Radio y Televisión y, como no, diputado en el Parlament de Cataluña. O sea, un auténtico “pata negra” del nacionalismo.

Quizás por eso, no puedo imaginar a periodistas del nivel de Josep Cuní, Soledad Gallego Díaz o Iñaki Gabilondo, solo por poner unos ejemplos, haciendo una entrevista con el sesgo de la que vamos a comentar. Algo así solo lo puede hacer alguien de “la casa”.

Con la publicación de la entrevista el expresident intenta justificar y hacerse perdonar la supuesta ocultación de la herencia de su padre, Florenci.  Pero Jordi Pujol nunca fue un hombre que dio puntadas sin hilo y a estas alturas no va a perder sus costumbres. Por eso, aprovecha el intento de blanqueo que es el libro para asegurar que el independentismo está abocado al fracaso. Opinión totalmente contraria a la que sostenía en 2011, pero rectificar es de sabios. Ahora el expresident se muestra abierto a “fórmulas no independentistas que -con seriedad y garantías- aseguren la identidad, la capacidad de construir una sociedad justa y de facilitar la convivencia”. Más vale tarde que nunca.

Pero vayamos al núcleo duro del libro. A lo largo de la entrevista Pujol no se sale del guion previsto que ya ha repetido en reiteradas ocasiones e insiste en que no es un corrupto. Ahí Villatoro le hace un quite y comenta que “le sale de dentro”. El expresident argumenta que mantuvo el dinero en Andorra por desidia y que nunca encontró el momento para regularizar su situación. Curioso porque podía haber pedido a algún colaborador que le hiciese las gestiones oportunas para normalizar su situación fiscal. En cambio, si encontró tiempo y ganas para pronunciar aquella famosa frase “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna” (refiriéndose al caso Banca Catalana). “En adelante de ética y moral hablaremos nosotros” y, también, para reclamar la Estado, un día sí y el otro también, lo que según él se debía a Cataluña.

Pujol afirma que se considera preparado para ir a la cárcel, para arruinarse e, incluso para morir, pero no para el deshonor o la vergüenza pública. Sin embargo, no ha aportado ninguna prueba que certifique su argumentación. Por eso, ni la Fiscalía Anticorrupción ni el juez José de la Mata que ha instruido el caso ven como verosímil que sea la herencia paterna el origen de la fortuna de los Pujol Ferrusola.

Ante esa situación, de tan poca transparencia y nula voluntad de colaborar con la justicia, el ministerio público en sus conclusiones asesta un duro golpe a la familia. Anticorrupción señala que Jordi Pujol tejió una red de clientelismo aprovechando su posición política. El expresident se valió presuntamente de un grupo de empresarios, con los que tenía afinidad ideológica, para “repartirse cuantiosos beneficios” fruto de los concursos públicos que dependían de las Administraciones que Pujol y sus correligionarios controlaban. Después ese dinero se blanqueaba de diversas maneras para evitar tener que rendir cuentas ante la Hacienda pública.

En el escrito de acusación la Fiscalía describe el papel que jugó cada miembro de la familia. En su opinión el matrimonio Pujol Ferrusola dirigía las operaciones, mientras que los hijos, Jordi y Josep, apoyados por Mercè Gironés, exesposa del primero, gestionaban los beneficios de las iniciativas de los patriarcas y el resto de vástagos eran beneficiarios más o menos pasivos de los trapicheos de los mayores; claro está que guardando un cauteloso silencio. A su vez, estos pronto empezaron los vuelos delictivos por su cuenta. Es el caso de Oleguer y Oriol.

Por todo ello, la Fiscalía Anticorrupción acusa a la familia de constituir una asociación criminal, falsedad documental y blanqueo de capitales. En consecuencia, solicita nueve años de cárcel para Jordi Pujol y 29 para el del delfín Pujol Ferrusola. Asimismo, exonera de cualquier responsabilidad a Marta Ferrusola por entender que tiene una demencia grave.

Con toda seguridad, más pronto o más tarde conoceremos la sentencia que vendrá a ser, algo así, como la verdad oficial de lo sucedido en Cataluña desde 1980 hasta 2003. Pero, mucho me temo, que la verdad real de lo que se llegó a cocinar en el lado montaña de la plaza de Sant Jaume, tardaremos muchos años en saberlo, incluso es posible que no lo sepamos nunca.

Por eso, me parece que es muy razonable exigir menos arrepentimiento, menos milongas y más decir la verdad, porque, cuando se trata de rendir cuentas a un pueblo, con pedir perdón no es suficiente. Y es que estamos ante una situación de tantísima gravedad que lamentarse no basta para obtener la indulgencia de la sociedad.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 07/06/2021

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