15 de juny 2021

PABLO CASADO Y SUS CONTRADICCIONES


 El pasado 31 de mayo, publicaba en esta ventana virtual que es e- notícies, un artículo bajo el título “La parte y el todo” que empezaba diciendo: “Pablo Casado está exultante. La victoria incontestable de Isabel Díaz Ayuso, el pasado 4 de mayo en las elecciones autonómicas de Madrid, ha supuesto un chute de moral en vena para la parroquia pepera” y continuaba “Eso ha hecho que a los líderes del partido popular se les haga la boca agua de pensar que pueden tener, de nuevo en sus manos, los resortes del poder”.  

Sin embargo, en política suele ocurrir como en la vida, que se puede pasar de la euforia a la decepción en menos que canta un gallo y la alegría, a veces, dura menos que una bolsa de chuches en la puerta de un colegio. Quizás por eso, a los populares el espejismo de llegar a la Moncloa les ha durado un mes. Justo el tiempo transcurrido entre la victoria de Ayuso y la imputación judicial de María Dolores de Cospedal y su marido, Ignacio López del Hierro, por su presunta participación en la operación Kitchen que, como saben ustedes, consistió, en esencia, en corromper policías para tapar la corrupción del PP, que, por cierto, se impulsó y financió desde el Gobierno. Ver para creer.

Ciertamente, todos, en mayor o menor medida, vivimos conllevando nuestras contradicciones. Los políticos no son una excepción, pero Pablo Casado es, con toda probabilidad, el líder indiscutible en ese ámbito.

“No tiene que ver con mi etapa” fue la respuesta que dio Casado cuando le pidieron su opinión sobre la imputación de la exsecretaria general de su partido, María Dolores de Cospedal, ya. Pero es que ni siquiera le han abierto un expediente disciplinario, ni la han dado de baja como si han hecho en otras ocasiones similares. Y eso solo puede tener una explicación: Fue Cospedal quién, tras perder en la primera vuelta de las primarias frente a Soraya Sáenz de Santamaría, pidió el voto para Pablo Casado y hoy, gracias a esa iniciativa, Casado es el presidente del PP.

Pero en los últimos días el gran debate en el PP y que está desquiciando a su presidente ha sido si debían asistir o no a la concentración de la plaza de Colón del domingo 13 de junio. Obviamente, han asistido y se han encontrado con sus colegas de Vox y los restos del naufragio de Ciudadanos. Aunque según informaciones de la Delegación del Gobierno la asistencia ha sido más discreta que en 2019 y, desde luego, no ha habido foto conjunta.

La cuestión es que los peperos más templados no quieren compartir, ni espacio ni pancarta, con la derecha extrema. Tanto es así que barones como el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno o el de la Xunta de Galicia, Albert Núñez Feióo, ya dijeron que no asistirían al encuentro de Colón, mientras que el sector más desacomplejado que representan Ayuso y Álvarez de Toledo consideraban que el partido debía ir a Colón sin ningún rubor. Y ahí Casado vuelve a sufrir otra de sus grandes contradicciones porque el pasado mes de septiembre, cuando Santiago Abascal presentó su moción de censura, el presidente del PP quiso marcar territorio con la idea de diferenciarse de la externa derecha y reiniciar el eterno viaje al centro, pero, ahora, la confluencia de la derecha extrema con la “derechita cobarde”, en la concentración del pasado domingo, ha echado por tierra los intentos de desmarque y de centrar al partido hechos durante meses.

Con todo, donde Casado pone en juego su consideración como político (atención que digo consideración, no futuro), es en el tema de los indultos. Porque si recoge firmas contra la medida de gracia, sin proponer otra alternativa que no sea la cárcel, quedará estigmatizado como quedó Rajoy recogiendo firmas contra el Estatut. Aunque eso sí, esa iniciativa es posible que, a corto plazo, le dé pingües beneficios electorales. En cambio, si los populares dejasen de hacer ruido y admitieran, tanto los indultos que, al fin y al cabo, son constitucionales, como la mesa de diálogo entre gobiernos, estarían contribuyendo de manera activa a solucionar un problema que, aunque ellos no crearon, si fueron incapaces de detectar, controlar y resolver.

Por lo tanto, menos lamentarse y más arremangarse porque aquí la responsabilidad es de todos. Del Gobierno en primer lugar, pero de inmediato todos los demás, incluido el primer partido de la oposición, con sus contradicciones y también con las de su líder.

De todos modos, el gran dilema de Casado es, en primer término, la corrupción sistémica que corroe a su partido, después los indultos porque los estrategas populares saben que ese puede ser el primer paso para empezar a normalizar la situación en Cataluña. Igual que saben que la campaña de vacunación anti Covid está funcionando razonablemente bien y que sí los fondos de cohesión europeos comienzan a llegar y se cumplen las predicciones de recuperación económica, las posibilidades de que Pablo Casado llegue a ser inquilino de la Moncloa se puedan perder en la noche de los tiempos. Y eso es lo que hace que Casado y los dirigentes del PP estén perdidos en un mar de contradicciones.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e-notícies 14/06/2021

 

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