La noticia saltó a media mañana del penúltimo día de 2020:
Miquel Iceta anunciaba que daba un paso al lado y cedía su sitio, como
candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, a Salvador Illa,
secretario de organización de los socialistas catalanes y ministro de Sanidad
del Gobierno de España. La buena
proyección mediática del ministro hace creíble que los socialistas puedan dar
el sorpasso al secesionismo el próximo 14-F.
Hacía meses que en los conciliábulos políticos barceloneses
se especulaba con esa posibilidad, pero nada consistente se había filtrado
desde la sala de máquinas del PSC. Más bien al contrario. A principios de otoño
el propio Iceta quiso acabar con las especulaciones y en una entrevista en TV3
afirmó, con rotundidad, que él sería el candidato. No obstante, días antes de Navidad
corrió el rumor de que Miquel Iceta convocaría a la prensa para anunciar “algo
importante”. Blanco y en botella. Sin embargo, llegaron las Fiestas, nos
comimos los turrones y descorchamos el cava sin novedades.
Miquel Iceta es un político de largo recorrido. Empezó su
militancia, muy joven, en el Partido Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno
Galván. Cuando esa organización fue absorbida por el PSOE Iceta pasó al PSC. A
partir de ahí inició una importante carrera que llegó a su punto álgido con el
acceso a la primer secretaría del socialismo catalán en julio de 2014. Justo
cuando el derecho a decidir estaba en plena efervescencia y el PSC pasaba por
uno de sus peores momentos desde su fundación en 1978. Entonces Iceta mostró su
talla de dirigente, con templanza, paciencia y mucha mano izquierda el
socialismo catalán poco a poco fue remontando la situación, aunque desde el
mundo nacionalista se daba a los socialistas por amortizados. Es evidente que, si en aquellos días aciagos
el PSC hubiera sucumbido, hoy Pedro Sánchez difícilmente estaría en la Moncloa.
Para relanzar el partido Iceta contó, desde 2016, con
Salvador Illa que asumió la secretaría de organización. Un semidesconocido que
demostró una capacidad de trabajo y de llegar a acuerdos fuera de lo común.
Vertebrador de las negociaciones con ERC para que estos apoyaran la investidura
de Sánchez, artífice del acuerdo entre JxCat y el PSC para que Nuria Marín
presidiera la Diputación de Barcelona; de la misma manera que puso su grano de
arena para llegar a pactar con En Comú Podem y hacer un gobierno de coalición
en el Ayuntamiento de Barcelona, desplazando así a ERC de la gobernanza de la
ciudad.
Miquel Iceta es un político sólido y de considerable prestigio,
tanto en el ámbito interno del PSC como en la calle Ferraz de Madrid y por
extensión en el palacio de la Moncloa. Pese a todo, las encuestas, desde principios
de verano, venían diciendo que, aunque el ascenso de los socialistas, con Iceta
a la cabeza sería considerable el 14 de febrero, no sería suficiente para
arrebatar la hegemonía al independentismo. Sin embargo, con Salvador Illa al
frente, las posibilidades de obtener un gran resultado eran mayores e incluso
se podría ganar en votos a ERC.
Por eso, este cambio de candidato se ha cocinado a fuego
lento. Es la consecuencia de un largo proceso de reflexión. El pasado mes de
noviembre, en pleno pico de la pandemia, Pedro Sánchez y Miquel Iceta se
reunieron en la Moncloa y rubricaron el cambio, a la vez que acordaban no
hacerlo público hasta el 30 de diciembre, día límite para confirmar la
candidatura en el Consell Nacional del PSC (máximo órgano entre congresos).
Desde luego la apuesta es arriesgada, a la oposición le ha
faltado tiempo para salir en tromba a criticar la maniobra. Los que hace cuatro
días pedían su dimisión ahora consideran una irresponsabilidad que el ministro
de Sanidad deje el cargo. Olvidan que ese es un trabajo de equipo, con la hoja
de ruta trazada, de coordinación y también de lealtad institucional. Lealtad
institucional, algo que en algunas comunidades autónomas han demostrado no saber
lo que es.
En opinión de Albert Batet, presidente del grupo
parlamentario de JxCat, “con este movimiento el PSC pone de manifiesto su anti
catalanismo”. Y para Laura Borras, “esto nos confirma que el PSC sigue siendo
el PSOE”, (sic).
El hecho cierto es que la maniobra ha supuesto una fuerte
sacudida en la tablero de la política catalana y, seguramente, en el de la
española a medio plazo. Días atrás parecía que todo estaba decidido y solo
faltaba saber por cuan iban a ganar los independentistas. En cambio ahora todo
está abierto y es posible que el encaje de bolillos tenga que volver a
funcionar.
Lo acertado o no de esta estrategia lo sabremos el 14 de
febrero a partir de las ocho de la noche. No obstante, ya podemos ir extrayendo
unas cuantas consecuencias, primera, Iceta ha sabido apartarse cuando lo más
fácil e, incluso humano, hubiera sido mantenerse contra viento y marea.
Segunda, el PSC, recupera la ambición autonómica y va a por todas. Tercera, los
adversarios se han puesto nerviosos, la prueba evidente es que, tanto los de
aquí como los de allí han salido a criticar en aluvión, algunos con auténticas
boutades (tradúzcase por tonterías). Cuarta y, quizás, la de mayor calado
político, con el soporte inequívoco de Sánchez a esta iniciativa se pone de
manifiesto que se quiere recuperar el terreno de la política para solucionar el
problema entre Cataluña y el resto de España.
En fin, podría esgrimir alguna razón más del acierto de este
cambio, pero se me acaba el espacio y las expuestas me parecen bastante
razonables.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 04/01/2021
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