¡Cómo cambian las cosas!
“President posi les urnes” pedía, en 2014,
la entonces presidenta de la ANC, Carme Forcadell, instando de esa
manera a Artur Mas a convocar un simulacro de referéndum, que terminó
llevándose a cabo el 9 de noviembre. Después, en 2017, hizo fortuna un eslogan
que decía, “votar es normal en un país normal” y que pretendía espolear a la
ciudadanía para que fuera a votar en otro amago de referéndum sin los mínimos
estándares democráticos porque por no tener, no tenía ni censo; me estoy
refiriendo a la parodia del 1 de octubre de 2017. Sin embargo ahora, los
miembros del Govern no lo ven igual. Parece que las urnas les producen
urticaria.
Pronto se cumplirá un año
desde que Quim Torra anunció que la legislatura estaba agotada por la falta de
confianza entre los miembros del Ejecutivo y en cuanto se aprobaran los
presupuestos para 2020 se convocarían elecciones. Desde entonces, en Cataluña
se vive con una sensación de interinidad política permanente. La cicatería y las
añagazas, para prolongar artificialmente la legislatura, han sido incontables,
hasta que la situación se convirtió en insostenible y se convocaron las
elecciones al Parlament de forma automática. Fue el 21 de diciembre, tras la
inhabilitación de Quim Torra y cumplirse los plazos establecidos legalmente sin
que surgiera ningún candidato a presidir la Generalitat.
Entonces, el Govern constituyó
un grupo de expertos para que asesorara en función de cómo iba evolucionando la
pandemia para poder garantizar al máximo la seguridad el día de la
votación. Además, el Ejecutivo catalán se
comprometió a consensuar con la mesa de partidos, con representación
parlamentaria, creada al efecto, la celebración de los comicios.
En ese contexto, y ante el
debate creado sobre si se podía votar o no, el 14 de febrero, el responsable en
Cataluña de los procesos electorales, Ismael Peña-López, días atrás, lanzó un
mensaje en twitter en el que aseguraba que se dan las condiciones para para
celebrar elecciones el 14-F, otra cosa es “si se quiere”, decía textualmente.
Por otra parte, la desfachatez
de los medios públicos de comunicación catalanes, y de los subvencionados por
la Generalitat, se ha puesto de nuevo de manifiesto. Desde unos días antes que
se reuniera la mesa de partidos para tomar una decisión sobre si se debían
suspender o no las elecciones, empezaron a difundir mensajes advirtiendo del
supuesto alto riesgo que supondría ir a votar el 14 F. Se trataba de ir creando
el caldo de cultivo adecuado.
Ciertamente curioso. Es un
peligro ir a votar y, sin embargo, no lo es ir a trabajar, encerrarse en el
transporte público, a veces como sardinas en lata, hacer la compra o mandar a
los niños a esquiar, como planea el Govern. Y para echar un poco más de leña al
fuego, en opinión del secretario de salud Pública, Josep María Argimón, “hacer
las elecciones no es el mejor escenario” (?), ¿pero este señor no sabe o nadie
le ha dicho que desempeña un cargo técnico y no debe hacer manifestaciones políticas?
Vaya nivelazo tenemos.
Tampoco ha sido muy edificante
la actitud de las formaciones políticas que no están en el Govern. Ahí se ha
puesto de manifiesto que cada cual va a la suya, sin tener en cuenta el interés
general. A Podemos, PP y Ciudadanos ya les va bien que de momento no haya
elecciones, y la CUP espera recoger votos del desgaste que puede sufrir ERC. Por
lo tanto, bienvenido sea el aplazamiento. Cuando menos el PSC ha tenido la
gallardía política de defender lo que se había acordado entre todos; y en su
defecto planteó la alternativa de que las elecciones se celebrasen antes de Semana
Santa, algo que tampoco fue aceptado. En cambio, si se podrán celebrar las elecciones
del Barça, el 7 de marzo (?)
No entraré en el galimatías
jurídico que conlleva la suspensión de los comicios (que eso es lo que dice el
Decreto Ley que se ha publicado en el DOGC), lo que sí me parece obvio es que esa
decisión tiene muy poco que ver con motivos epidemiológicos, y mucho con el tacticismo
electoral. En opinión de diversos juristas consultados la legalidad de esa
decisión, firmada por el vicepesident y president en funciones, Pere Aragonés
es bastante cuestionable. Además quedan en el aire cuestiones como la necesidad
de un nuevo censo, que los partidos puedan modificar sus candidaturas o la
recogida de avales de las formaciones que se presentan por primera vez. Temas que
ante el vacío legal existente deberá ser el Tribunal superior de Justicia de
Cataluña o la Junta Electoral Central quien determine que se puede hacer y qué
no. Tampoco está claro si Pere Aragonés
tiene las atribuciones legales necesarias para convocar nuevos comicios.
Llegados a este punto se me
ocurren algunas cuestiones que no puedo dejar de reflejar aquí, por ejemplo:
¿Se puede garantizar que a finales de mayo tendremos la pandemia bajo control?
Y si no es así, ¿se podrán volver a posponer los comicios y fijar otra fecha? ¿No
se crea un peligroso precedente con este aplazamiento? Y quizás la pregunta
menos inocente de todas, ¿Tiene algo que ver con este decisión la nominación de
Salvador Illa como cabeza de cartel de los socialistas? Me gustaría que alguien
con conocimiento de causa diera respuestas argumentadas.
Bernardo Fernández
Publicado en e notíices
18/01/2021
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