El pleno del Congreso
celebrado el pasado, 6 de mayo, dejó sobre la mesa unos cuantos “avisos” que
los dirigentes políticos no deberían echar en saco roto.
El primer “recado” puso de
manifiesto la importancia que tiene en política manejar el ritmo y los tiempos.
Algo para lo que Pablo Casado ha mostrado su más absoluta incompetencia. Desde
el minuto cero de esta legislatura el líder de los populares anda buscando el
cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez. Por eso y, seguramente mal aconsejado por
FAES, pensó que había llegado el momento de echarle un pulso al presidente del
Gobierno, a cuenta de la nueva prórroga del estado de alarma, y hacer que besara
la lona. Sin embrago, a Casado le salió el tiro por la culata y lo que se puso
en evidencia fue que los 89 diputados del primer grupo de la oposición no son
imprescindibles. Desde el Ejecutivo habían maniobrado con habilidad y lograron
el soporte de PNV y Ciudadanos con lo que la abstención de los populares y el
voto negativo de los seudo republicanos catalanes quedaban neutralizados.
En esta ocasión, han sido los
propios barones del PP los que han puesto en evidencia a su líder. Su falta de
reflejos y su lentitud para maniobrar se pusieron de manifiesto cuando Alberto
Núñez Feijoo hizo saber, antes del pleno, que había hablado con la
vicepresidenta Carmen Calvo y comprendía que “El Gobierno necesita tiempo”,
toda una declaración progubernamental. De igual manera, Juan Manuel Moreno
Montilla, presidente de la Junta de Andalucía, veía “razonable”, tras la
reunión telemática de los presidentes de CCAA con el presidente del Gobierno
central, prolongar el estado de alarma hasta finales de mayo. Además, varios
juristas de reconocido prestigio ya habían advertido que no existen mecanismos
legislativos alternativos al estado de alarma para ordenar la restricción de
movimientos. De ese modo, Casado demostró su poca cintura política y su tozudez
por facella y no enmendadla.
La otra cara de la moneda fue
Inés Arrimadas. Resulta razonable pensar que la líder de Ciudadanos ha decidido
hacer de la necesidad virtud y, ante la etapa de irrelevancia en que está
sumido su partido a raíz de los malos resultados obtenidos en las elecciones
generales del 10-N, Arrimadas dio un golpe de timón apoyando al Gobierno,
descolocó al PP y, posiblemente lo más importante, ha perdido lastre por la
derecha. En efecto, el exportavoz del grupo parlamentario, Juan Carlos Girauta,
después de mostrar su sorpresa por el “giro estratégico de su partido”, no
tardó ni 24 horas en darse de baja. Algo similar ocurrió con Carina Mejías, un camaleón
de la política que proveniente del PP de Aznar, ha desempeñado un montón de
cargos a costa de las arcas públicas. “A enemigo que huye puente de plata”
debió pensar la lideresa del partido naranja, aunque enseguida se esforzó en
aclarar que “el voto de Ciudadanos era un voto a favor de los españoles, no del
Gobierno” …Ya, como si en política fuese lícito hacer otra cosa que no sea
trabajar por el bien de los ciudadanos. En fin.
Los que no dan puntada sin
hilo son los del PNV. Los nacionalistas vascos a la chita callando van a la
suya y arañando competencias y contraprestaciones económicas de aquí y de allá.
No le irían mal a Quim Torra, president de la Generalitat de Cataluña, unas
cuantas lecciones, aunque fueran a distancia, de su colega el lendakari Iñigo
Urkullu, de cómo sacar partido de cualquier situación.
No es casualidad que, en esta
ocasión, el Gobierno ha incluido en la cuarta prórroga del estado de alarma la
posibilidad de que se celebren elecciones en el País Vasco y Galicia. De esa
forma, Urkullu podrá convocar elecciones en julio y evita hacerlo en octubre
cuando, con toda probabilidad, todo irá bastante peor. Por extensión, Núñez Feijoo
puede hacer los mismo. No estaría de más que Quim Torra siguiera el ejemplo de
los presidentes vasco y gallego.
En ERC tuvieron un ataque de
cuernos por el soporte de Ciudadanos al Gobierno. Los seudorepublicanos
pensaban que o ellos o el caos y resultó que ni lo uno ni lo otro. Por eso,
Oriol Junqueras salió en tromba desde la cárcel de Lladoners, amenazando con
poner fin a la legislatura y dejar caer a Pedro Sánchez si la mesa de diálogo
entre el Gobierno y el Govern de Cataluña no se reunía en breve. Y, la verdad,
ante la intransigencia de los actuales inquilinos de la Generalitat no le veo
mucho recorrido a esa negociación.
De ahí que en diversas ocasiones
haya salido la vicepresidenta, Carmen Calvo diciendo que “no hay cambio de
alianzas. Somos de izquierdas y hablamos con ERC”, hace bien Calvo, pero, por
si dos no se entienden, no está de más contar con un tercero por lo que pueda
pasar.
En conclusión, no nos debería
extrañar que más pronto que tarde veamos al Gobierno utilizar la geometría
variable, que tan útil fue años atrás, para sacar adelante iniciativas
legislativas. De hecho, sería una señal
inequívoca de madurez y normalidad democrática.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán 12/05/20
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