Muy pocas cosas positivas nos ha
dejado el proceso secesionista catalán. En mi opinión solo dos. Una, la
desaparición de los dos partidos más corruptos que había en el escenario
político catalán, Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) y Unió Democrática
de Cataluña (UCD). Y dos, el procés ha supuesto el fin da la carrera política
de bastantes personajes tóxicos que campaban a sus anchas como si Cataluña
fuera la masía de la familia. Desde Artur Mas a Carles Puigdemont, pasando por
Marta Rovira, Josep Rull o Jordi Turull, entre otros muchos, son políticos que
han ido a la papelera de la historia, aunque algunos quizás solo temporalmente.
De todas formas, no hay que hacerse muchas ilusiones porque los que les han
sucedido ni son de mejor pasta ni tienen más capacidades.
El procés, aunque con
distintas intensidades, ha sacudido a todos los partidos políticos clásicos. Unos
han desaparecido como es el caso de los ya citados, CDC y UDC. Otros, como
Iniciativa per Catalunya (ICV) se han diluido en el magma de coaliciones,
plataformas y movimientos de los comunes. El PP, en cambio, ha subsistido por
su fuerte implantación a nivel del Estado, pero en Cataluña ha quedado como una
formación marginal.
Por el contrario, fuerzas
emergentes como Ciudadanos o la CUP han sabido hacerse un lugar al sol.
Mientras que ERC, ha mejorado sustancialmente su ubicación en el tablero, hasta
el punto qué podría convertirse en la fuerza hegemónica en Cataluña de los
próximos tiempos.
En este difícil contexto, los
socialistas catalanes tuvieron que hacer su particular viacrucis. Después de
muchos debates internos y fuertes convulsiones, entre 2014 y 2015 el partido
sufrió una escisión con la marcha de un nutrido número de pesos pesados. Desde
Ernest Maragall, hasta Montserrat Tura, Quim Nadal, Marina Geli o Toni Castells
pusieron fin a sus largos años de militancia en el socialismo catalán. Tan dura
fue la situación que muchos ya daban al PSC por amortizado.
Sin embargo, tras aquella
tormentosa etapa, los socialistas, elección tras elección, han ido enderezando
el rumbo. Después, impulsados por el viento favorable de la llegada a la
secretaría general del PSOE, primero, y a la presidencia del Gobierno después
de Pedro Sánchez, el PSC ha dejado atrás su época más turbulenta y está en
disposición de lograr unos excelentes resultados en las próximas elecciones al
Parlament. Comicios que por más que el president Torra se resista a convocar,
se habrán de celebrar más pronto que tarde.
Esas buenas expectativas se
mantendrán siempre y cuando los socialistas no se empeñen en cometer errores
como el que estuvieron a punto de perpetrar la semana pasada con la alcaldía de
Badalona. Desde el PSC querían pactar con la “cupaire” Dolors Sabater para repartirse
la alcaldía de la cuarta ciudad más grande de Cataluña. Suerte que en el último
momento Sabater se echó atrás.
La cuestión era relevar a Alex
Pastor, alcalde del PSC, que tuvo que dimitir, al ser “cazado” por romper el
confinamiento y conducir bebido. Parecía que todo estaba pactado y el grupo
Guanyem y el PSC habían llegado a un acuerdo para repartirse la alcaldía entre
Dolors Sabater y el socialista Rubén Guijarro, el tiempo que queda de mandato.
Sin embargo, en el último momento la candidata pro “cupaire” se echó atrás, se
rompió el pacto y contra todo pronóstico Xavier García Albiol (PP) era
investido alcalde de Badalona.
Los socialistas catalanes
nunca agradecerán bastante a Sabater el favor que les ha hecho al no firmar el
acuerdo. Ciertamente, el PSC ha perdido una alcaldía. Retener la vara de mando
de Badalona de la mano de los que insultan, asaltan sedes y de alguien a quien
ya se reprobó, habría sido un error que el socialismo no se podía permitir.
Para formar los dos
tripartitos de izquierdas, primero con Pasqual Maragall y después con José
Montilla, como presidentes, los socialistas tuvieron que aliarse con ICV y ERC.
Entonces ya supieron de las deslealtades de los republicanos y lo que es
gobernar con quien quiere reventar el sistema, cargarse la Constitución y
llegar a la independencia desde la unilateralidad. De hecho, no han dejado de
intentarlo, lo que pasa es que no han tenido ni fuerza, ni inteligencia
política, ni el respaldo social suficiente. Ahora bien, que nadie dude que ERC en
cuanto pueda volverá a las andadas.
Por eso, si el PSC aspira a
desempeñar un papel de centralidad en la política catalana en los próximos años,
es preciso que haga llegar a la ciudadanía la sensación de que es un partido de
orden en el que se puede confiar, que respeta, protege y defiende la legalidad.
Ese ha de ser el primer paso, condición sine qua non, para recuperar aquellos
nichos de votos que les pertenecían casi en exclusiva y que con el tiempo por
motivos diversos se fueron perdiendo o quedando en casa, pero que en 2017
volvieron a aflorar. Sin embargo, en esa ocasión para dar soporte a Inés
Arrimadas que logró, no lo olvidemos, los mejores resultados que se han
obtenido jamás en unas elecciones al Parlament por una fuerza no nacionalista.
En las elecciones que se
empiezan a adivinar en el horizonte los socialistas catalanes pueden obtener
unos resultados excelentes. La situación que estamos viviendo da pie a ello. En
política marcar la posición nunca es superfluo. Por eso es fundamental que la
dirección del PSC tome nota, demuestre seriedad y asuma que con frivolidades no
se va a ninguna parte.
En estas circunstancias, no
estaría demás un comunicado admitiendo el error, pedir disculpas y garantizar
que hechos como el de Badalona no volverán a ocurrir. Con coherencia y sensatez
se puede aspirar a todo. Incluso a ser decisivos a la hora de gobernar la
Generalitat.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
19/05/20
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