17 de desembre 2018

LA PRUEBA DEL ALGODÓN


Cuando meses atrás el gobierno de Pedro Sánchez anunció que realizaría un Consejo de Ministros en Barcelona, nadie -más allá de los anti todo- hizo ninguna objeción. Al contrario, el govern de la Generalitat propuso que el gobierno Central y el de Cataluña, aprovechando la estancia del primero en nuestra ciudad, tuvieran un encuentro al más alto nivel.
Después los acontecimientos, en forma de manifestaciones, algaradas, cortes de carreteras, declaraciones y contra declaraciones, han acabado dinamitando los todavía frágiles puentes de diálogo que el Gobierno Sánchez había empezado a construir.
En esa situación, primero la portavoz del govern, Elsa Artadi, y otros miembros del ejecutivo catalán, más tarde, han calificado el encuentro como una provocación.
Desde luego, cada cual es muy libre de utilizar el lenguaje como más le plazca. Ahora bien, en mi opinión, provocación es hacer escrache a un político cuando va a un acto de precampaña electoral o le revientan otro en un teatro como, por ejemplo, el Liceo. Provocación fue lo que nos hicieron a un montón de gente, un grupo de niñatos de esos que van pidiendo libertad por las esquinas, cuando salíamos de una conferencia sobre los cuarenta años de la Constitución en el Colegio de Abogados de Barcelona y nos dijeron, entre otros muchos improperios “fascistas fuera de Cataluña.”
Ante el cónclave del próximo día 21 en la Llotja de mar las organizaciones independentistas, o sea, CDR, Omnium la ANC y un largo etcétera han hecho público un conjunto de acciones y movilizaciones con las que pretenden parar Cataluña para protestar por la celebración del evento.
En estas circunstancias, he de decir que me he esforzado mucho en leer y escuchar las argumentaciones de los convocantes. Pues bien, no he conseguido visualizar ni un solo motivo razonable que recomiende llevar a cabo esas manifestaciones.
Quede claro que no estoy cuestionando el derecho de la ciudadanía a manifestarse. Faltaría más. Todo lo contrario, es un derecho recogido en la Constitución. Por cierto, en esa Constitución que los independentistas desprecian.
Quizás es que añoran los tiempos en que gobernaba Mariano Rajoy. Aquello era una máquina de fabricar secesionistas Ahora con los socialistas en el gobierno Central que ofrecen diálogo, que buscan soluciones, que han recuperado la seguridad social universal, que hacen unos presupuestos donde se suben las pensiones, el salario mínimo y se recupera el nivel de becas de antes de la crisis; a los del cuanto peor mejor la cosa se les ha puesto cruda y eso de hacer república sin más, ya no más de sí.
En política, como en cualquier otro ámbito, todo el mundo es muy libre de utilizar las estrategias que crea más convenientes. No obstante, todo tiene sus límites. Como ha dicho el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, “lo que ocurra el 21 de diciembre puede ser la prueba del algodón para el ejecutivo de Quim Torra porque la obligación de la Generalitat es mantener el orden público en Cataluña. De no ser así, el presidente Sánchez podría tomar medidas, aunque no es necesario aplicar el artículo 155. Se pueden movilizar fuerzas estatales para suplir la incapacidad o falta de voluntad”.
Más claro agua y al buen entendedor con pocas palabras basta.

Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 17/12/18

DEL SOCIALISMO A LA SOCIALDEMOCRACIA

En el siglo XIX, la socialdemocracia fue una tendencia revolucionaria difícil de diferenciar del comunismo. Pretendía acabar con la división...