Desde hace años en Cataluña se
ha ido cociendo, a fuego lento, un malestar social y profesional creciente. La
crisis económica, por un lado, y el proceso secesionista, por otro, han
generado el caldo de cultivo idóneo para que la indignación y la desafección a
la cosa pública arraiguen entre la ciudadanía. En esas circunstancias, que la contención
se quebrara era, tan solo, una cuestión de tiempo.
Las raíces de lo que estamos
viviendo estos días, hay que buscarlas en el mandato, de Artur Mas
“Manostijeras”, como president de la Generalitat.
En efecto, Mas y su gobierno
fue el ejecutivo de toda la UE que más recortes llevó a cabo en menos tiempo.
También con él empezó esta sin razón que llamamos procés, cuando se echó en
manos de las entidades soberanistas al rechazar Mariano Rajoy sus aspiraciones
de que Cataluña tuviera un sistema de financiación similar al de Euskadi o
Navarra.
Aquellos polvos trajeron estos
lodos. Todo lo que se ha ido incubando a lo largo del tiempo ha explotado esta
semana. La semana más negra de Quim Torra, al menos por ahora. La sanidad pública
y la concertada han dicho basta. Dos tercios de la asistencia primaria han ido
a la huelga. Tras unos días muy duros la
sanidad pública ha visto reconocidas, parte de sus demandas por parte del ICS,
y han depuesto su actitud. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con la
concertada que de momento siguen de huelga y en pie de guerra.
Algo similar ocurre en el
sector de la educación donde el profesorado exige que se aumente la inversión y
se vuelva a los horarios lectivos de antes de la crisis y a las ratios por
aula. Por su parte, los estudiantes universitarios piden que se les bajen sus
tarifas un 30% para igualarlas con otras comunidades autónomas.
También los bomberos se
sumaron a las protestas y tuvieron duros enfrentamientos con los Mossos
d’Esquadra.
Por su parte, la policía
autonómica ya se manifestó hace un par de semanas para recuperar lo perdido con
los recortes. Y el grueso del funcionariado tiene previsto salir a la calle en
los próximos días para reclamar sus pagas extras de 2013 y 2014. Ellos son los
únicos del Estado que aún no han cobrado esas remuneraciones.
Estos días la ciudadanía ha
salido a la calle, pero no por la independencia, ni por la libertad de los
presos. Lo ha hecho para reclamar sus derechos, protestar por lo que no le
gusta y no le parece ni justo ni lógico. Y eso ha sorprendido a los gurús del
independentismo porque esa variante no la tenían en el guion. Ha sido un baño de
realidad, para los que contemplan la situación desde atalayas privilegiadas, incluido
el Govern.
Quizás por eso Eduard Pujol,
el siniestro portavoz parlamentario de JxCat en un nuevo exceso verbal ha dicho
que: “los debates sobre políticas sociales despistan de lo importante”. Y el
presidente Torra, en vez de rectificarle y/o afearle su actitud ha remachado el
clavo al volver al mantra del falso déficit fiscal y decir que: “la República
servirá con eficiencia y calidad a los ciudadanos”. O sea, lo fía todo al
modelo de Estado no a si los gobernantes actúan de manera adecuada o no. Como
si en el mundo no hubiera, también, repúblicas ineficaces y corruptas. ¿Habrá
oído hablar de Venezuela o Nicaragua? Sólo por poner algún ejemplo
Con este panorama de fondo Quim
Torra debería reaccionar. Aparcar su faceta de activista y dejar paso a su
cargo institucional, que permanece casi inédito. Ahora, tiene la oportunidad de
redimirse. No es necesario que renuncie a nada. Puede seguir idolatrando al
fugado a Waterloo, y seguir yendo a LLedoners a hacer consultas o a bailar
zumba, que haga lo que le dé la gana. Pero que se vuelva razonablemente
pragmático y entienda, entre otras cosas, que votar los presupuestos del Estado
es una gran oportunidad para rebajar tensión, pero sobre todo para mejorar la
vida de los ciudadanos, también la de los catalanes
Que la pensiones suban con el
IPC no es pacata minuta o que el salario mínimo se sitúe en 900 euros deberían
ser cuestiones, entre otras, a tener muy en cuenta por un gobernante
autonómico. Y que la Generalitat reciba unos 2.500 millones más de euros no es
para despreciarlo.
Estoy convencido que para
comprender todo eso no hace falta ninguna capacitación especial. Lo que sí es
muy necesario en política es el seny y la inteligencia política y, mucho me
temo, que esos dos factores en el Govern de Cataluña son un bien escaso, casi
inexistentes.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
03/12/18
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