06 de desembre 2018

BAÑO DE REALIDAD


Desde hace años en Cataluña se ha ido cociendo, a fuego lento, un malestar social y profesional creciente. La crisis económica, por un lado, y el proceso secesionista, por otro, han generado el caldo de cultivo idóneo para que la indignación y la desafección a la cosa pública arraiguen entre la ciudadanía. En esas circunstancias, que la contención se quebrara era, tan solo, una cuestión de tiempo.
Las raíces de lo que estamos viviendo estos días, hay que buscarlas en el mandato, de Artur Mas “Manostijeras”, como president de la Generalitat.
En efecto, Mas y su gobierno fue el ejecutivo de toda la UE que más recortes llevó a cabo en menos tiempo. También con él empezó esta sin razón que llamamos procés, cuando se echó en manos de las entidades soberanistas al rechazar Mariano Rajoy sus aspiraciones de que Cataluña tuviera un sistema de financiación similar al de Euskadi o Navarra.
Aquellos polvos trajeron estos lodos. Todo lo que se ha ido incubando a lo largo del tiempo ha explotado esta semana. La semana más negra de Quim Torra, al menos por ahora. La sanidad pública y la concertada han dicho basta. Dos tercios de la asistencia primaria han ido a la huelga.  Tras unos días muy duros la sanidad pública ha visto reconocidas, parte de sus demandas por parte del ICS, y han depuesto su actitud. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con la concertada que de momento siguen de huelga y en pie de guerra.
Algo similar ocurre en el sector de la educación donde el profesorado exige que se aumente la inversión y se vuelva a los horarios lectivos de antes de la crisis y a las ratios por aula. Por su parte, los estudiantes universitarios piden que se les bajen sus tarifas un 30% para igualarlas con otras comunidades autónomas.
También los bomberos se sumaron a las protestas y tuvieron duros enfrentamientos con los Mossos d’Esquadra.
Por su parte, la policía autonómica ya se manifestó hace un par de semanas para recuperar lo perdido con los recortes. Y el grueso del funcionariado tiene previsto salir a la calle en los próximos días para reclamar sus pagas extras de 2013 y 2014. Ellos son los únicos del Estado que aún no han cobrado esas remuneraciones.
Estos días la ciudadanía ha salido a la calle, pero no por la independencia, ni por la libertad de los presos. Lo ha hecho para reclamar sus derechos, protestar por lo que no le gusta y no le parece ni justo ni lógico. Y eso ha sorprendido a los gurús del independentismo porque esa variante no la tenían en el guion. Ha sido un baño de realidad, para los que contemplan la situación desde atalayas privilegiadas, incluido el Govern.
Quizás por eso Eduard Pujol, el siniestro portavoz parlamentario de JxCat en un nuevo exceso verbal ha dicho que: “los debates sobre políticas sociales despistan de lo importante”. Y el presidente Torra, en vez de rectificarle y/o afearle su actitud ha remachado el clavo al volver al mantra del falso déficit fiscal y decir que: “la República servirá con eficiencia y calidad a los ciudadanos”. O sea, lo fía todo al modelo de Estado no a si los gobernantes actúan de manera adecuada o no. Como si en el mundo no hubiera, también, repúblicas ineficaces y corruptas. ¿Habrá oído hablar de Venezuela o Nicaragua? Sólo por poner algún ejemplo
Con este panorama de fondo Quim Torra debería reaccionar. Aparcar su faceta de activista y dejar paso a su cargo institucional, que permanece casi inédito. Ahora, tiene la oportunidad de redimirse. No es necesario que renuncie a nada. Puede seguir idolatrando al fugado a Waterloo, y seguir yendo a LLedoners a hacer consultas o a bailar zumba, que haga lo que le dé la gana. Pero que se vuelva razonablemente pragmático y entienda, entre otras cosas, que votar los presupuestos del Estado es una gran oportunidad para rebajar tensión, pero sobre todo para mejorar la vida de los ciudadanos, también la de los catalanes
Que la pensiones suban con el IPC no es pacata minuta o que el salario mínimo se sitúe en 900 euros deberían ser cuestiones, entre otras, a tener muy en cuenta por un gobernante autonómico. Y que la Generalitat reciba unos 2.500 millones más de euros no es para despreciarlo.
Estoy convencido que para comprender todo eso no hace falta ninguna capacitación especial. Lo que sí es muy necesario en política es el seny y la inteligencia política y, mucho me temo, que esos dos factores en el Govern de Cataluña son un bien escaso, casi inexistentes.


Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies 03/12/18

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