Me perdonarán por el
exabrupto, pero esto del Procés y los procesistas es para mear y no echar gota
que diría un castizo de aquellos que bailaban el chotis en una baldosa.
Lo que mandan los cánones de
cualquier equipo directivo, sea del ámbito que sea, ante cualquier episodio de posibles
actuaciones dudosas de sus subordinados es, en primer lugar, analizar lo que ha
sucedido y respetar la presunción de inocencia de aquellos que pudieran estar
involucrados en los hechos a investigar. Después, y una vez llevadas a cabo, cuantas
acciones de control, informativas y de análisis se precisen para esclarecer la
verdad de lo sucedido se obrará en consecuencia.
Algo de eso vimos tras la
actuación de la Policía Nacional el 1 de octubre DE 2017 en Cataluña. El
entonces ministro del interior, Juan Ignacio Zoido, defendió a capa y espada la
actuación de los cuerpos de seguridad del Estado. Es lo que se esperaba de él,
es lo que tenía que hacer y es, justo, lo que hizo.
Sin embargo, en Cataluña las
cosas son distintas. A veces da la sensación qué aquí el mundo sea al revés. Ya
sucedió en el Parc de la Ciutadella el pasado mes de octubre cuando unos energúmenos
quisieron entrar por la fuerza en el Parlament y los Mossos d’Esquadra ni
recibieron los refuerzos necesarios ni las ordenes pertinentes para actuar en
función de lo que estaba ocurriendo. Pero la cosa no se acabó ahí, al
contrario. Con su, “apretad, amigos apretad” de Quim Torra a los radicales del
Procés, hemos visto como en los últimos meses las escaramuzas en las calles por
parte de los auto denominados CDR, grupos antifascistas o similares se han ido
sucediendo con alarmante frecuencia. Ante esta situación, resulta preocupante que,
hasta el momento, no se ha escuchado ni una sola palabra de apoyo y/o ánimo de
aquellos que además de darles ordenes deben velar por su respeto profesional y estado
anímico.
El penúltimo episodio de este
desafortunado culebrón sucedió el pasado día de la Constitución, por la mañana
en Girona y por la tarde en Terrassa. Algunos partidos constitucionalistas se
quisieron manifestar en esa fecha. Sin embargo, a esos chicos indepes no les
pareció bien y montaron la tangana que todos hemos podido ver en los medios de
comunicación y, por lo tanto, no me extenderé narrando los hechos. Si quiero
incidir, no obstante, en la actitud de hooligan del president Torra que en vez
de dar cobertura y soporte a la policía autonómica exigió, de buenas a primeras,
depurar responsabilidades.
Quizás por eso, y para
tranquilizar a los CDR y compañía, el pasado fin de semana se permitió que, esa
muchachada inocente, aunque un poco alocada que actúa con la cara tapada,
cortara la autopista AP-7 durante 15 horas y después, el domingo, en plena
operación retorno levantaran las barreras de los peajes, en diferentes lugares,
mientras las Mossos tenían órdenes de hacerse los despistados.
Para rematar la faena secesionista
nada mejor que un desplante del maestro Torra. Éste de visita en Eslovenia dijo
que Cataluña debería seguir la vía eslovena. Desconozco si el president sabe
que en Eslovenia tras diez días de enfrentamientos armados hubo una setentena
de muertos y más de 150 heridos. Y aquí, a mí me surge una duda: o este hombre
es un ignorante y no sabe de que habla o, bien, es un irresponsable que no
piensa lo que dice.
Sea como sea, en ninguno de
los dos casos, nos merecemos tener un president (que ha de ser de todos los
catalanes), de esa catadura política y ese nivel intelectual.
Hay cosas que no se pueden
dejar pasar y en Cataluña se están traspasando demasiadas líneas rojas. Es
necesario poner freno a la sinrazón y hay que hacerlo ya. Mientras más se tarde
más traumática será la solución.
Bernardo Fernández
Publicado en el Catalán
11/12/18
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