Hace unos años, con más
voluntad que acierto, Artur Mas formó un gobierno que denominó “El Govern dels
millors”. Sin ánimos de ruborizar a nadie, porque no es ese el objetivo de este
artículo es evidente que aquello fue un fiasco. Aquel ejecutivo fue el que más
derechos sociales recortó y en menos tiempo, en toda Europa.
Ahora, Pedro Sánchez, mucho
más modesto, ha constituido un gobierno “modernizador y europeísta”, según sus
propias palabras, basado en tres pilares: la igualdad, la cohesión social y la
regeneración.
Como es lógico, las buenas
intenciones y las buenas palabras nunca faltan cuando se inicia un nuevo
proyecto y en la formación de un gobierno de un Estado como España, eso no
podía ser una excepción.
De todos modos, el gobierno
formado por Sánchez es un mensaje de coherencia y soberanía. Que haya 11
mujeres de un total de 17 miembros, es toda una declaración de intenciones
respecto a la lucha por la igualdad. Además, o quizás por eso, ha empezado con
buen pie. Hasta el momento son muchos más los halagos que las críticas. Habrá
que esperar a ver como evoluciona para hacerse una idea de su rendimiento y
poderlo evaluar.
Lo que no se puede negar, es
el claro perfil socialdemócrata del mismo, a tenor de la trayectoria
sociopolítica de buena parte de sus integrantes. En consecuencia, es previsible
que se utilicen las posibilidades que brinda la economía de mercado para crecer
y, después, redistribuir con criterios de equidad y justicia social.
Con toda probabilidad,
sanidad, dependencia y medidas laborales serán los ejes vertebradores de las
políticas sociales. De ser así, la otra izquierda lo tendrá muy difícil para
negar su apoyo y no reforzar a los 84 diputados socialistas, porque de la
derecha poca colaboración y soporte cabe esperar. Unos porque está rabiosos por
haber sido desalojados del poder y los otros porque ya se veían, en sus sueños
más idílicos, ocupando el palacio de La Moncloa y la sala del Consejo de
Ministros.
Esta por ver como evoluciona
el ambiente en el Congreso de los diputados, la debilidad en el Congreso de los
diputados del PSOE es evidente, porque la aritmética parlamentaria es la que es.
Ahora bien, estamos a un año exacto de una cita multi electoral (el 26 de mayo
de 2019, se celebrarán elecciones municipales, europeas y autonómica en la
mayoría de las CCAA), en esta situación más de una formación política hará sus
movimientos tácticos con un ojo puesto en lo que digan las encuestas.
Además, ninguno de los
partidos de ámbito nacional está para dar grandes batallas. El PP descabezado,
buscando un líder, Ciudadanos se quedó solo pidiendo elecciones y parece
descolocado y superado por los acontecimientos, mientras que Podemos arrastra serios
problemas internos, entre ellos, el del liderazgo.
Tras el primer Consejo de Ministros,
la ministra de Educación y portavoz del gobierno, Isabel Celaá, anunció que el presidente
Pedro Sánchez iniciará una rueda de contactos con todos los presidentes
autonómicos para recuperar el dialogo.
A nadie se le escapa que, en
ese contexto, Cataluña es una prioridad. De hecho, ese es el problema más
importante que tiene el gobierno en estos momentos.
Ante esa situación el Gobierno
de España ya ha dado los primeros pasos. Para empezar, se ha levantado la
supervisión de las finanzas de la Generalitat y el propio presidente Pedro
Sánchez llamó a Quim Torra para concretar una reunión de ambos cuanto antes.
Además, con anterioridad se habían reunido Miquel Iceta y el president de la
Generalitat para explorar vías de dialogo y posible acercamiento.
El punto de partida a esa
nueva etapa de deshielo podría ser la lista de reivindicaciones que tiempo
atrás Carles Puigdemont presentó a Mariano Rajoy. Eran 46 medidas reivindicativas
para negociar, acordar y pactar. Todas ellas, a excepción de la que pedía la
celebración de un referéndum de autodeterminación, parecían bastante sensatas y
dignas a tener en cuenta.
Si las negociaciones
prosperan, aunque sea lentamente, y se recuperar la lealtad institucional, es
posible que se pudiera pensar en un acercamiento de presos. Tengamos en cuenta que
la dispersión de los encarcelados es más propia de las políticas
antiterroristas.
Con toda seguridad, esa sería
la mejor manera de empezar a normalizar una situación que nunca debió llegar a
ocurrir. Además, si este gobierno se consolida lo más razonable sería que buena
parte de la ciudadanía se reconcilie con la política y que un porcentaje
considerable de independentistas dejen de serlo.
Pedro Sánchez ha empezado con
buen pie. Por el bien de la mayoría esperemos que siga en esa línea y se
consolide.
Bernardo Fernández
Publicado e e-notícies
11/06/18
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