05 de juny 2018

CAMBIO POLÍTICO, NUEVOS TIEMPOS


En menos de 24 horas el panorama político español se ha girado como un calcetín.
El PP no gobierna en España, Mariano Rajoy ya no es el presidente del Gobierno y le inquilino de La Moncloa es Pedro Sánchez, de izquierdas y progresista.
En Cataluña tenemos un Govern efectivo, ni el presidente de la Generalitat ni ninguno de sus consejeros tiene causas pendientes con la justicia y por consiguiente el articulo 155 de la Constitución ya no se aplica en Cataluña.
Esta es la nueva situación. Claro y concreto
De hecho, el punto de inflexión de este cambio tan radical se produjo cuando la Audiencia Nacional hizo pública la sentencia del caso Gürtel. De los casi 1.700 folios que componen ese veredicto, han bastado un par de párrafos para incendiar la pira de la indignación política en la que ha acabado abrasado el ya expresidente Mariano Rajoy. En especial uno, en el que se considera probado que el PP estableció una contabilidad paralela a la oficial con una caja B, por lo menos desde 1989 y otro, donde magistrados y Fiscalía ponen en duda la veracidad de las declaraciones de Rajoy como testigo. Luego dirán que en España no hay separación de poderes.
Tras hacerse público el fallo vino la presentación de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy, la sustanciación a los pocos días y la gran sorpresa: la suma heterogénea del voto de 180 diputados de los más diversos orígenes políticos y planteamientos ideológicos, no tanto para aupar a Sánchez como sí para echar a Rajoy.
Sea como sea, el caso es que el viernes 1 de junio, Pedro Sánchez era investido por el Congreso de los diputados presidente del Gobierno.
Sánchez y el Ejecutivo que presida tendrán una tarea compleja y complicada por delante. Su acción de gobierno estará marcada por las condiciones en que ha accedido a la presidencia. Además, con sólo 84 diputados, la negociación, el acuerdo y el pacto deberán ser una constante. Por eso, es razonable pensar que buena parte de sus esfuerzos se centrarán en derogar las leyes, como la Ley mordaza o la reforma, aunque sea parcial, del mercado laboral que aprobó el PP en 2012, cuando tenía mayoría absoluta. Asimismo, parece lógico creer que, desde el nuevo gobierno, se aborden cuestiones que generen amplios consensos como pueden ser la universalización de la asistencia sanitaria o la elección parlamentaria del consejo de administración de RTVE.
Financiación autonómica, Pensiones, políticas activas de empleo, lucha contra la desigualdad salarial, crear un impuesto sobre las sociedades multinacionales tecnológicas y Reforma Territorial son algunos de las grandes cuestiones que se tienen que resolver. Las mismas que teníamos la semana pasada. Con una gran diferencia: hasta ahora las soluciones tenían que venir de un gobierno de derechas, y ya hemos visto la que da de sí. Ahora los problemas los tendrá que resolver un gobierno de izquierdas y progresista. ¿Son los mismos conflictos? Sí, pero las soluciones no serán igual.
En este contexto, uno de los problemas más delicados que deberá afrontar el nuevo presidente es la crisis catalana. De hecho, Sánchez ya dijo en sus intervenciones durante el debate de la moción de censura que estaba dispuesto a reunirse con el presidente Quim Torra, para negociar y pactar dentro de la Constitución. El mero hecho de iniciar el diálogo será un avance sustancial respecto a la táctica de Rajoy, escudado siempre tras la acción de la justicia.
Por otra parte, es verdad que la llegada de Quim Torra a la presidencia de la Generalitat no invita al optimismo, al menos a los constitucionalistas. Tampoco ayuda el perfil político-biográfico de alguno de los consellers nombrados, ni que el primer acto del nuevo gobierno fuera colocar una pancarta, en el balcón de la Generalitat, pidiendo “libertad para los presos políticos.”
Así y todo, seamos prudentemente optimistas y concedámosles el beneficio de la duda. Demos un tiempo razonable para que se asienten y empiecen a gobernar. Después, juzguémoslos por sus actos, no tanto por lo que dijeron o escribieron tiempo atrás. “Fets i no paraules”, que decimos por aquí.
Esa puede ser una de las claves para restablecer la cohesión social y la convivencia.
Desde luego, si hace una semana me explican que iba a ocurrir todo la que ha ocurrido, no me lo creo. Como ha cambiado el panorama.


Bernardo Fernández
Publicado en e.notícies 4/06/18

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