Estamos de enhorabuena. 59
años después de su creación, al amparo del nacionalismo confesional, y con más
de 850 muertos a las espaldas, la banda criminal ETA ha decidido poner fin a su
loca y absurda carrera hacia ningún sitio.
En efecto, el pasado jueves 3
de mayo, Josu Ternera leyó un comunicado en el que anunciaba que se habían
desmantelado totalmente el conjunto de las estructuras de ETA y daban por
concluida su actividad política.
Después, como no podía ser de
otro modo, en el más puro estilo etarra, es decir, con mucho boato
escenificaron la bajada de la persiana con más pena que gloria. Eso sí, al acto
asistieron un grupo de gente que decían ser de un montón de asociaciones que no
conocía casi nadie, y como cabeza de cartel Gerry Adams, en un tiempo, mandamás
del Sinn Féin y como estrella invitada Michel Camdessus que fue director del
FMI. Paradojas de la vida, un representante del capitalismo más brutal
asistiendo al desmantelamiento de una organización seudo socialista. Ver para
creer.
De hecho, en una carta firmada
por ETA, fechada el 16 de abril y que se hizo llegar a diversas instituciones, así
como a organizaciones políticas y sociales se anunciaba que se daba por
terminado el ciclo histórico de la banda y su función.
De manera casi simultánea, aunque
pasó prácticamente inadvertido, los obispos del País Vasco hacían público un
mensaje pideindo perdón por las complicidades de la iglesia vasca con los
causantes de tanta muerte y tanto dolor.
Ciertamente, curioso este
mensaje porque son muchos los demócratas que aún llevan tatuada en algún rincón
de su memoria la negativa de monseñor Setien (aquel que desde el púlpito
defendía el derecho a la autodeterminación del pueblo vasco) a ceder la
catedral de San Sebastián para celebrar el funeral del senador socialista
Enrique Casas, asesinado por ETA, en 1984.
Para la Iglesia católica
española es una costumbre demasiado habitual meterse en terrenos que no le
corresponden y después olvidar al lado de quien estuvieron y que hicieron. Así,
por ejemplo, llamaron a una guerra civil (la nuestra) Santa Cruzada, dieron
toda clase de soporte a los sublevados, antes, durante y después de la
contienda y una vez acabada, rindieron pleitesía al dictador y a sus afines. Más
tarde, cuando empezaron a pintar bastos para la dictadura, de forma discreta, dejaron
hacer a los curas comunistas, pero nunca pidieron perdón por las tropelías que
en nombre de Dios cometieron, ni por haber dado cobertura a auténticos
criminales. Ya, en plena democracia, en vez de dedicarse a cultivar las almas
de sus feligreses, han sido beligerantes y se han posicionado nítidamente en
contra de cuestiones y leyes del ámbito civil, tales como la ley del divorcio,
la del aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Ahora mismo, con la que está
cayendo en Cataluña, no resulta muy difícil encontrar parroquias donde hay
pancartas colgando de la fachada que piden libertad para los presos políticos.
Pero es que fueron más de 300 los curas que en una pastoral exhortaron a los
ciudadanos a ir a votar al referéndum ilegal del 1 de octubre “para defender
las legítimas aspiraciones del pueblo catalán”, decían
Días atrás, coincidiendo con
la festividad de la Virgen de Montserrat, el Abad de la basílica que lleva el
nombre de la virgen; Josep María Soler, rezó por los presos políticos en la
ceremonia que se celebró en honor de su Santa Patrona y pidió que vuelvan a su
país los que están en la cárcel de manera preventiva y los que están en el
extranjero.
También le pidió a la virgen
que nos proteja como pueblo y nos de abrigo con su manto. Sin embargo, en
ningún momento hizo referencia alguna ni a la justicia, ni a la legalidad, ni a
nada que se le parezca.
Es muy triste que todo esto suceda
en Occidente y en pleno siglo XXI. Por desgracia en Europa tenemos amargas
experiencias de los nefastos resultados que provoca la mezcla de religión y
nacionalismo. Sin embargo, parece que algunos no aprenden. Sería muy positivo
que los prelados catalanes y todos sus sequitos analizaran lo sucedido en el
País Vasco, no vaya a ser que aquí cometan los mismos errores que sus colegas
cometieron allí. Porque, si bien es cierto que la acción política es muy
distinta, allí y aquí. También es verdad que las bases ideológicas, de unos y
otros se parecen como dos gotas de agua.
Así las cosas, harían bien los
prelados en recordar que rectificar es de sabios. Sobre todo, si se hace antes
de que sea demasiado tarde.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
07/04/18
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