En un interesante artículo
publicado en El País, el pasado 7 de mayo, bajo el título, No basta con que sea
efectivo, Lluís Bassets, entre otras muchas cosas escribía: “El modelo a
descartar, no tan solo por razones prácticas de alejamiento físico y de su
complicado futuro judicial, es el del expresidente Puigdemont, que ha sido
hombre de desgobiernos siempre, en la alcaldía de Girona y en la Generalitat,
ocupado únicamente en su obsesión, el Estado independiente que no ha conseguido
ni conseguirá. No habrá Estado para quienes no tienen ni por asomo sentido de
Estado…”.
Es evidente que Carles
Puigdemont no leyó o no prestó la más mínima atención a éste sensato escrito
porque, de haberlo hecho, con toda probabilidad, no hubiera nombrado como su
sucesor, para presidir la Generalitat, al diputado, de su grupo parlamentario
JxCat, menos indicado para ello, Quim Torra.
Digamos lo claro: Quim Torra
es un supremacista xenófobo. Esta afirmación ni es gratuita ni es un juicio de
valor. Lo certifican sus tuits, sus
artículos y sus libros. De poco o nada sirve que haya pedido “perdón si alguien
se ha podido sentir ofendido”, como dijo, porque en ningún momento ha mostrado arrepentimiento
por sus ideas. Además, su fascinación por la organización Estat Catalá, los
hermanos Badía o Daniel Cardona, figuras nefastas de nuestra historia política
del siglo XX, hace que desprenda un cierto tufo facistoide.
A Torra le ha faltado tiempo
para desafiar al Estado. Mientras enviaba una carta a Mariano Rajoy pidiéndole
dialogo, iba confeccionando la lista de su ejecutivo en la que ha incluido a
dos políticos en prisión preventiva por supuestos delitos de rebelión y
malversación y a otros dos huidos de la justicia que se encuentran en Bruselas.
El nuevo presidente de la Generalitat no se ha andado con rodeos y desoyendo
consejos de propios y extraños ha optado por la confrontación y el choque.
Quim Torra sabe que, aunque
Jordi Turull y Josep Rull lleguen a tomar posesión de su cargo, su mandato será
breve porque el Tribunal Supremo tiene previsto aplicar el artículo 384 bis de
Ley de Enjuiciamiento Criminal que establece la suspensión para ejercer cargo
público de los “individuos terroristas o rebeldes” una vez que el auto de
procesamiento sea firme y se haya decretado su ingreso en prisión. La misma
opción se podría utilizar con Toni Comín porque también está procesado por
rebelión y tiene un auto de prisión vigente en España. Sin embargo, Lluís Puig
sólo está procesado por malversación y desobediencia, por lo que no ería
suspendido.
Pero es que, además, en el
nuevo ejecutivo, que pretende Torra, la paridad brilla por su ausencia. De los
14 cargos que formarán el Govern tan solo tres serán mujeres. En cambio, el
reparto entre partidos (la mitad para Junts per Catalunya, la otra mitad para
Esquerra Republicana) ha sido escrupuloso.
¿Recuerdan? “El mundo nos
mira,” nos decían los que decían hacer “la revolución de las sonrisas”.
Entonces, unos cuantos dudábamos que el mundo nos mirara y que aquello fuera
una revolución y más que fuera de sonrisas. Pues bien, se nos tachaba de
agoreros, resentidos y no sé cuantas cosas más. Sin embargo, ahora se confirma:
se ha degradado la presidencia de la Generalitat como no había sucedido nunca.
La Cataluña que Quim Torra dice representar está en las antípodas de los
valores de la UE. En Europa se hace bandera de la defensa de la dignidad
humana, la igualdad y la no discriminación.
Ante esta situación, los
partidos constitucionalistas no tienen otra opción que reafirmarse en la
aplicación del 155. El procés iniciado por Artur Mas dividió a la sociedad
catalana. Puigdemont puso a los catalanes a los pies de los caballos. Y ahora,
Quim Torra está lanzado Cataluña por el pedregal. Así se escribe la historia.
Como ha dicho y escrito en
diversas ocasiones el prestigioso catedrático de Derecho Constitucional
Francesc de Carreras: “esto sólo puede acabar mal o muy mal.”
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
22/05/18
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