Una de las noticias políticas -aparte
del afer Cifuentes, claro está- que más ha llamado la atención y se ha
comentado estos días, es la posibilidad de que Manuel Valls, ex primer ministro
del Gobierno de Francia y exaspirante a presidente de la República francesa, se
presente como candidato a la alcaldía de Barcelona por Ciudadanos.
En efecto, cuando queda un año
para las próximas elecciones municipales, los partidos van perfilando sus
estrategias y no se puede negar que los de Albert Rivera están crecidos y van a
jugar fuerte. Días atrás el partido naranja anunció que habían ofrecido al
político francés, de origen barcelonés, la posibilidad de encabezar su
candidatura al ayuntamiento de Barcelona y éste, lejos de rechazar la idea, sin
esconder su satisfacción por la oferta, pidió un tiempo para decidir; si bien
todo indica que acabará aceptando.
Manuel Valls fue, en sus
inicios políticos, alcalde de Evry, una ciudad en la periferia de París. Cargo
que dejó para pasar a ser ministro del interior y después primer ministro con Françoise
Hollande. Ese currículo le acredita con la experiencia y capacidad suficiente para
ser alcalde de Barcelona. No obstante, tiene el hándicap de desconocer las
entretelas de la ciudad. Bien es cierto que eso se podría solventar con un
equipo de buenos asesores.
Su credo político es una
mezcla entre socialismo y neoliberalismo y ha demostrado un firme compromiso
con la democracia y el constitucionalismo.
De confirmarse su candidatura,
Valls podría aspirar a lograr apoyos, tanto en al caladero de votos del PSC,
como en el del PP. Ambas formaciones
están en momentos bajos y cualquier nuevo contratiempo puede ser nefasto para
sus aspiraciones en el campo municipal. Asimismo, una parte considerable del
electorado de los comunes podría ser tentada por los cantos del líder catalán-francés.
Sin duda, uno de los mayores
atractivos políticos de Valls es que con su bagaje pueda romper la dinámica
perversa de carácter identitario que se ha instalado en Cataluña y está contaminando
también a la ciudad de Barcelona. Es decir, uno de los activos del hipotético candidato
de Ciudadanos podría ser centrar el debate electoral en lo que corresponde,
esto es: el modelo de ciudad que es lo que se ha de dirimir en los comicios de
mayo de 2019. No la cuestión de la independencia que, en el mejor de los
supuestos, pertenece a otro ámbito.
En cualquier caso, lo más
probable es que el próximo ayuntamiento esté más fragmentado que nunca y eso
puede dificultar aún más la gobernabilidad del consistorio.
Llegados a este punto, la
pregunta es obvia, ¿si Manuel Valls no logra ser alcalde, aguantará cuatro años
en el banquillo de la oposición?
Como dijo el poeta: “la
respuesta está en el viento”.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán
28/04/18
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