Faltan pocas horas para dejar atrás 2014 y entrar de
pleno en 2015. Un año en el que es muy probable que cambie el tablero político existente
en España desde 1978.
Tendremos elecciones municipales y buena parte de
las autonómicas en mayo, generales a finales de año y, con toda probabilidad,
seudoplebiscitarias en Cataluña en algún momento del año.
En las sedes de los partidos y despachos de los
observadores políticos están estudiando
los escenarios posibles. Todos trabajan con dos incógnitas, de momento,
irresolubles. Una, cómo afectará la irrupción de Podemos al espacio del centro
izquierda y dos, de qué forma influirá el descrédito de Rajoy en la derecha. En
función de cómo se resuelvan esos dos interrogantes, se reconstruirá el mapa
político español.
En los resultados de las elecciones de mayo quizá
esté el intríngulis de la cuestión. Si los socialistas logran salvar los
muebles en municipales y autonómicas, Pedro Sánchez podrá presentarse a las primarias de su
partido para escoger candidato a la presidencia del gobierno, con tranquilidad.
Si por el contrario se produce el naufragio del PSOE en esos comicios, los
peores espantajos del socialismo más rancio se pueden hacer realidad y Podemos
podría convertirse en la fuerza hegemónica de la izquierda, con todo lo que eso
llevaría aparejado.
Por su parte, Mariano Rajoy precisa de un buen
resultado electoral en los comicios de la primavera para calmar a sus huestes, mantener
intactas sus aspiraciones y repetir como cabeza de cartel, que después la
victoria sea por mayoría relativa, es otro cantar.
En estas circunstancias, las opciones minoritarias,
que se las prometían muy felices como futuras bisagras, van despertando a la
cruda realidad, mientras ven como el tsunami político que se avecina las puede
dejar en algo testimonial. Mención especial merecen IU e ICV que en los sondeos desciende con la misma fuerza que se produce
el ascenso de Podemos, a pesar de que los programas electorales de estas
formaciones son perfectamente intercambiables.
A todo esto, no se debería minusvalorar el estado de
excepcionalidad política que estamos viviendo en Cataluña. Una situación que
más pronto que tarde ha de desembocar en unas elecciones que en función de los
resultados pueden poner todo el panorama político patas arriba.
Con este panorama, la que se avecina no es una
cuestión menor. Por si acaso, estemos preparados.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 31/12/14
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