Una de las
asignaturas pendientes del gobierno Rajoy es la financiación de las Comunidades
Autónomas. De hecho, el sistema debería haberse
revisado en 2014, pero el ministro Montoro no lo consideró oportuno y sin
demasiadas explicaciones dio carpetazo al asunto. No cabe duda que afrontar el
problema es lo mismo que abrir la caja de los truenos, pero postergarlo no es
la solución, así lo que se consigue es encabritar al personal, máxime cuando en
las consejerías de economía de las CCAA
están con el agua al cuello.
La culpa es
muy negra y no la quiere nadie, pero a estas alturas se hace muy difícil
cuantificar quien tiene más responsabilidad en la generación del inmenso
agujero económico que es la financiación de las CCAA. Es cierto que los medios
actuales son insuficientes y que los gobiernos autónomos han de mantener los
servicios básicos tales como sanidad, educación, seguridad políticas sociales.
Pero también debemos admitir que una parte de las dificultades financieras de
algunas comunidades tienen su origen en una gestión irresponsable. Tal vez
parezca inverosímil, pero en nuestro país se ha
pagado la construcción de aeropuertos sin aviones, bibliotecas sin libros,
ciudades de la cultura vacías y otras bagatelas diversas, y lo más sangrante:
no ha habido una sola dimisión por todos esos desaguisados.
Con este
panorama de fondo el ministro Montoro y aunque haya sido a regañadientes, no ha
tenido más remedio que coger el toro por los cuernos. En principio se había
especulado con la posibilidad de conceder una quita a las comunidades, pero eso
no gusta en Bruselas, de ahí que se haya optado por un sucedáneo como es suprimir
los intereses de los créditos
De hecho, el
problema no estriba tan solo en la carga
que representan los intereses que es, en sí misma, una buena mordida a las
cuentas públicas —casi 9.000 millones de euros al año entre todas las comunidades—,
sino los vencimientos de deuda que merman la tesorería y dejan a estas administraciones
sin recursos suficientes con los que afrontar los gastos más perentorios.
Según
cálculos del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. Las comunidades autónomas deberán
abonar a las entidades financieras unos 35.000 millones de euros por los
vencimientos de la deuda pública previstos para 2015. Asimismo el ministerio
calcula que deuda de las administraciones autonómicas con los bancos y fondos
de inversión anda sobre los 232.000 millones de euros, es decir lo que
viene a ser el 22% del PIB de nuestro país.
Cataluña es la comunidad autónoma que más pagos por
deuda tiene que afrontar en este 2015, unos 7.676 millones de euros. Por el contrario Madrid
ostenta la menor carga financiera de todas las comunidades: solo un 13,3% del
PIB, frente al 22% de media del conjunto de las otras comunidades.
Desde que
nació la España de las autonomías, éstas, y de manera creciente, se fueron financiando a base de préstamos y emisiones de bonos y letras. Si bien es
cierto que cada vez las condiciones de los mercados eran más draconianas. Pero en 2012 y con los mercados prácticamente
cerrados tuvieron que acudir al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), la ventanilla que les abrió el Estado para
ofrecerles liquidez en unas condiciones ventajosas. Aunque algunos gobiernos
autonómicos hubieran preferido seguir como antaño por aquello del orgullo
patrio. Eso de que Madrid nos eche un cable en determinados casos es poco menos
que un ultraje.
Sea como
sea, la realidad es que el gobierno central ha puesto en marcha nuevas medidas
de liquidez, mediante las cuales ofrecerá créditos gratis, al 0% de interés,
durante 2015 a las CCAA. De esa forma las autonomías podrán refinanciar los
créditos que tenían concedidos sin ningún coste adicional. Esta medida, ideada
por Hacienda, liberará presión de la tesorería de las comunidades, ya que
ahorrarán unos 5.811 millones en gastos financieros.
De todos
modos, conviene recordar que el problema de fondo sigue existiendo: se necesita
un sistema de financiación para las CCAA, sólido, sostenible equitativo, justo
y eficaz. Las medidas ahora adoptadas están bien, pero no dejan de ser un
parche y no se puede vivir con parches toda la vida.
Bernardo
Fernández
Publicado en
Crónica Global 02/01/15
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