Desde hace unos años, cada día, cuando anochece en
Atenas, miles de personas rebuscan en los contenedores de la basura algo con lo
que mitigar su hambre y la de los suyos. Es verdad que eso sucede en la
práctica totalidad de las grandes ciudades, pero en pocas urbes europeas lo hace tanta cantidad de gente como en la capital helena. La razón
es simple: la asfixia económica a que viven sometidos los griegos como
consecuencia de las políticas de austeridad y los recortes exigidos por la
troika a cambio de dos rescates, cifrados en unos 240.000 millones de euros.
Pero, afortunadamente, en esta vida nada es eterno,
nada es para siempre y ahora los griegos tienen la oportunidad de decir basta.
En esta ocasión decir basta, es votar a Syriza, la izquierda radical griega. Su
líder Alexis Tsipras está dispuesto a
acabar con el austericismo que está matando a su pueblo. Para ello, el equipo
de expertos de Syriza tiene elaborado un plan de choque para cuando lleguen al
poder. Ese plan precisa de unos 1.300 millones de euros que servirían para
cubrir las necesidades más básicas de la población más castigada por la crisis.
Es decir, alimentación, sanidad, energía y alojamiento.
Esa sería
la primera iniciativa si Tsipras, como indican todas las encuestas, gana las
elecciones del próximo 25-E. Después tocará
negociar con Europa. Grecia necesita más ayuda, pero ahora esa ayuda debe ser
en condiciones asumibles.
De hecho,
el programa electoral con que Syriza concurre a las elecciones, es un programa
socialdemócrata, aunque un tanto heterodoxo. En consecuencia, no hay lugar para
el espanto. Quizás por eso, en los altos círculos políticos y económicos va
calando la idea de restructurar la deuda griega. Tsipras lo sabe y es seguro
que en su momento lo hará valer. Nadie espera un giro de 180 grados, pero si
medidas paliativas como pueden ser alargar los plazos de devolución y reducir los
intereses.
Veremos si
las terapias que se apliquen en Grecia funcionan y se produce, en otros países
de la UE, el efecto vasos comunicantes. En
cualquier caso, los griegos están
pagando los platos rotos de una fiesta a la que no fueron invitados. Han
demostrado sobradamente coraje y capacidad
de resistencia. Tienen derecho a soñar. Se lo han ganado a pulso. Saben que
otra forma de hacer es posible y de eso se trata.
Bernardo
Fernández
Publicado
en ABC 14/01/15
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