23 de gener 2015

DERECHO A SOÑAR

Desde hace unos años, cada día, cuando anochece en Atenas, miles de personas rebuscan en los contenedores de la basura algo con lo que mitigar su hambre y la de los suyos. Es verdad que eso sucede en la práctica totalidad de las grandes ciudades, pero en pocas  urbes europeas lo hace tanta cantidad  de gente como en la capital helena. La razón es simple: la asfixia económica a que viven sometidos los griegos como consecuencia de las políticas de austeridad y los recortes exigidos por la troika a cambio de dos rescates, cifrados en unos 240.000 millones de euros.
Pero, afortunadamente, en esta vida nada es eterno, nada es para siempre y ahora los griegos tienen la oportunidad de decir basta. En esta ocasión decir basta, es votar a Syriza, la izquierda radical griega. Su líder Alexis Tsipras está dispuesto  a acabar con el austericismo que está matando a su pueblo. Para ello, el equipo de expertos de Syriza tiene elaborado un plan de choque para cuando lleguen al poder. Ese plan precisa de unos 1.300 millones de euros que servirían para cubrir las necesidades más básicas de la población más castigada por la crisis. Es decir, alimentación, sanidad, energía y alojamiento.
Esa sería la primera iniciativa si Tsipras, como indican todas las encuestas, gana las elecciones del próximo 25-E. Después  tocará negociar con Europa. Grecia necesita más ayuda, pero ahora esa ayuda debe ser en condiciones asumibles.
De hecho, el programa electoral con que Syriza concurre a las elecciones, es un programa socialdemócrata, aunque un tanto  heterodoxo. En consecuencia, no hay lugar para el espanto. Quizás por eso, en los altos círculos políticos y económicos va calando la idea de restructurar la deuda griega. Tsipras lo sabe y es seguro que en su momento lo hará valer. Nadie espera un giro de 180 grados, pero si medidas paliativas como pueden ser  alargar los plazos de devolución y reducir los intereses.
Veremos si las terapias que se apliquen en Grecia funcionan y se produce, en otros países de la UE,  el efecto vasos comunicantes. En cualquier caso, los griegos  están pagando los platos rotos de una fiesta a la que no fueron invitados. Han demostrado sobradamente  coraje y capacidad de resistencia. Tienen derecho a soñar. Se lo han ganado a pulso. Saben que otra forma de hacer es posible y de eso se trata.

Bernardo Fernández

Publicado en ABC 14/01/15

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