Por una vez, y sin que sirva de precedente, los lectores me van a permitir que orille, aunque sólo sea parcialmente, el manido mono tema de proceso soberanista catalán y, en esta ocasión, ponga el foco en los presupuestos correspondientes a 2015 de la Generalitat de Cataluña que días atrás presentó el consejero de Economía Andreu Mas-Colell, calificándolos como los presupuestos más políticos que había presentado desde que era consejero. Ahora, esas cuentas deberán pasar la prueba del algodón en el parlamento del Parque de la Ciudadela.
“Dime que presupuestos apruebas y te diré que políticas practicas”, solía decir Winston Churchill. Pues bien, si aplicamos este criterio para analizar las cuentas presentadas para el año próximo por el gobierno catalán, pronto llegaremos a la conclusión que esos presupuestos son un auténtico desastre. Veamos los motivos.
Para empezar los gastos en políticas sociales caen a los niveles de 2004. La cantidad presupuestada para la educación es casi idéntica a la del año anterior, tan solo se incrementa por la recuperación de la paga extra para todos los funcionarios (iniciativa encomiable, pero con claro tufo electoralista), y la renta mínima de inserción se queda como en 2014.
Por lo que respecta a sanidad los números son escalofriantes. Si bien es cierto que la inversión crece un 1,5%, este incremento queda absorbido por la ya mencionada recuperación de la paga extra. Y la realidad es que cada día que pasa las listas de espera son más largas. El tiempo de espera medio de los 14 procedimientos quirúrgicos garantizados se ha incrementado un 40% en cuatro años. Con estos presupuestos no se recuperarán ninguna de las 1.250 camas hospitalarias que se han perdido desde que gobierna CiU. Asimismo, tampoco cabe esperar que vuelvan los 4.000 médicos que con los recortes han perdido su plaza ni los 15.000 sanitarios que se quedaron en la calle por la aplicación de políticas austericidas.
El gobierno de Artur Mas ha decidido que en 2015 no destinaría ni un solo euro a guarderías. Y así podríamos seguir haciendo una lista casi interminable de despropósitos presupuestarios. Es evidente que el desballestamiento del Estado del bienestar no se solventa de un plumazo, pero con estos números se pone de manifiesto el escaso interés de los nacionalistas para resolver los problemas de la ciudadanía.
De todos modos, el talón de Aquiles de estas cuentas, son el desfase entre ingresos y gastos calculado por el propio consejero en unos 2.183 millones de euros. Para enjugarlos Mas-Colell ha tenido la ocurrencia de decir que “exigirá” al gobierno central que asuma diversas deudas que tiene con Cataluña. Seguramente no le falta algo de razón al consejero, que el gobierno central no es buen pagador es evidente. Bastaría recordar el incumplimiento de la disposición adicional tercera del Estatuto o el impuesto sobre los depósitos bancarios. Ahora bien, tal y como están las cosas, parece lógico pensar que lo razonable sería intentar negociar con quien tiene la paella por el mango, que en estos momentos es el gobierno central. Y como dice el acreditado economista José María Gay de Liébana: “no se puede ir a Madrid a negociar con cara de'pomes agres', sino con alegría. Que es justo lo que hacen los mandatarios catalanes cuando van a la capital del Reino: ir con cara de 'pomes agres'. O lo que es peor: con ínfulas de superioridad.
Por otra parte, una de las pocas promesas electorales que ha cumplido Artur Mas ha sido suprimir el impuesto de Sucesiones y rebajar el de Patrimonio, si no se hubiera permitido esas alegrías se habrían recaudado unos 3.400 millones más con los que se hubiera podido evitar algún recorte y, tal vez, ahora no se debería mendigar con tanta premura.
Los presupuestos son la herramienta por antonomasia que tiene un gobierno para desarrollar sus políticas. Por eso, decir –como dijo Mas-Colell-, que los presupuestos de este año iban a ser los más políticos, es una obviedad. Sea como sea, todos los grupos, a excepción de ERC, han presentado enmiendas a la totalidad. En estas circunstancias los republicanos se perfilan como el colaborador necesario para que las cuentas ficticias del Govern (así han calificado desde la oposición estos presupuestos) salven el primer trámite parlamentario. La votación final se producirá el 5 de febrero. En consecuencia, se abre un período de un mes y medio de margen para negociar, pactar, acordar e incluso convocar elecciones.
En la situación política tan excepcional que estamos viviendo, vayan ustedes a saber lo que puede pasar. Todo es posible.
Bernardo Fernández
Publicado en Crónica Global 19/12/14
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