05 de novembre 2009

HACER DE LA NECESIDAD VIRTUD


Desde hace tiempo las aguas de la política bajan muy turbias. La ciudadanía, como si no tuviera bastante con afrontar los problemas cotidianos y apechugar con los que ocasiona la crisis, un día sí y otro también se desayuna con casos de corrupción, blanqueo de capitales, operaciones urbanísticas fraudulentas y un largo etcétera. Además, por si esto fuera poco, toda esa cadena de despropósitos está protagonizada por políticos y prohombres que deberían ser una referencia ética y moral para el resto de mortales.
Sucesos como “Palma Arena”, “Gürtel”, “Millet” y sus connotaciones políticas, “el alcalde de El Ejido” y su pandilla y ahora, por si no había bastante, “Santa Coloma de Gramenet”; son sólo algunas de las perlas que jalonan esta carrera de enriquecimiento ilegitimo. Desgraciadamente ha quedado en el olvido aquel eslogan electoral que decía: “meteremos la pata, pero no meteremos la mano.” Algunos meterán o no la pata, pero si meten la mano. Cierto que los corruptos son una minoría, pero una minoría muy ruidosa que genera indignación social, un daño irreparable a las instituciones y al sistema de convivencia que un día nos otorgamos.
La historia casi nunca se repite de manera mimética. Hoy no cabe pensar en un golpe de mano como forma de acabar con la democracia, pero los escándalos que estamos viviendo generan escepticismo y desafección y ese es un inmejorable caldo de cultivo para el populismo y la demagogia. Italia es un ejemplo y el juez Antonio Di Pietro también.
Por todo ello, hay que hacer de la necesidad virtud y el caso de Santa Coloma es una ocasión inmejorable para que la justicia haga recaer, sin escarnios innecesarios, como “el paseíllo del telediario”, todo el peso de la ley sobre los inculpados, cuando se demuestren sus responsabilidades. A su vez, la reacción política ha de ser rigurosa, contundente y ejemplarizante. Por eso, hay que admitir que el PSC ha actuado de forma adecuada, mientras que Convergencia lo ha hecho a remolque de los acontecimientos. Allá cada cual con su manera de proceder. El tiempo pone a cada uno en su lugar.
Por otra parte, es bien verdad que corrupción, corruptelas y oportunistas que han pescado en aguas revueltas han existido siempre. La diferencia es que en democracia estas cosas acaban saliendo a la luz y en las dictaduras y regímenes autoritarios o no se sabe nunca o cuando algo sucio aflora se corre un tupido velo y se mira hacia otro lado.
Salir de este atolladero es posible. Para ello necesitamos unas organizaciones políticas transparentes y revitalizadas, unas instituciones ágiles y eficientes en el control de la cosa pública, a la vez que una ciudadanía comprometida en las cuestiones colectivas. No olvidemos que la democracia es cosa de todos y hay que ganarla cada día.

Bernardo Fernández
Publicado en ABC 04/11/09

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